¿Qué harían ustedes si tuvieran todo un reino bajo sus pies? ¿Si fueran el amor de un Dios?
¿Saben que voy a hacer yo? Renunciar. Si, así como lo leen.
Después del incidente con Hades, tomé un baño para calmar mi corazón y mi cerebro ya que ambos eran un desastre. Mientras el agua fría se colaba por cada poro de mi piel comencé a pensar si en verdad todo esto valía la pena... y no, en estos momentos no lo vale.
Odio decir esto pero extraño estar en mi pocilga, con mi perro y mi trabajo mal pagado. Nunca en mi vida pensé en desear volver a esa vida de mierda, pero acá me tienen.
Me encontraba con Perseo en el salón, habíamos decidido merendar acá como una cita de amigos. Aunque lo que menos hacía era prestarle atención y se que él lo notaba, pero le encanta hablar así que ignoro mi ignoración y siguió hablando.
— Quiero renunciar.— Solté de repente haciéndolo callar.
— ¿Qué?
— Eso. Quiero volver a mi vida ¿Es posible?— Pregunté.
— ¿Estas loca?
— Hace mucho ¿Nunca lo notaste?— Bromeé.
— Desde el primer día.— Respondió rodando los ojos.— No es tan fácil, tenes que ir con la deidad del oráculo y dependiendo su respuesta podrás renunciar a los recuerdos de esta vida.
— ¿Perder los recuerdos?— Pregunté sin entender.
— ¿Que esperabas, volver al mundo humano con todos los conocimientos de acá? Al volver perderas todo. Los recuerdos con Hades, la amistad con Eros... todo.
Oh... admito que eso no estaba en mis planes. ¿En verdad estaba segura de querer olvidar todo? Todo lo vivido, lo aprendido... el dolor de cada parte vivida en este mundo.
¿En verdad quería olvidar a Eros?
¿Me vería capaz de olvidar a Hades? ¿Cómo sería despertarme un día sin su recuerdo?
— Aún así quiero hacerlo... ya no puedo seguir acá.— Murmuré con inseguridad.
— Te llevaré con el oráculo mañana en la mañana, por ahora descansa.— Habló con calma, Perseo era el tipo de persona que te puede estar insultando que por su tono de voz no te darías cuenta.
Se levantó de la silla, dejó un beso en mi frente y luego partió dejándome sola en el enorme salón... se veía aun mas enorme cuando estaba sola.
Creo que así estaría mi mente después de olvidarlo todo.
Seré muy egoísta, lo sé. Olvidarme de todos sin siquiera avisarles será lo peor que podré hacer pero se que si les doy aviso de algo me lo impedirán... y ya me han echo tomar decisiones que no quería en el pasado, no volverá a pasar.
Creo que una parte de mi no quiere esto, pero mi parte racional es mayor a la parte amorosa que se guía por instintos.
— Princesa.— La voz de Clarisse me sacó a patadas de mi mente. Ella era una de las criadas, era con la que mayor tiempo pasaba y poco a poco me había aprendido su nombre y hasta algunas de sus manías.
— ¿Qué pasó?
— Eros la busca, la espera en su habitación.— Avisó, dio una reverencia y salió del salón.
Me lleva la mierda, no puedo con uno que ahora me toca lidiar con el otro.
Me levanté con lentitud de la silla, como si quisiera evitar por el mayor tiempo posible a Eros... y la verdad si estaba tratando de hacer eso, para que mentirles.
No es como si no quisiera verlo, en realidad lo extraño mucho pero casi muero con la declaración de Hades, si el falso cupido toca el tema o algo relacionado con el estiro la pata. Yo aviso.
Mas rápido de lo que esperaba me encontraba frente a la puerta del cuarto, suspiré por última vez y tomé la iniciativa de abrir.
Pronto la parecencia de Eros inundó mis pupilas, su pelo había vuelto al rubio brillante que tanto me gustaba. Sus ojos azules se habían vuelto algo fríos, pero noté un leve brillo al verme. Una pequeña sonrisa adornó sus labios, pero se fue tan pronto como apareció.
— Hola, Andrómeda.— Saludó.
— Hola...— Murmuré.
— Tanto tiempo.— Sonrió. Cerré la puerta con seguro para luego acercarme a él.— ¿Qué es eso de que queres olvidarte de mi?
A LA MIERDA ¡¿PERO QUE CARAJOS?!
EN ESTE LUGAR EL CHISME CORRE MAS RÁPIDO QUE FLASH CON DIARREA.
Perseo cuidate, voy a hacer de tu vida un infierno.
