Solo de los dos, Christhoper...

By guillermobossia

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Nicolás Arnez se encuentra muy seguro de algo: debe ocultarle a su familia que le gustan los chicos. Es amant... More

PRÓLOGO
Personajes
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Epílogo

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By guillermobossia


Semanas después...

La pasión entre Christhoper y yo se mantiene desde aquella noche lluviosa. Follamos muy seguido. Su camioneta se ha convertido en un testigo de nuestros fogosos encuentros (después de que me recoge de la escuela), también mi habitación y la ducha de mi baño. En estas dos últimas tengo que ser lo más silencioso posible, porque no vivo solo y dejar el televisor encendido no ayuda mucho.

Ya es común ver al chico de los piercings en nuestra mansión todos los días. Primero, comparte tiempo con mi hermano para no levantar sospechas y luego pasa a mi habitación en donde somos solo de los dos. Allí encontramos nuestro momento a solas para darnos ese trato afectivo que necesitamos.

Algunas veces, se ofrece a ayudarme con mis tareas de la escuela y me parece un gesto muy lindo de su parte. Christhoper es muy bueno en hacer este tipo de trabajos, hasta bromeo diciéndole que, cuando él asistía a la escuela, era «el chico de los plumones» de su salón de clases.

—Tú mismo lo has dicho: era. —Se encoge de hombros. Está sentado en mi escritorio, usando mi laptop—. Si vieras mi cuaderno de apuntes de la universidad, te volverías loco. Es un desastre total.

—No lo creo.

—Cuando estés en la universidad, me darás la razón. No tendrás tiempo ni para darte una ducha —explica con aires de sabelotodo.

—El chiste es motivarme a superarme profesionalmente, no hacerme querer desistir de una posible carrera.

—Perdón, perdón... Solo trato de prepararte para lo que se viene. —Levanta las manos en señal de inocencia—. Bien, las diapositivas de Literatura ya están listas —menciona, mostrando sus pulgares arriba y me acerco a ver cómo han quedado. Entreabro los labios, sorprendido por lo cool que se ve la plantilla con temática de La metamorfosis para mi exposición—. ¿Con qué asignatura continuamos? ¿Anatomía?

Me da una mirada pervertida y hago un mohín.

—Anatomía —concuerdo y me siento a horcajadas, sobre él—. ¿Hacemos teoría o práctica?

Finge un gesto pensativo.

—La teoría solo sirve un treinta por ciento. Me quedo con la práctica —finaliza antes de atrapar mis labios y cargarme hasta la cama, no sin antes asegurarse de ponerle el seguro a la puerta.

De alguna manera tengo que recompensarle por las diapositivas que con tanto esfuerzo ha hecho.

Las siguientes semanas transcurren con normalidad. Él y yo continuamos manteniendo lo nuestro en secreto —solo para Sigrid y papá— y sin llegar a formalizarlo. Y es que aún no estoy preparado para confesarlo, pues el hecho de ser novios implica más presión para mí. Sé que, al dar ese paso, Christhoper tocará el tema de compartir esa felicidad con nuestros padres y no deseo tener que refutarlo otra vez. Quizá no lo dice, pero su expresión de decepción, al escuchar mi decisión, habla por sí sola.

«A veces siento que él se va a cansar de esto algún día».

Puede que mis pensamientos sean muy acelerados, sin embargo, intento ponerme en sus zapatos. Chris es muy bueno conmigo y yo solo me encargo de ocultarlo para mi beneficio. No se merece eso. Pero, ¿qué otra opción me queda? O es eso, o me gano un problema con papá si se entera de que a su hijo le gustan los hombres.

Y ese sentimiento de culpa me invade la cabeza durante varios días hasta que me doy con la sorpresa de que, una tarde, Christhoper empieza a ignorarme por completo.

«Mierda».

Pasan más de veinticuatro horas desde la última vez que me responde. Y quiero justificar esas acciones intuyendo que está ocupado. Pero no. Reviso cada cinco minutos su última conexión y es reciente. Hasta lo encuentro «En línea» varias veces y me reprimo las ganas de escribirle, pues ni siquiera lee mis mensajes y no responde a mis llamadas.

Decir que estoy preocupado es poco. Estoy muy ansioso. No dejo de mirar la pantalla del móvil a la espera de un mensaje suyo con alguna explicación. En mi cabeza rondan miles de situaciones para engañar a mis nervios y calmarme. Sin embargo, no funciona y me planteo llegar a casa y pedirle ayuda a mi hermano para llegar a la fuente de todo esto.

