—La verdad que no fue la mejor idea cogernos tremendo pedal un jueves por la noche, cuando el viernes yo tenía que venir a terapia y luego al trabajo directa, no.
—Pero ese mismo viernes me dijiste en nuestra sesión que lo pasaste bien, y eso es lo más importante.
—Sí, claro. —Fina asintió, acomodándose en la butaca de color azul y cruzando las piernas. Llevaban un largo rato de sesión, la terapeuta mirándola con interés a medida que la joven seguía hablando.— Más allá del mal trago, me lo pasé genial, la verdad. Fue espontáneo, fue divertido, fue... Fue como una cita, pero sin serlo, ¿sabes? Estuvimos hablando de todo, y de nada a la vez. Me contó lo de su hermano, y supongo que eso me ayudó a saber por qué ella tampoco es tan echada para adelante como finge que es cuando está con otra gente, pero es que me contó muchas cosas más. Le gusta el rock de los setenta pese a haber nacido casi en los noventa, y se ha recorrido medio mundo ella sola. Y pues-
—Fina, Fina. —la interrumpió la mujer.— Me sabe mal interrumpirte, pero deberíamos hablar de ti y no de Marta.
—Bueno, tampoco he hablado tanto de ella... ¿no?
—No, pero me da la sensación que estás centrándote en hablar de Marta para evitar algún tema que no quieres tocar. Y creo que se trata de algo que pasó el jueves, y que te incomoda muchísimo solo pensar en ello.
La joven desvió la mirada, evidentemente incómoda.
Desde el momento en que habían llegado al bar se había sentido como una niña pequeña que descubre un mundo nuevo, entrando en uno de los pocos espacios que Marta parecía considerar seguros para ella. Pensó en la manera en la que se había olvidado del mundo al cruzar por la puerta del Rincón de Chavela, la manera en la que durante las pocas horas que habían estado allí solo habían importado ellas dos. Pensó en cómo la conversación fluía sin problema, en cómo la mujer había sido clara tanto con sus intenciones como con sus circunstancias, en cómo había dejado que Fina estuviera ahí para ella cuando lo había necesitado. Pensó en cómo la había cuidado Marta, ya no solo esa noche desde el momento en que la había visto pasar por su lado en el callejón hasta el día siguiente, sino en todas y cada una de las veces que había dado la cara por ella o la había esperado.
Pensó en lo cómoda que había estado en un ambiente tan doméstico como el de la mañana después, sentada en un taburete de la isla de cocina charlando con la mujer mientras esta le preparaba tortitas. Pensó en cómo se les había ido el tiempo entre bocado y bocado mientras hablaban de sus planes del día, y cómo Fina le explicaba que tenía sesión con la psicóloga un rato más tarde y después tenía que ir directa al trabajo. Pensó en cómo había tenido que cambiarse corriendo en cuanto había visto la hora, aún con un trozo de tortita en la boca a medida que subía las escaleras, recogía sus pertenencias y se ponía el primer par de pantalones que encontró en el cajón. Pensó en el rápido beso en la mejilla que le había dado a Marta en su frenética despedida, mascullando un pequeño "gracias por el desayuno" antes de salir por la puerta sin darse cuenta que aún llevaba puesta la vieja camiseta de la mujer.
Pensó en todo aquello, y se dió cuenta que no podía negar la teoría de la terapeuta, pues entre todos los detalles en que pensaba había uno que confirmaba que esta tenía razón.
—No quiero hablar de ello.
—Lo sé. Pero no me parece ético dejar que pierdas el dinero hablando de Marta durante toda la sesión, en vez de atacar el problema. —La mujer se acomodó en su propia butaca, mirando a la chica por encima de sus gafas.— Fina, normalmente no diría nada y te dejaría explayarte, pero en el tiempo que llevamos trabajando juntas he visto que contigo es necesario no andarme con rodeos e ir al grano, sin sutilezas, porque así te recuerdo cuál es el objetivo de estas sesiones. Así que, ¿qué te parece si te cuento mi teoría?
