Esperaré por ti

By KatheBravo

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-¿Confías tu nombre a un desconocido y no a mí? -¿Por qué tendría que confiar en ti? - Porque fui yo quien te... More

Al borde de un abismo
Afrontando la realidad
Cuando un extraño te salva
Perdiendo la cabeza
''Mi amor''
Como costal de papas
Ímpetu descontrolado
Al despertar
Arrogante
Un mejor amigo
«¿Te gusta como tu amigo agarra tu lindo culito?»
Salvándome de líos, de nuevo
Su roce en mi piel
Con ganas de matar al idiota
Una deuda que pagar
Mis reglas
Seamos claros
Disfruta la fiesta
El peor beso
''No te puedes ir''
Improvisando
Conocer a su familia, mala idea.
Juego de Ases
Alteras mis sentidos
Algo me falta
¿Un modelo?
¡¿Quién dijo boda?!
Nunca descuiden a su mascota
Un pequeño descuido
Una pesadilla
Odio, resignación, indignación y decepción
No todo es agonía
''ESPERARÉ POR TI''
¿Para qué esperar?
Nuestra felicidad
Tu turno.
¡Es hora de cambiarle el pañal!
Nos vamos a Ecuador.
Hemos llegado.
Algo rojo.
Problemas
El plan perfecto
''La venganza sabe mejor en plato frío''
Todos esconden un pasado que en algún momento trataremos de olvidar.
El día que mi vida cambió
Una vida normal
Una vez más
Gemelos
Reencuentro maternal
Decisiones inesperadas
Lunas de ausencia
Dos viajeros bajo el resplandor de la luna
¡Esto es guerra!
En Gallagher & Asociados
Epílogo

Un beso

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By KatheBravo

Estúpida. Así era como se sentía, como una completa estúpida. Había ido buscando venganza ¿Y qué lograba? Que el tipo despertara cada fibra de su ser.

—Maldito, maldito, maldito—repetía una y otra vez mientras golpeaba por enésima vez el volante—. Eres una estúpida, Juliette. Una estúpida.

Vinieron a su mente nuevamente los recuerdos de aquel día. Nathan la había provocado y por la reacción que provocó en ella al besarla, supo que estaba luchando para no desfallecer. Él sabía que no mantenía una vida sexual activa. Era obvio. Regresó a casa luego de varios minutos, pero no había nadie. Entonces recordó que su madre le había dicho que irían a un picnic con los padres de Rob, y para evitar encontrarse con éste último, decidió no ir. Meditó un instante sobre cómo había dado un giro su vida. Temía que de un momento a otro, todo se derrumbara. Tenía a su nombre la cafetería y se había esforzado mucho con un nuevo proyecto que iba marchando de maravilla. No tiene problema alguno en aprender, de hecho, lo hace muy rápido. Aprendió a cocinar, a conducir, a mantener el orden, realizó un curso de finanzas y aprendió todo lo que debe aprender de un viñedo, por circunstancias adversas no pudo concluir su carrera en el pasado, y sentía que no estaba hecha para la fisioterapia. Ella quería algo más. Le empezaron a gustar los negocios y se dio cuenta que ara eso estaba hecha. De pronto, las imágenes de unos labios carnosos rozando su piel, saltaron su mente, respiró hondo y las esquivó de inmediato. Lo extrañaba, sin duda alguna. Y se sentía culpable por tener que hacer pasar por eso a sus hijos. En algún momento crecerían y le preguntarían por su padre ¿Qué respondería entonces? Ya de por sí, era complicado explicarle a Natassia quien lo mencionaba a diario con palabras entrecortadas. Y él ¿Cómo la estaría pasando él? Nuevamente se sintió culpable. Ella sabía eso era lo mejor pero entonces ¿Por qué se sentía así? Extrañaba también a los chicos ¿Qué sería de ellos? ¿Se habrían casado? Por lo visto, Aarón seguía igual de coqueto que siempre, así que no se podría esperar más de los otros.