No voy a estar tranquilo si no logro saber qué sucede.

«No recuerdo haber dicho o hecho algo que le moleste».

Ahora me encuentro con Molly, camino a la clínica veterinaria de Paul, porque nos va a ayudar con un trabajo grupal que tenemos pendiente para la clase de Biología. Al llegar, él nos recibe con una sonrisa amigable y su respectivo estrechón de manos, luego nos invita a pasar a su oficina donde nos enseña en su ordenador algunas ecografías e intervenciones quirúrgicas que ha realizado a animales.

Vemos cómo los clientes llegan a dejar a sus mascotas, para que le realicen baños, algunos tratamientos y controles. Por último, nos responde a la entrevista corta que le hacemos sobre algunas enfermedades de animales para nuestro trabajo de investigación.

Cuando tenemos la información necesaria y lista, nos despedimos de él, quien le regala a mi compañera un llavero y una tarjeta de la clínica. Le agradecemos por su apoyo y salimos más que satisfechos por el excelente trabajo que vamos a presentar.

—Nicolás, hoy no podré acompañarte hasta la estación, debo ir al supermercado a hacer unas compras para mi madre —me dice ella con una expresión apenada mientras transitamos por una calle del centro de la ciudad.

—Entiendo. No hay problema —respondo, mostrándole una sonrisa de boca cerrada.

Nos despedimos con un beso en cada mejilla y tomamos caminos diferentes. Ella hacia el supermercado más cercano y yo hacia la parada del autobús.

Miento si digo que no me paso todo el trayecto a casa, mirando la última conexión de Christhoper, pero sí, lo hago. Y me origina mucha ansiedad. Tengo un sentimiento horrible en el pecho por la incertidumbre que me genera el no saber nada de él.

Es imposible no hacer una recopilación mental de las palabras que dije para identificar si he cometido algún error, si he dicho o hecho algo que no le haya agradado y que haya iniciado un posible resentimiento. Sin embargo, nuestra despedida de hace dos días fue normal y muy afectuosa. Asimismo, reviso las conversaciones anteriores y su última respuesta fue un emoji de corazón.

Es extraña la manera en la que me está ignorando.

Empiezo a deprimirme por la situación y decido no mirar más el móvil hasta que llegue a casa. Por suerte, me mantengo enfocado en mirar por la ventana del autobús y reprimo cualquier instinto ansioso que pueda darme. Eso me calma hasta que bajo del vehículo.

Durante el camino a pie, meto las manos en los bolsillos del pantalón y me coloco los audífonos para amenizar lo que me queda del trayecto. Al llegar a la mansión, el salón principal me recibe con una temperatura cálida a causa de la calefacción. Dejo mi casaca en el colgador de la entrada y, cuando cruzo la sala, la voz de mi hermano se hace presente y me detengo en seco al ver las dos figuras que están de pie, al final de la escalera.

Entonces, sus ojos ubican los míos, el corazón se me acelera y corro a darle un abrazo al chico de los piercings, quien, en un primer momento, se queda rígido, pero al paso de unos segundos, corresponde a mi abrazo con cierta frialdad que hace separarme.

—Te he echado de menos —confieso, con una sonrisa de boca cerrada.

De pronto, caigo en la cuenta de que el ambiente está un poco tenso y decido alternar mi visión entre mi hermano y Christhoper. Ambos tienen en el rostro una expresión de nerviosismo y están más pálidos que un cadáver.

—Nicolás, ¿podemos ir a tu habitación? Necesito hablar contigo de algo importante —solicita Christhoper, con la voz temblándole. Su mirada no me busca, solo atina a bajarla.

—Vale. —Asiento con lentitud y vuelvo a mirar a ambos en busca de una explicación.

Subo las escaleras, seguido de los pasos de Christhoper, mientras busco respuestas en mi cabeza. Parece haber sucedido algo muy grave. ¿Y si papá ya se enteró de todo y le ha pedido que se aleje de mí? No, no... él mismo ya hubiese irrumpido en mi habitación para obligarme a confesarlo todo.

«Deja de imaginarte cosas», me reprendo, pues la situación de por sí ya es muy tensa y lo último que quiero es crear más escenarios imaginarios que desestabilicen mis emociones.

El ascenso a mi habitación se me hace eterno y a la vez rápido. Me tiemblan las manos, el corazón me late aún más rápido y esa sensación de tristeza que tenía en el pecho, se ha convertido en temor. El temor de escuchar algo que me duela mucho y que pause la felicidad que he tenido hasta hace un par de días.