—Vale...
—En la sesión del viernes y la de hoy he notado que estás diferente. Es algo que va más allá de haber conseguido la fuerza para bloquear a Anna y el posible enfrentamiento que pueda haber en septiembre cuando vuelva al rodaje, porque por lo que veo el carácter peleón que siempre dices que te solía definir está volviendo y estoy segura que te podrás enfrentar a ella cuando se dé la situación, independientemente de si lo haces mejor o peor. Creo que hay algo que pasó el jueves por la noche que te ha marcado, y te da miedo enfrentarte a ello por todo lo que puede conllevar sobre tu pasado, tu presente y tu futuro. —Fina abrió la boca durante unos instantes, para después cerrarla, decidiendo no interrumpir. Sin embargo, el sutil gesto no pasó desapercibido por la terapeuta.— ¿Prefieres decirmelo tú? Porque creo que sé que es, pero también creo que te iría mejor verbalizarlo tú misma.
Fina suspiró, asintiendo.
—Creo que el jueves me sentí cuidada por primera vez desde que murió mi madre, Eva.
—Cuéntame qué te lleva a esa conclusión.
—Mi madre murió cuando yo acababa de cumplir trece, y pues aunque mi padre ha intentado que no fuera así, creo que siempre he sentido que le cuido más yo a él que él a mí. Y pues no pasa nada, al final el hombre se ha matado para hacer que la empresa de chóferes funcione y que no me falte de nada. Pero... —Fina cogió aire, consciente de que ese "pero" parecía invalidar todo lo que había dicho antes de él.— El jueves Marta me hizo sentirme como que no había nada malo en el mundo, me hizo olvidarme de este estrés constante que llevo aguantando durante años. Siempre he estado estresada por una cosa u otra, la muerte de mi madre, los estudios, el trabajo, mis novias, mis amigos... es como que tengo un nudo en el estómago todo el día, un nudo que solo se afloja cuando me da por comer un montón, como si eso me hiciera sentirme mejor. Pero con Marta no sentí ese nudo en toda la cita, ni por la mañana.
—¿Y en qué momento te diste cuenta de que no sentías ese nudo?
—Pues... creo que un poco al salir de su apartamento, cuando miré el móvil. Vi la hora y me di cuenta que si el metro tardaba mucho no llegaría a nuestra sesión, y que luego al salir de terapia me tenía que comprar un bocadillo para poder comer de camino al trabajo, que en el trabajo sería un día caótico porque ya estamos acabando antes de vacaciones, y que luego en casa tenía que limpiar un poco, y...
—Entiendo. —la interrumpió la terapeuta.— Volver a la realidad te devolvió todos los sentimientos de ansiedad, unos sentimientos que estando con Marta parecieron desaparecer.
—Sí, la verdad. Pero a la vez, no es como que sienta que tenga que estar con Marta para que desaparezcan esos sentimientos... es como que simplemente fue bonito disfrutar de que esa ansiedad desapareciera un rato, porque mientras estuve en su casa mi mayor preocupación era estar con ella, y ella se encargaba de todo lo demás.
—Mhm. —la mujer asintió.— ¿Y eso te había pasado en tus relaciones anteriores?
—Pues no lo sé, la verdad. Tampoco es que haya tenido muchas parejas, siempre he sido más de... fluir con la gente. —la costurera sintió un poco de vergüenza al pensar en lo mujeriega que había sido en su pasado, escudándose en su apariencia y confianza para no sentar cabeza con nadie hasta que llegó Esther.— Osea, con Esther estuve casi cuatro años, pero creo que siempre supe que acabaríamos rompiendo, y eso me añadía más ansiedad...
—Ajá. —La mujer tomó un apunte en su cuaderno.— ¿Y por qué estabas tan segura de que Esther y tú romperíais?