Era sábado por la mañana y habían pasado cerca de dos semanas desde aquel último encuentro y ni Juliette, ni Nathan lo estaban pasando del todo bien. Éste último no podía quitársela de la cabeza. Le tranquilizaba el hecho de que ella no había estado en otros brazos que no hayan sido los suyos. Su reacción al haberla besado la delataba. Pero necesitaba controlarse, tenía que quitarse de encima aquel impulso de ir a buscarla. Sin duda alguna, él no lo haría. Ella tenía sus razones para estar alejada. Estaba feliz con lo suyo y no podía obligarla a quedarse. Era su decisión y él la aceptaría. No obstante, tenía gana de ver a los niños y aunque era abogado, sabía cómo se manejaba el asunto. Pero no quería introducirse en ello. Podrán pactar entre ambos quedarse con los niños cada cierto tiempo, pero no se atrevía, aunque se muriera de ganas por abrazarlos, por escucharlos reír o llorar. No quería que sufrieran al ser alejados de su madre, ellos estarían seguros estando con ella.

Por otro lado, Juliette había decidió ignorar cualquier pensamiento relacionado a Nathan, pero no lo tenía nada fácil. Pues los periódicos hablaban de cómo el guapísimo modelo y a la vez abogado, había logrado contraer una enfermedad de transmisión sexual. También mencionaban sobre la repentina llegada de su ex esposa pelirroja al bufete y la interrupción a una reunión importante entre varios ejecutivos. Sus padres habían entrado en un ataque de histeria al leer aquella noticia, pero cuando logró explicarles que todo era una farsa, se tranquilizaron. Sin embargo, no hallaban ético que ella saliera en los periódicos y más aún, que se hablara de una enfermedad de transmisión sexual contraída por parte de su ex esposo y padre de sus hijos.

Y otra vez—: Maldito, maldito, maldito.

Tenía que olvidarlo, necesitaba hacerlo. Su recuerdo dolía y había olvidado cuánto. Pero aún seguía atormentándola aquella pregunta ¿Sería justo que sus hijos crecieran alejados de su padre y viceversa? Nuevamente empezó a sentirse culpable por lo que podría estar pasando Nathan.

De un momento a otro, una idea se le vino a la cabeza e inmediatamente su puso de pie y se dirigió a su habitación.

«Ya basta de comportamientos estúpidos» Se dijo a sí misma. Abrió una de las maletas que aún contenían artículos y demás luego del viaje y de ella extrajo un cofre con varias fotografías. Vio el reloj de su muñeca y se dio cuenta que era temprano aún, bajó con el cofre, varios jueguetes y unos botes de acuarela, y salió de casa nuevamente pero esta vez con sus tres hijos.

Al llegar a aquella enorme casa con un precioso jardín, tan impecable como lo recordaba, se encontró con Máximus y Luz, quién corría detrás de él. No puedo evitar sonreír antes de fundirse en un afectuoso abrazo.

—Si hubiera sabido que vendrías, te habría recibido en otras fachas. Mírame nada más. Y mírate tú, estás tan guapa... Y estas tres criaturitas, mira qué grande están...

—Lu, Lu, Lu—dijo rápidamente la pequeña Nat dando pasitos rápidos hacia Luz para que la tomara en brazos, mientras Juliette sacaba a los otros dos bebés del coche.

—Gracias, Albert, te llamaré ¿De acuerdo? —Dijo Juliette mientras se abrochaba el canguro para los gemelos—. Diles a mis padres que salimos de paseo, no quiero que sepan dónde estoy, no quiero preocuparlos.

—Está bien, Juliette

—Vamos, entremos a la casa.

—Vamos—sonrio Jul mientras tomaba una enorme pañalera—. Ser madre de gemelos es difícil—gruñó mientras se le caía.

—Deja que yo me encargue, cariño—propuso Luz.

—Eres un amor, dime ¿Cómo están los chicos?