Quiero saberlo ya, pero a la vez no.

Ya en mi habitación, dejo mi mochila sobre la cama y me siento en el borde de esta. Quiero pedirle que se siente a mi lado, sin embargo, sé que no será necesario cuando veo que él toma asiento en la silla de mi escritorio y, de nuevo, evita mirarme como lo hizo en la sala.

Esa gélida actitud provoca que el corazón se me apriete en el pecho.

—Bien, te escucho —inicio el diálogo.

Christhoper exhala, coloca los codos en las rodillas y se acaricia el entrecejo.

—No sé cómo empezar. Es muy...

Mi móvil suena en el bolsillo de mi pantalón. Es una llamada entrante de Paul.

—Perdón, dame un momento, por favor. —Decido responder, pues pienso que se pueda tratar de algo referente a mi visita a su clínica de hace una hora—. Hola, Paul.

—Nicolás, necesito que estés tranquilo —anuncia desde el otro lado de la línea. Miro a Christhoper, quien sigue con la mirada fija en el suelo—. Ha ocurrido algo grave.

—¿Algo grave?

Me pongo de pie.

—La familia que tiene a Nieve, ha salido de viaje y no se dieron cuenta de que ella se había quedado en el jardín ... —Paul se detiene y medita sus palabras por unos segundos. Su voz se vuelve más suave—: Salió a la calle y, para su mala suerte, pasaba por allí un perro pitbull y... la atacó.

Me quedo helado.

En mi mente rezo para no oír algo más trágico que termine con mis esperanzas. Nieve tiene que estar viva. No soportaría escuchar lo contrario.

Al no obtener una respuesta de mi parte, continúa:

—Esa raza de perros ataca tomando por el cuello a su presa y se tiene que recurrir al maltrato para intentar que la suelte. Gracias a Dios, unos vecinos lograron ayudarla, pero Nieve ha quedado con heridas muy graves. Me estoy preparando para intervenirla de manera quirúrgica, ya la están trayendo para la clínica. Sé cuánto la quieres y me gustaría contar con tu presencia. Lo que más necesita ella son tus buenas vibras y tus oraciones.

—Ya mismo voy para allá. Gracias por avisarme, Paul. —Cuelgo la llamada sin dejarle responder. No quiero dejar pasar un segundo más, necesito estar junto a ella, así sea afuera del quirófano—. Christhoper, hablamos después. Me tengo que ir.

Me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué? —Se pone de pie.

—Es muy importante. Nieve ha sido atacada por otro perro y está muy grave. —Mi voz se oye temblorosa.

—Lo que te quiero decir también es muy importante —informa.

—Acompáñame y me lo cuentas en el camino.

Niega con la cabeza.

—No tengo ánimos de ir.

—No puedo quedarme más tiempo, tengo que...

—Sí, sí, tienes que irte, ya lo sé —espeta—. Hay cosas más importantes que yo.

—No es que sea más importante...

Vuelve a interrumpirme.

—Lo es, Nicolás. Solo te estoy pidiendo un poco de tu tiempo para hablar un tema muy relevante para mí, pero prefieres darle prioridad a otra cosa. ¿En serio te importo?

—Claro que me importas. ¿Por qué dices eso?

—Porque no lo parece. Siempre soy yo el que te escucha, el que te pregunta si estás bien, el que busca sacar adelante esto que... lo que sea que haya entre nosotros, Nicolás.

—Baja la voz que te pueden escuchar —susurro.

—¡Ves! Solo te preocupa eso: que nadie se entere de lo que tenemos... que ni siquiera sé qué es, porque no te decides a formalizarlo.

—Somos salientes —manifiesto.

—Salientes —repite con un tono de aburrimiento—. ¿Algún día te importará cómo me siento?

—Christhoper, en serio, no es el momento.

—¿Y cuándo lo será? ¿Cuando tú lo decidas?

—¿Qué te sucede?

Mi paciencia empieza a agotarse. Ya debería estar dentro de un taxi, camino a la clínica de Paul, sin embargo, a Christhoper se le ha antojado montar un show ahora mismo.

—Sucede que quiero compartirte algo, pero no te interesa.

—Bien, dímelo ahora. Te escucho.

—No, Nicolás. El tiempo y la atención no se ruega. Además, estás con prisa, no quiero retenerte más.

—Me estás jugando una broma, ¿no? Es que te escucho y no te reconozco.