—Ella siempre hablaba de irse a vivir fuera, tenía muchos sueños por cumplir y mucha ambición. Y pues genial por ella, pero es que yo no quería eso. Yo no quiero irme de Madrid, no quiero dejar a mi padre solo. Yo quiero hacer mil cosas y viajar a muchísimos sitios, pero después quiero volver a casa. —Fina jugueteó con la tela de la butaca, acariciando el suave terciopelo.— Cuando Esther me dijo que había aceptado el trabajo en París me alegré mucho por ella, pero me di cuenta de que no teníamos la manera de vivir ni teníamos la misma idea de cómo sería nuestro futuro, ni partíamos del mismo punto de partida... Ella siempre contó con la ayuda de sus padres, siempre fue una niña bien. No tenía miedo a tomar esa decisión porque tenía dinero, y siempre podía volver y trabajar en la empresa familiar si lo necesitaba. Yo no tenía esa opción, mi padre es autónomo, sólo tiene un par de chavales del barrio que le ayudan en algunos eventos y ya...
—Y, volviendo a lo de los cuidados, ¿con Esther no sentías que ella te cuidase como pareja?
—No, la verdad que no. —Fina nunca había pensado en ello, y ahora que lo hacía, descubría un nuevo pesar que gestionar en los próximos días.— Siempre fui yo quien la cuidaba, daba igual cuándo y cómo. Daba igual que ambas fuéramos pedo y yo estuviera peor que ella, daba igual si cogíamos el mismo virus y yo me encontraba fatal y ella como una rosa. Yo era la que la cuidaba, básicamente porque yo soy así y cuido a la gente que quiero y me niego a que me cuiden, pero... Es como que ahora que he visto como me ha cuidado Marta, me he dado cuenta de que eso es algo que quiero a partir de ahora, ¿sabes?
—Ajá. —la mujer escribió más notas en su cuaderno, dejando que Fina siguiera hablando.
—Y pues con Marta... El jueves antepuso que yo estuviera bien por encima de todas las cosas, y eso que ella llevaba dos días sin dormir. Y bueno, lleva cuidándome un tiempo, creo que desde que nos conocimos. Y desde que ha pasado lo... lo de Anna, —dijo con una mueca, a falta de una manera mejor de referirse al caos de los últimos meses— pues me ha cuidado mucho más, y eso que no sabía todo lo que estaba pasando. No sé, ahora que hemos hablado un poco más del tema, ahora que sí que hemos puesto una fecha para hablar y que sabemos que ambas queremos pasar a ser algo más... Pues es que no me parece mal estar con alguien que me cuide así, no siento que tenga que ser yo la que la cuide siempre. Creo que, de algún modo, hasta quiero que me cuide... Y siento que si me lío con ella y voy viendo qué tal, con cautela, no va a pasarme nada malo porque ella me cuida como yo siempre he cuidado de los demás.
—Y, entonces, ¿qué crees que es lo que aún te hace dudar en dar el paso con ella?
—No sé, la verdad. —Fina se quedó unos momentos en silencio, reflexionando.— No quiero ser una carga, supongo.
—¿Una carga?
—Sí. Marta es una mujer muy ocupada, tiene una empresa a su cargo y temas familiares que hacen que lo esté aún más. No quiero añadir más peso a sus obligaciones, no quiero hacer que... osea... es como que aunque quiero que me cuide, no quiero que se vea obligada a cuidar de mí. No sé si tiene sentido.
—Lo tiene. —La terapeuta asintió.— Fina, por lo que me has contado sobre ella, ya le importas lo suficiente como para que quiera cuidar de ti. Que Marta quiera estar ahí cuando sois "solo amigas", —la mujer levantó las manos e hizo un gesto de comillas, tan sarcástica acción haciendo que Fina dejase escapar una risa y se tapase la cara durante unos segundos.— indica que probablemente eso no va a cambiar si pasáis a ser un rollo o una pareja. Cuando una persona no tiene intención de engañar, su nivel de responsabilidad afectiva es algo que se puede ver claramente al inicio de una relación, sea platónica o romántica.
—Lo sé, y tiene sentido. Pero es como que no me lo creo, es como que siento que me va a hacer daño.
Eva asintió, apuntando algo en su cuaderno.