—Todos está bien, Nathan no está en casa. Salió desde ayer y vaya usted a saber dónde se habrá metido.

Juliette sintió una terrible punzada en el estómago, sin embargo la dejó pasar. Tampoco había ido allá para encontrarse con Nathan, pero una parte de ella se habría alegrado de verlo.

—¡Eh, familia! —Gritó de pronto dejando asombrada a Luz, pero le restó importancia al ver que no había cambiado en anda—. No me digan que siguen durmiendo, pero qué holgazanes han sido sus tíos, eh. Venga, Nat, lo que te enseñé, vamos, agarra el claxon de juguete. Venga, cariño, ése, sí—dijo señalando la pequeña mochila de oso que tenía la pequeña, la tomó de la mano y se dirigió a la habitación de los chicos.

—¡¿Pero qué coño...?! ¡Basta ya! ¡Luz, que se ha metido alguien a la casa! —Gritó Sean— ¿Se puede saber quién...—se quedó a medias al ver a unos pequeños piecitos bajo la cama—. Mira nada más qué tenemos aquí...—se agachó del otro lado de la cama y pudo observar a Natassia riéndose—. Sin duda alguna, era igual que tu madre. Ven a abrazar a tu tío—dijo sacándola y tomándola en brazos—. Con que he sido tu primera víctima ¿Eh? Esperemos a ver qué dice Ian cuando le hagas lo mismo—sonrió.

—Basta, Ben, deja de fastidiar...—roncó Aarón—. Un poco de privacidad no estaría mal... Qué no vez que ya creciste—dijo somnoliento, pero al notar que el cosquilleo no cesó, saltó de la cama—. ¡QUE YA! —gritó haciendo dar un respingo a Juliette y a los bebés.

—Pero qué poca vergüenza tienes ¿Eh? Así que ya tienes a alguien, picarón, que esa no me la sabía—rió Juliette mientras la rubia que se había despertado con el grito de Aarón se cubría con las sábanas con las mejillas al rojo vivo.

— ¿Juliette? Joder ¿Pero tú estás loca? ¿Qué haces aquí? ¿Sigue habiendo cupo? Mira que estoy disponible—sonrió coqueto mientras se levantaba para darle un abrazo. Inmediatamente la rubia le lanzó una almohada y empezó a coger todas sus cosas sintiéndose ofendida, pero Juliette al verlo se giró rápidamente.

— ¡Tápate! ¿Qué no ves que estoy con los niños? ¡Deberías aprender a dormir con ropa! —dijo y salió de la habitación de Aarón para dirigirse a la de Ben sigilosamente, no sin antes girarse para hablarle a la rubia—: Cariño, los hombres de esta casa no están hechos para las relaciones serias.

Al entrar a la siguiente habitación, notó un bulto en la cama y se acercó sin hacer ruido, tomó de su bolsillo un marcador y se dispuso a destaparlo cuando...—Ni se te ocurra—dijo una voz detrás de ella—. Que sepas que soy el que mejor sentido auditivo tiene y los otros niñatos gritan como nenas—sonrió Ben. Juliette frunció el ceño y descubrió el bulto de la cama y se dio cuenta que eran almohadas.

— JA JA JA JA JA JA—rió con desgana.

— ¿Así es como saludas a tu cuñado luego de tanto tiempo? Qué considerada...—dijo levantándola.

— Eh, que los estrujas—se quejó divertida mientras una idea maliciosa se le cruzó por la cabeza—. Ten—dijo sacándose Emma del canguro—. Está ansiosa porque la coja su tío y la espalda me está matando. Ah y por cierto, ya no soy tu cuñada, que lo sepas—lo señaló y salió de la habitación conteniendo la risa, la bebé era la más llorona y puesto a que recién acababa de comer, sabía lo que se venía después.

— ¡JULIETTEEEEE! —lo escuchó gritar mientras bajaba las escaleras con Nikolaj. Abajo se encontró con los chicos. Y Ben bajó al poco tiempo con la camiseta llena de vómito intentando calmar el llanto incesante de Emma.