— Peor que las chusmas de mi barrio son.— Gruñí.
— En cuanto Perseo me avisó que irían con la deidad del oráculo vine. No puedo permitir que hagas eso, no podría vivir con la idea de que me olvides.
— Eros no seas egoísta.
Caminé hasta la cama y me senté, segundos después el Dios imitó mi acción. Su hombro chocaba levemente con el mio, extrañaba el calor que hemanaba.
— ¿Egoista?
— Pensas en que no te olvide pero no pensas en lo que sufro día a día acá.— Murmuré.
— Andrómeda...— No sabía que decir, se le notaba en la voz.— No quiero desaparecer de tu vida.
— Te voy a extrañar mucho.— Me sinceré.
— No lo hagas entonces, quédate con nosotros. Prefiero verte en los brazos de Hades a no verte mas...— Un sollozo se escapó de su boca. Eros estaba llorando... por mi. Mi pecho se apretó, no quería hacerlo llorar.
Atrapé su espalda con mi brazo y lo tiré sobre mi haciéndolo apoyar su cabeza sobre mi hombro, comencé a hacerle mimos en la espalda para calmarlo. Me dolía sentirlo temblar, intentando esconder sus sollozos...
— Eros...— Suspire.
— Por favor, Andromeda. No quiero perderte... me sentía tan solo antes de conocerte...— Gimoteo, segundos después sentí la primer lagrima caer.— Ella ya no esta, no toleraría perderte a vos también.
— ¿Ella?— Pregunté. Eros negó sobre mi hombro y se hundió mas contra el.
— Prefiero que mi corazón se apriete cada vez que te vea con Hades, así al menos vería tu sonrisa y tu torpeza... no me quites eso.
— Me vas hacer llorar.— Murmuré por lo bajo, pronto lloraría y también.
— Es lo justo, vos ya me hiciste llorar a mi.— Bromeó.
— ¿Por qué me dejaste sola...?
— No aguante la idea de Hades besándote. Actúe por instinto ¿Me perdonas?
— Te perdoné en el segundo que te fuiste.— Susurré.
— ¿Enserio queres dejar todo esto atrás...?
— Si...
— Entonces te apoyo. Quiero tu felicidad y si para que la tengas tengo que sufrir, estoy dispuesto a hacerlo.
— Sos un bebé.— Chillé y me tire sobre él para abrazarlo, quedando yo arriba y el abajo. Ambos sobre la cama.
Soñé toda mi vida con un amigo como Eros ¿Por qué me toca en estas circunstancias?
El calor de su cuerpo me daba tanta paz, todo lo contrario a Hades con el cual me siento tan nerviosa, intranquila, histérica... con Eros es todo lo contrario, tanta calma, tanta paz...
Sus brazos rodearon de forma repentina mis caderas, donde comenzaron a dar suaves roces sobre la tela de mi remera. Podría dormir en esta posición toda mi vida.
— Voy a extrañarte.— Susurró de pronto.— ¿Puedo darte algo para que me tengas siempre presente?
— ¿Algo?— Pregunté extrañada levantando la cabeza de su pecho, encontrándome con esos ojos azules que por fin me miraban con la calidez y familiaridad de siempre.
— Algo con lo que me tendras siempre en tu piel.— A caray. Vamos Andromeda, no es momento de mal pensar.
— ¿Qué cosa?— Pregunté con nerviosismo.
Eros no respondió en cambio acercó su mano hacía mi oreja derecha, cerré los ojos ante su tacto. Paso su mano por detrás de ella y comenzó a delinear algo sobre mi piel. De repente un ardor comenzó a aparecer en esa zona pero no dolía, era mas bien como una pequeña picazón.
— Andrómeda.— Me llamó, abrí los ojos segundos después.— En este mundo o en el otro, con tus recuerdos o sin ellos... quiero que sepas que ocupaste mi corazón por completo y aunque no me correspondas, podrás tenerlo cuando quieras.
Quitó su mano llevándose con ella el ardor, coloqué mi mano en donde anteriormente estaba la suya y con la yema de mis dedos tanteé el lugar.
— ¿Qué es?— Pregunté al sentir relieve en mi piel.
— Es la cicatriz de una de mis flechas.— Respondió con una pequeña sonrisa.— La flecha de las almas gemelas.
Levantó levemente su pelo dejándome ver una cicatriz detrás de su oreja, tenía la forma perfecta de una flecha.
— ¿Tengo una igual?
— Si, son idénticas.— Sonreímos a la par.— Te acompañaré con el oráculo mañana. Decidas lo que decidas estaré contigo.