El Joker lo había hecho de nuevo, tenía a Gotham sumida bajo un terror absoluto, con un par de asesinatos con los cuerpos con una sonrisa como su marca personal. La batiseñal alumbraba en los más alto del cielo llamando al único que podía hacer frente a tal amenaza.
No había tardado en llegar, tan rápido como a Batman le era posible y de la manera más fantástica como estaba acostumbrado. Había ganado finalmente la batalla, sí, también, como siempre, terminó por salvar la ciudad y de costumbre los aclamos a su persona no se hicieron esperar. El desapareció, sin decir nada, herido gravemente, casi desmayado en el batimóvil, activando el control automático para poder regresar a la baticueva y que allí Alfred lo recogiera, si es que para cuando llegara seguía con vida y no había perdido toda la sangre.
—¡Amo Bruce!
En efecto, cuando el auto entró de nuevo a la baticueva el cuerpo inerte de Batman, pero que aún estaba con vida, fue recibido por un Alfred alarmado viendo ante sus ojos uno de los peores casos en los que había visto regresar al que consideraba su hijo.
Su cabeza palpitaba fuertemente, se sentía como si alguien estuviera pegándole con un martillo en las sienes una y otra vez. La voces, distorsionadas a lo lejos, no hacían más que acrecentar su dolor y no tuvo más remedio que mover la cabeza de un lado a otro esperando a que el dolor pasara. Todo volvió a estar negro.
Sus ojos por fin habían decidido abrirse, lo primero que hizo fue llevarse la mano que no le pesaba a la cabeza sintiendo las vendas cubrir su cabeza. Su torso estaba desnudo, envuelto en vendas y su mano, que parecía cosquillear como cuando te quedas dormida sobre ella estaba inmovilizada. Estaba presa por otra mano y una cabeza. Concretamente la cabeza de Cark que se había quedado dormido en el suelo, apretando su mano con la suya y usándolas de almohada. Intentó moverse pero estaba demasiado débil como para mover al superhombre.
—¿Clark? —Su voz sonaba áspera y ahogada en el fondo de su garganta. De repente sintió sed y se removió incómodo a pesar del dolor mirando como el movimiento despertaba al otro.
—¿Bruce? ¡Oh Dios mio! Bruce ¡Estás bien! Creí que… Creí que…
—Cállate —Le dijo frunciendo el ceño, su cabeza aún no estaba para soportar tanto ruido —Quiero agua — No tuvo que esperar mucho tiempo para que tiempo después sin decir ni una sola palabra Clark estuviera allí de vuelta con un vaso de agua.
—¿Por qué eres así? —Preguntó Clark mientras veía como Bruce se bebía el agua y giraba a mirarlo con el ceño fruncido, como siempre — Crees que puedes hacerlo todo, pero ¿Sabes?
—Puedo hacerlo todo —Fue su respuesta cortante, sin derecho a discusión.
—¡No! Deberías… ¿Quieres dejar de ser tan obstinado? Tú…
—Clark, por favor —Se quejó.
—No quiero… No quiero perderte —Bruce le miró a los ojos, pero esta vez sin fruncir el ceño, más bien parecía una disculpa silenciosa —Te amo.
Y allí estaba, sus latidos acelerados y ese abrazo que algún día le rompería una costilla.