— Ya nos hacía falta algo de humor en esta casa—dijo Luz desde la cocina al ver la cara de los chicos.

— ¿No pudiste escoger otra forma de despertarnos? —preguntó Ian amargado mientras cargaba en brazos a Natassia—. Ya está pesada.

— Seguro que has tomado en brazos cuerpos más pesados, Ian—dijo levantando una ceja

— ¿Qué edad tiene? ¿Cinco años?

— Joder, que llevan sin vernos un año luego de que les mencioné que nos iríamos y ya no recuerdan ni su edad—puso los ojos en blanco—. Debo confesar que es una suerte tremenda que aún los recuerde, pues ella tenía siete meses cuando ocurrió de aquel terrible incidente en la cabaña, para ese entonces ya llevaba unas cuantas semanas de embarazo. Luego, pasaron cinco meses más cuando Nathan me pidió el divorcio, para ese entonces, Natassia ya había cumplido un año. Sí, un año, pero no os preocupéis que la pasó de maravilla. Luego de eso, pasó un mes más cuando les comunicamos que saldríamos del país omitiendo ese fatal encuentro con mi querido ex esposo y como es de imaginarse, yo ya llevaba cerca de seis meses de embarazo. Una vez fuera, pasaron nueve meses más cuando Rob me invitó a su boda que sería dentro de 3 meses. Así que esos tres meses se fueron volando y aquí estamos. Llevamos dos semanas y unos cuantos días en el país. Deberán adivinar ustedes, qué edad tienen mis pequeñines. A ver qué tal listos son en las matemáticas ¿Eh?

— Natassia tiene dos años y un mes, y los gemelos deben estar próximos a cumplir diez meses—soltó de pronto Ian sin mirar a nadie más que a la pequeña que cargaba en brazos.

— Así es, nunca dejarás de sorprenderme, pesado—sonrió Juliette—. Ahora bien, a lo que hemos venidos—dijo mientras le hacía mimos a Nikolaj, tomó la pañalera y se la colocó en el hombro—. Empezaremos por la habitación del gilipollas.

— ¿Qué se supone que harás? —preguntó Aarón

— Vamos a decorar un poco este apagado lugar, se parece al castillo de la bestia ¿Pueden subir a los chicos? —dijo mientras subía las escaleras.

— ¡Me apunto! —se ofreció Ben sonriendo. El resto de chicos la siguió junto con Luz, nadie se lo perdería.

Luego de observar su ardúo trabajo, todos quedaron fascinados. Juliette había llevado para ella y sus hijos trajes para no mancharse la ropa, sin embargo, había sido inútil, todos estaban llenos de pintura. Había manitos de colores por todas partes, en las paredes pegaron varios dibujos que Natassia había hecho y entonces agradecieron la ausencia de Nathan, habría entrado en cólera, seguramente. Hasta Máximus estaba cubierto de pintura y no pudieron evitar reírse.

— Ahora, chicos, quisiera que me muestren ese lugar secreto, y no acepto un no por respuesta, por favor.

Todos se miraron sin saber muy bien qué decir, al final, fue Sean quien se levantó y le tendió una mano, todos los siguieron y llegaron a la planta baja. Una vez ahí la condujeron al estudio y se detuvieron frente a la estantería. Ian, que se había encariñado con Natassia, se acercó con ella en brazos y sacó el primer libro. Luego movió la diminuta tabla que estaba detrás y presionó el botón que lo ocultaba. Inmediatamente la estantería se deslizó primero hacia afuera y luego hacia un costado, encendieron la lámpara e ingresaron a aquel enorme salón, era como si existiera otra casa dentro de la casa. Bueno, no tan grande tampoco. Pero había de todo, Juliette se quedó encantada. Había varios juegos de mesa, un mini bar, baños, estantería, una chimenea y un piano, varios juegos de muebles blancos colocados frente a una enorme pantalla de Tv en la pared, al otro lado se encontraba la cocina, y frente a ésta, el comedor. Todo era completamente brillante y el blanco hacia que reluciera aún más.