—Y Fina, ¿te has planteado que tu miedo puede estar naciendo de tu poca autoestima y tus inseguridades, y que tal vez no te da miedo que sea ella quién te haga daño, sino al revés?
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—Marta, cuánto tiempo sin verte. —La mujer la miró a través de las grandes gafas rojas de pasta con interés, viendo como la empresaria dejaba el bolso en un colgador cercano y se acomodaba en el sillón. Pese a los muchos varios meses que había tardado en volver a pisar el despacho, la mujer había entrado con la misma tranquilidad que paseaba en todos los ámbitos de su vida, el miedo de poder abrirse ante la otra olvidado muchos años atrás. La terapeuta tenía razón, pues la empresaria había decidido gestionar sus problemas en soledad, poniendo en práctica los sabios consejos que le había dado la mujer durante los años que llevaba trabajando con ella. Había sido la conversación que había mantenido con Fina el viernes por la mañana lo que la había animado a volver, asumiendo que no era sano pasarse horas bebiendo cada vez que su hermano la liaba así. La terapeuta le dedicó una mirada interrogante, empezando con la misma dinámica de intentar sonsacar información a una paciente con demasiada reticencia a hablar de sus sentimientos.— Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?
—Mi hermano, para variar.
—¿Crees que ha vuelto a pasar?
—Sí. Estoy segura de ello.
—Y vuelves a buscar soluciones y encontrar muros que te lo impiden, como creo que dijiste la última vez.
—Sí.
—Pero hay algo que no me estás contando.
Marta titubeó.
—No sé a qué te refieres.
—Marta, sigo tu caso desde hace una década. Te conozco bien, y está claro que hay algo más a parte de lo de tu hermano.
—Sí. —La empresaria acabó admitiendo entre suspiros.— He conocido a alguien.
La terapeuta, que normalmente permanecía completamente inexpresiva durante sus sesiones, no pudo evitar levantar las cejas en señal de sorpresa, sus labios separándose unos milímetros y su cuerpo irguiéndose con interés en cuestión de segundos. Abrió su cuaderno y apoyó su bolígrafo sobre el papel, lista para tomar notas de tan excepcional información. En los diez años que se conocían, era la primera vez que Marta mencionaba a alguien de interés que no fueran su familia o marido. Era la primera vez que su voz eliminaba su usual tono hastiado y se transformaba en un susurro inseguro, la primera vez que parecía haberse fundido la muralla de hielo que la rodeaba.
Era la primera vez que dejaba de ser Marta de la Reina, para ser simplemente Marta.
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—¡Hasta mañana chicas!
—¡Hasta mañana Fini!
La costurera se despidió de sus compañeras con gesto de mano y una gran sonrisa, sacando su teléfono del bolsillo y revisando las notificaciones a medida de que aceleraba el paso, consciente que en unos minutos pasaría el cercanías y que no podía perderlo si no quería esperar media hora extra. Estaba agotada, habiendo madrugado para ir a terapia y después habiendo aprovechado las horas muertas que tenía para ir a hacer un par de recados por la capital antes de ir a trabajar. Entrar en la productora había mejorado sus viajes de ida y venida al trabajo, se ahorraba unos veinte minutos de trayecto que le iban genial para poder descansar antes de ponerse con las tareas de la casa. Paró en seco para leer mejor los mensajes de Carmen y Claudia, su ansia por enterarse de los chismes ganando a las ganas de llegar a casa. Aparentemente la andaluza había quedado con Tasio esa misma tarde, aprovechando que el joven había empezado sus vacaciones un poquito antes que el resto del equipo. Pese a que el chico no era santo de devoción de la costurera, se le veía simpático y desenfadado, algo que Carmen necesitaba como agua de mayo. Por su lado, Claudia estaba tan feliz como triste, la alegría de que la hicieran encargada en la tienda contrastando con el hecho de que su ahora novio parecía estar más distante con ella, tardando más rato en responder y alegando que el trabajo le tenía mucho más ocupado. Fina suspiró, dándose cuenta de que los dos meses que había pasado atrapada en las redes de la actriz habían significado que no supiera nada de la vida de Claudia. En su propia defensa admitió que Carmen estaba un poco igual, pues la andaluza le había comentado que casi no hablaba con la extremeña por culpa de las diferencias en sus horarios laborales.