—Quizá nunca te tomaste el tiempo de conocerme. —Se encoge de hombros—. Ni siquiera conoces mi segundo nombre, porque no te ha interesado saber de mí.

—¡Basta, Christhoper! —Levanto la voz.

—En cambio, yo sí tengo todas las ganas de estar contigo y conocerte. ¿Por qué? Porque de los dos, yo soy el que siempre da más, el que tiene más interés por lo nuestro.

—Y yo también lo tengo.

—Si tuvieras el mínimo interés, me hubieses escuchado. Pero no, prefieres priorizar a un animal que ni siquiera es de tu propiedad.

Eso es un golpe bajo para mí.

—Por favor, no quiero que te vuelvas a expresar así.

—Es la verdad.

Mis manos se convierten en puños.

—No puedo creer que te pongas celoso de un animal indefenso.

—Nicolás, merezco un poco más de consideración, soy tú...

—¡No somos nada! —digo en voz alta y me arrepiento cuando veo que aprieta los labios y sus ojos se humedecen.

—Gracias por aclararme que para ti no significo nada. —Asiente con una sonrisa triste y pongo los ojos en blanco.

—No empieces con tu resentimiento, por favor.

—No voy a empezar nada. Al contrario, voy a finalizarlo.

—¿Qué?

—No pienso continuar con esto, Nicolás. Se acabó.

Esa última palabra resuena como eco en mi cabeza y, por un momento, parece que todo a mi alrededor se detiene.

Sé que debería calmarme y pedirle que arreglemos las cosas. Que platiquemos como dos personas civilizadas, sin gritarnos y sin decirnos cosas hirientes. Que solo está hablando por la cólera del momento y que luego se va a arrepentir. No obstante, lo único que me aborda es la rabia y unas ganas inmensas de ganar esta discusión para que se dé cuenta de que está equivocado.

—Pues, si eso es lo que deseas, vale. Se acabó —acepto.

—Bien, ya no tengo nada que hacer aquí. —Inicia su camino hacia la puerta.

—Eso es, ¡vete! ¡Olvídate de mí! —grito y eso último lo deja paralizado, con la mano sobre la cerradura.

Se vuelve hacia mí con sus ojos cristalizados y asiente, decidido.

—¡Créeme que lo haré! ¡No te buscaré más! —Abre la puerta y me da una última mirada antes de finalizar sus palabras—: ¡Madura de una puta vez!

Y se despide con un portazo.

Trago saliva y lanzo contra la madera lo primero que encuentro sobre la cama: la almohada.

Maldigo y suelto un montón de groserías mientras me dirijo a la puerta y salgo de la habitación como lo tenía planeado hace unos minutos. No tengo tiempo que perder. No puedo quedarme aquí y pensar en esta estupidez. Hay alguien que me está esperando y que necesita tenerme cerca para recuperarse.

Abandono la mansión por la puerta lateral para evitar encontrarme con el imbécil de Christhoper en la sala. Lo último que quiero es darle explicaciones a mi hermano, porque estoy seguro de que debe estar contándole lo que sucedió. Al fin y al cabo, él regresará y me pedirá perdón por la actitud tan errónea que tuvo. Pero, está claro que no la tendrá fácil esta vez, pues pienso hacerme de rogar para que tenga un buen escarmiento y no lo vuelva a hacer una próxima vez.

Detengo un taxi y le indico la dirección de la clínica. Cuando estoy dentro del vehículo, la imagen de Nieve invade mis pensamientos y me la imagino en la boca de ese perro pitbull. Otro tipo de rabia me invade, pues ahora viene de la mano con mi instinto protector.

Si hubiese estado allí, habría golpeado con un palo a ese maldito perro para ayudar a Nieve. Aún no entiendo cómo existen personas que no tienen la responsabilidad de ponerle bozal a sus perros si saben que son agresivos. Es parte del cuidado que conlleva tener un perro considerado peligroso. Hoy día fue Nieve, mañana puede ser un inocente niño el que resulte herido.

Hay cosas que no podemos evitar y la desgracia es una de ellas. Necesito relajarme y dejar a un lado estos pensamientos que solo me generan más enfado. Debo llegar a la clínica con la mente en positivo para manifestar la pronta recuperación de Nieve.

«Resiste, pequeña». 

Ya hacía falta un poquito de drama y sufrimiento, ¿no?

¿Cómo han estado? Esta actualización ha sido rápida porque me llegó la inspiración como regalo caído del cielo. Espero continuar así. 

Que empiecen a correr las teorías acerca de la distancia de Chris. 👀

Nos vemos pronto. 

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