— Ése es el cuarto de Nathan—señaló Sean. Juliette abrió ambas puertas y bajó los escalones, la cama era amplia, frente a ésta había una pared que proyectaba una especie de campo, tomó el control que se encontraba en una pequeña mesita junto a la cama y presionó un Otón, inmediatamente cambió de imagen y luego mostró una playa de noche, había también dos sillones y un puf. Todo estaba ordeno e impecable.

— Pues bien, aquí no hay mucho por hacer—dijo saliendo de su encanto—. Sólo colaré unas cuantas cosas, este lugar es perfecto ¿Podrían dejarme sola, por favor? Prometo no romper nada—sonrió.

A los pocos minutos y luego de la insistencia, todos salieron de ahí y Juliette se quedó sola por fin y pudo llorar como no lo había hecho antes mientras colocaba las fotos de los pequeños en el cuarto de Nathan y el salón. Lo único que le faltaba a ese cuarto, era un toque de ternura, y las fotos no quedaban mal. Claro que ella se había asegurado que en ninguna saliera ella, así que por eso no se preocupó, cuando terminó se dirigió al baño y se lavó la cara. De pronto escuchó una voz femenina que no le resultaba familiar. Había dejado la puerta abierta así que podía escucharlo todo. Salió del "salón oculto" y se encontró con una joven alta, castaña y un pequeño de unos cuatro o cinco años que jugaba con Natassia.

— Ya te dije que no está, Celine. Es mejor que te vayas, tu presencia en este momento, no es necesaria...—dijo Ian conc ara de pocos amigos.

— Tú no puedes prohibirme nada, necesito hablar con él para irme tranquila...

— ¿Tú eres Celine? —preguntó Juliette por detrás—. Vaya, mucho gusto—sonrió amargamente.

— ¿Quién eres tú?

— Soy Juliette, seguramente tu hermano te habrá hablado de mí.

— ¿Podemos hablar en privado? —preguntó.

— Mira, Celine, no es buena idea...

— Cállate Aarón, por favor—pidió Juliette.

— Supongo que sí, salgamos un rato—propuso y así lo hicieron. Se aseguraron de estar lo bastante alejadas para no ser escuchadas. Juliette no podía negar que era realmente hermosa, a pesar de ser mamá, se mantenía esbelta. No le quedaba duda de por qué Nathan se había fijado en ella. En absoluto ¡Hasta parecía modelo!

« ¿Será que en esta familia exista alguna persona poco atractiva?» se preguntó a sí misma.

—Mira, Juliette, te conozco muy poco. Pero pude darme cuenta cómo la está pasando Nathan. He tratado de hablar con él desde que supe que te habías marchado... No sabes cómo lamento todo lo que les pasó y ahora que estás aquí, quiero pedirte disculpas, me temo que tuve mucho que ver. Si no hubiera fingido mi muerte, probablemente esto no habría tenido lugar. Y ustedes ahora fueran una familia unida... Quiero disculparme también en nombre de mi hermano. Él realmente está muy arrepentido, se dio cuenta que fue responsable de todo lo que pasaron y asumirá las consecuencias, está dispuesto a responder penalmente por lo sucedido... Claro que todo esto me lo dijo luego de haberse asegurado que yo no había muerto. Asumo que Nathan ya te habrá contado nuestra historia. Quiero decirte que yo lo quise, como a nadie. Pero a veces el ser humano comete errores mínimos y se deja llevar sin medir qué tan grave puede ser el daño. Me dejé llevar, así, sin más. Nathan no ha sido una persona muy afectuosa, al menos no lo fue conmigo y yo esperaba más, necesitaba sentirlo cerca, pero él no pasaba en casa la mayor parte del tiempo. No intento justificar lo que hice, pero puedo decir que esa fue la razón por la que se fue apagando poco a poco lo que sentía por él e insisto, lamento cómo se dieron las cosas.