—¡Fina!
Una voz la llamó desde algún lugar del aparcamiento, haciendo que la chica levantase la mirada del móvil y buscase el origen de la llamada con cara de confusión. Un mal presentimiento le erizó la piel, la voz siendo aún demasiado familiar por mucho que hubiera intentado olvidarla. Miró a ambos lados sin ver a nadie, volviendo a caminar en dirección a la salida por un lado del aparcamiento, sin darse cuenta de las despedidas del resto de compañeros que se metían en sus respectivos coches. Asumió que la voz que la había llamado no había sido más que un reflejo de la larga sesión de terapia de esa misma mañana, tan liberadora como agotadora. Había conseguido poner orden a sus ideas, entendiendo por fin que estaba lista para dar un paso hacia delante, y dejar muchas cosas atrás. Fue entonces cuando chocó de bruces contra una figura esbelta, haciendo que su teléfono cayera al suelo y se estampase contra el cemento.
—¿Qué coj-? ¿Anna? —Fina dió un paso atrás, olvidando la existencia de su aparato en cuanto reconoció a la mujer que había delante de ella, mirándola con cara de enfado.— ¿Qué haces aquí?
—¿Tú que crees?
La costurera se quedó sin palabras durante unos largos segundos, incapaz de pensar en algo que no fuera el pánico que se apoderaba de ella. Notó cómo su corazón se le aceleraba inmediatamente, la ansiedad anudando su estómago y su garganta en cuestión de instantes a medida que procesaba el hecho de que la actriz se había presentado en el aparcamiento del estudio y no estaba de viaje como ella había supuesto que ya estaría.
—Pero, ¿no te ibas a Ibiza?
—Me voy mañana. —Anna le cogió del brazo, sin aplicar ningún tipo de fuerza pero con firmeza. Fina tragó saliva.— Tenemos que hablar.
—No. —La costurera se zafó del agarre de la otra, dando un paso atrás para poner distancia entre ellas.— No tenemos que hablar de nada.
—Fina, vamos a hablar. Puedo solucionar lo que sea que haya hecho.
—¿Lo que sea que hayas hecho? —Fina se quedó sin palabras ante la falta de sentido común de la mujer, cuya responsabilidad afectiva era inversamente proporcional a su narcisismo.— Hay que joderse.
—Sí, Fina, puedo solucionarlo, lo que sea. Vamos a hablar.
—Anna, creo que bloquearte en todos lados deja bastante claro que no quiero hablar contigo.
—¿Ese es tu plan? ¿Bloquearme en todos lados y así librarte de hablar conmigo?
—Pues sí, precisamente ese es mi plan. Y tengo mis razones para bloquearte.
—Razones de mierda.
—Lo que tú digas.
—¿Cuánto llevas poniéndome los cuernos?
Fina sintió un latigazo solo de escuchar la tan inesperada pregunta.
—¡¿Qué?!
—Ahora no te hagas la tonta.
—Anna, no me jodas, eh. —Fina no podía creer lo que estaba oyendo.— Déjame en paz.
—¡¿Qué pasa?! —Anna aumentó el volumen de su voz, captando la atención de un par de camarógrafos que se metían en un coche cercano.— ¿Ahora no tendrás los ovarios de negarme que el jueves estabas con Marta de la Reina de fiesta, no?
—Joder tía, entre lo bien que se te da tocar los huevos y la capacidad que tienes de darle la vuelta a las cosas te deben salir unas tortillas de la hostia. —Fina se agachó y recogió su teléfono del suelo, irguiendo su espalda en cuanto se levantó en un intento de reunir algo más de confianza en sí misma. Dió unos pasos adelante, intentando seguir su camino sin importarle si el aparato seguía funcionando siquiera, para ser obstaculizada por la otra. Fina decidió seguir andando, dándole un codazo mientras pasaba por su lado, dirigiéndole lo que esperaba que fueran las últimas palabras que cruzase con ella.— Anna, que me dejes en paz de una puta vez, coño.