Juliette sabía que Celine había hablado sin para que no la interrumpiera,, se conocía lo suficiente y sabía que no quería escuchar aquello, no era con ella con quien tenía que hablar, la miró y le dijo—: Quiero que sepas que agradezco lo que estás haciendo, en serio. Y no te preocupes, acepto tus disculpas y las de tu hermano. Pero nadie, absolutamente nadie podrá comprender lo que yo sentí en aquel momento a menos que lo haya vivido. Acepto sus disculpas pero no podrán reparar aquel daño, ni si quiera podrán ayudarme a cesar aquel miedo que llego a sentir al quedarme sola por mucho tiempo, o aquel golpe seco fuerte que se asemeja al de un disparo. Nadie podrá eliminar de mi mente ninguna de las imágenes de aquel día. Yo también lamento que las cosas se hayan dado del modo en que se dieron—dijo mirando hacia la casa—. Es duro tener que alejarte de todo lo que quieres, y creo que ya lo sabes—dijo dando a punto de retirarse.

—Juliette...

— ¿Hay algo más? —preguntó mirándola con ojos vidriosos.

—En serio lo siento tanto...—dijo al borde del llanto—. Pero yo más que nadie sé cómo es tener que explicarle a tu hijo, porque su padre no está a su lado. No es justo que Nathan pague por algo de lo que no era responsable, hazlo por ellos, por los niños, se ha perdido de una etapa importante, no dejes que se pierda del resto.

— ¿Por qué no pudo decírmelo? ¿Por qué esperó a que todo esto sucediera? Estábamos casados ¿Sabes? Él no confió en mí, nunca lo hizo.

—Sé cuánto lo quieres y aunque pienses que no, él lo hace también. Si no, dime ¿Por qué siendo abogado no lucha por la custodia de los niños? Él sabe cuánto duele que le arrebaten lo que más quiere.

Juliette no pudo seguir escuchando se dirigió a la casa, con su mejor sonrisa empezó a recogerlo todo. Tenía que salir de aquel lugar a la de ya.

— ¿No crees que es mejor que esperes aquí hasta que llegue Nathan?

—No, Luz, nadie sabe dónde está y además, no vine a verlo a él. Ya la casa cogió algo de color ¿Verdad mis niños? —Le sonrió a los gemelos—. Vamos, Nat, despídete de tus tíos que Albert nos está esperando.

—Jiliette ¿Hay algo que nos estés ocultando?

—No... O bueno, sí. Lo había pasado por alto. Estaremos dos días más aquí, partiremos nuevamente a Austria...

—Estás de broma ¿Verdad? —preguntó Ben sonriendo—. Pero...

— ¿Está loca, Juliette? ¿Se puede saber entonces por qué viniste? —preguntó Aarón enojado.

—Lo siento, chicos, yo ya les había dicho que permanecería fuera durante dos años o más. Rob nos invitó a su boda y por eso regresamos, nos quedamos unos cuántos días más pero ya es hora de volver.

— ¿Todo esto es por Celine? ¿Tuvo algo que ver? —preguntó Seaan—. Jul, ella no...

— ¡Ya basta! —Interrumpió Juliette—. Esto no tiene nada que ver con ella.

—Ya no hay posibilidades de que tú y Nathan se arreglen ¿Verdad? —Preguntó Ian despidiéndose de Natassia—. Hasta pronto, princesa—susurró dándole un beso en la frente.

—Me temo que no—dijo y se despidió de todos.

***

Esa misma noche, Nathan regresó a su casa, había tenido que alejarse un tiempo para que evitaran hacerle tantas preguntas. Había pasado la noche en un hotel con piscina y se había olvidado un poco de todo. Varias mujeres intentaron coquetearle pero el rumor de que padecía de herpes continuaba y ni bien se enteraban, huían de él y de cierto modo, debe aceptar que lo agradecía. No quería tener con lidiar con mujeres. Había uno que lo volvía loco, sólo una. Esa pelirroja lo sacaba de sus casillas y al recordarla una vez más, sonrió y luego bebió de su copa de vino.

— ¿Dónde está todo el mundo? —preguntó al llegar a la cocina y saludar a Luz.

—Aarón acaba de ir en busca de una nueva conquista y los otros 3 están en el salón.

— ¿Está todo bien por aquí? ¿Me extrañaron? —sonrió mientras sacaba de la nevera zumo de naranja.

— ¿Es mi imaginación o te noto muy feliz?

—Por favor Luz ¿Qué pregunta es esa? Yo soy un hombre feliz—dijo dirigiéndose a su habitación.

—Vamos a ver si luego de verlo todo lo sigue siendo—susurró Luz.

Y como era de esperarse, Nathan bajó de dos en dos las escaleras y vio a los muchachos en el sofá—. Espero una buena explicación para todo esto—dijo molesto señalando una huellas de manos de color rosa en la pared. — Al notar que nadie respondía y que se dirigían miradas entre sí y luego al estudio, se dirigió hasta allí para ver si todo permanecía tal cual lo había dejado antes de irse. Sin embargo, al llegar, todo el enojo se esfumó de pronto. Había fotos por todas partes, aquí y allá. Observó a los gemelos su primer día de nacidos, y cuando Nat cumplió su primer añito... Se le formó un nudo en la garganta y dio un puño contra la pared, salió rápidamente al salón y preguntó —. Ella estuvo aquí ¿Verdad?

—Sí Nathan y se irá... Otra vez—respondió Sean y Nathan no pudo hacer más que aceptar e ir a su habitación.

***

Las horas pasaron volando, todos se encontraban en el aeropuerto, esperando a que anunciaran la salida del avión en el que partirían. A nadie le había pasado desapercibido el cambio de humor repentino de Juliette, tenía ojeras y estaba pálida.

— ¿Está todo bien, cariño? —preguntó su madre, pero Juliette sólo se limitaba a asentir y a sonreír con desgana.

—Ese es nuestro vuelo—dijo su padre y la miró fijamente—. Juliette ¿Recuerdas aquella chiquilla que un día prometió luchar por lo que siempre había querido? A veces me pregunto ¿Dónde quedó aquel espíritu? ¿Sabes? A veces la vida te da nuevas oportunidades, pero solemos ignorarlas ¿Recuerdas la primera vez que te embriagaste? Dijiste que había sido tan sencillo como tomar una decisión cuando se te da la oportunidad ¿Por qué no te preguntas a ti misma qué es lo que quieres? —sonrió con ternura y la abrazó.

—Ay, papá...

—Tranquila, mi niña, yo aceptaré y estaré contigo en cualquier decisión que tomes.

***

Eran las 11 menos cuarto cuando sonó el timbre aquella mañana. El sol relucía tan brillante como ningún otro día, era domingo y como las cosas se habían serenado un poco, la familia halló oportuno continuar con sus tradiciones familiares.

— ¡Un momento, ya voy! —gritó Aarón del otro lado, cuando abrió la puerta se quedó sin habla.

—Pero bueno ¿Se te han comido la lengua los ratones? Espabila, hombre.

— ¿Juliette? ¿Pero tu vuelo no salía esta mañana?

—Sí, pero no me fui. Decidí quedarme...¿Dónde está? —preguntó con cierta esperanza.

—Salió muy temprano, dijo algo como "Iré al lugar en donde todo empezó" —no entendí y tampoco quise preguntar. Pero entra, están todos aquí y les gustará verte.

— Espera ¿Al lugar en donde todo empezó? —preguntó extrañada—. Pero ¿empezar qué?

—No sé, también mencionó algo de "Dejar ir", creemos que estaba delirando—se encogió de hombros, últimamente nos hemos acostumbrado a ese extraño individuo—dijo jugando con Nikolaj.

De pronto los ojos de Juliette brillaron, era como si todo tuviera sentido, sabía exactamente dónde ir.

— Aarón, ¿te molestaría si te dejo a los pequeños un rato?

—Por supuesto que no, vengan tesoro míos, dijo colocándose el canguro.

—Deja de hablar como Luz, tú sí que estás empezando a asustarme—dijo riendo, se despidió de los pequeños y regresó con Albert, a quien le había dicho que la esperase en caso de ser necesario.

Al llegar donde le indicó, pudo visualizar el auto de Nathan, pero no lo vio por ningún lado, entonces el corazón empezó a palpitarle rápidamente imaginándose lo peor. Salió del auto y corrió hacia aquel puente donde ella había querido suicidarse años atrás. Pero entonces lo vio, llevaba la misma chaqueta de cuero y el cabello alborotado por el viento. Estaba sentado en el mismo lugar observando el mar.

—Parece una caída fuerte y seca—dijo acercándose—. Seguramente a los dos minutos de haber caído, dejarás de respira—sonrió cuando sus miradas se encontraron.

Nathan sonrió, sí, sonrió, la sonrisa más sincera que pudo haber visto en alguien. —Tú qué sabes—dijo y dirigió su vista al mar nuevamente.

—No mucho, pero sí más que tú al parecer—respondió cuando llegó a su lago. Al ver lo alto que estaba decidió quedarse de pie, mientras él permanecía sentado en las barandas.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó frunciendo el ceño.

—Vine a recordar y tú ¿Qué estás haciendo aquí?

—Yo vine a olvidar—respondió mirándola fijamente a los ojos—. Pero ya no estoy tan seguro.

—Creo que no nos hemos presentado bien—dijo extendiendo su mano para saludarlo—. Mi nombre es Juliette Isabelle Campbell Miller, tengo 26 años, soy divorciada y tengo tres hijos a los que amo más que a mi vida.

—Mi nombre es Nathan...—sonrió—. Nathan August Gallagher Coleman, odio mi segundo nombre y no tengo razón alguna para odiarlo, tengo 28 años, soy abogado y modelo a la vez, además tengo tres preciosos hijos...—respondió y le sostuvo la mano más de lo que dura un saludo—. Y estoy casado.

Juliette se desconectó de su mirada y sintió que aquel momento mágico se rompía ¿Había escuchado bien? ¿Está casado? ¿Cómo era posible que los chicos no le dijeran nada? Fue como si hubieran tirado sobre ella un balde de agua fría.

—Yo... No lo sabía, lo siento—sonrió con tristeza, como si se estuviera disculpando.

—Sí, estoy casado con la mujer que amo. La mujer que me convirtió en padre de tres hermosos niños. Conocí a una testaruda hace tiempo, me casé con ella, tuvimos varios inconvenientes y en un arranque de histeria y celos, le pedí el divorcio—sonrió—. Así es ¿Es normal que un hombre pida el divorcio? No, no lo es. Sin embargo lo hice y adivina qué—dijo bajándose de las barandas y se acercó aún más.

—Qué—preguntó Juliette con nerviosismo. No sabía si por lo que iba a decir o por lo que sentía al tenerlo muy cerca.

—Olvidé firmar los papeles—dijo, le apartó el cabello de la cara y sonrió al ver que cerraba los ojos—. ¿Qué sucede testaruda? ¿No se supone que no querías que te besara?

—Sí—susurró—. Dijiste que tenía un mal sabor.

—Puedo corroborar—dijo y entonces... La besó, como si no existiera un mañana, como si el tiempo no hubiera pasado entre ellos. Un beso cálido, que se sentía como en casa, un beso capaz de detenerlo todo a su alrededor, un beso sincero, capaz de sanar heridas. Un beso que podría significar nada pero que para ellos significada todo.  

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