—No. Ya que me has puesto los cuernos con esa zorra, lo mínimo que me merezco una explicación.
Fina paró en seco, incapaz de ignorar el veneno que escupía la otra por la boca.
—¡¿Pero tú te escuchas, pedazo de loca?! —exclamó la costurera, girándose de golpe, alzando la voz con cada palabra que pronunciaba. Algo dentro de ella acababa de explotar, la indiferencia que había asumido que sentía convirtiéndose instantáneamente en rabia, sus brazos abriéndose ligeramente en señal de frustración.— ¡¿Tú te estás puto oyendo a tí misma?! ¡¿En serio crees que te mereces una explicación?! ¡¿En serio crees que tú eres la víctima en esta situación?! Me enviaste treinta mensajes poniéndome de puta para arriba, ¡¿y te preguntas por qué te bloqueo?!
—¡Porque es lo que eres! —gritó la actriz, volviendo a mostrar su verdadero yo.
—¡Que me dejes en paz, puta psicópata! —gritó la costurera, incapaz de mantener la compostura ni un momento más.— ¡Que me tienes harta con tus mierdas! Te has pasado dos meses haciendo de mi vida un putísimo infierno, haciendo que me odie a mí misma y que no sienta ni un puto momento de felicidad desde que te conocí, hasta el punto de querer morirme antes de compartir habitación contigo, ¡¿y ahora te pones a hacerte la víctima y a insultarnos a mí y Marta?! ¡Déjame en paz de una vez, joder!
Fina no pudo controlar sus acciones, siguiendo sus gritos con un empujón a la otra en un intento de poner distancia entre ellas, pero causando que la actriz se tropezara y cayera de culo contra el asfalto.
—¿Pero de qué coño vas? —gritó Anna desde el suelo, empezando a levantarse entre soplidos.
Dándose cuenta de lo que acababa de hacer, la rabia y confianza de Fina desaparecieron tan rápido como habían aparecido, haciendo que la costurera diera unos pasos hacia atrás mientras buscaba a su alrededor a alguien que pudiera ayudarla. En cuestión de segundos la mirada de la costurera coincidió con la de Merche, que se había quedado rezagada acabando el patrón de un vestido y había acabado su turno un poco más tarde que las demás. La vasca se quedó mirando a su compañera durante un instante, la llave de su coche en su mano mientras procesaba la situación, reconociendo por fin a la actriz y dándose cuenta de qué estaba pasando. Aunque Fina no les había explicado el alcance de su relación, sí les había explicado que habían estado juntas y pasado por una mala ruptura la noche de la fiesta. La costurera aceleró el paso, pasando de largo de su coche y acercándose a ellas mientras reclamaba su atención.
—¡Chicas! ¿Va todo bi-
—¡¡Fina!! —Las palabras de Merche fueron interrumpidas al sentir como alguien chocaba contra su brazo, pasando por su lado sin frenar mientras el nombre de la costurera más joven escapaba de sus labios. Marta de la Reina adelantó a la vasca a toda prisa, habiendo dejado caer su maletín a medio camino ante la atenta y atónita mirada de su hermano, con el que salía del edificio y al que había dejado con la palabra en la boca. Tanto él como el resto de los presentes desviaron su atención de las conversaciones que mantenían, las llaves de sus automóviles y de sus teléfonos a las tres mujeres, viendo como la empresaria tardaba tan solo unos meros segundos en llegar a donde las otras discutían.— ¡¿Pero se puede saber qué está pasando aquí?! —preguntó en cuanto las alcanzó, viendo como Anna se sacudía la suciedad de los pantalones y miraba a la costurera con cara de puro odio.— ¡¿Qué espectáculo es este?!
Fina tragó saliva, sintiendo como la mano de Marta la apartaba de la actriz, instándole a situarse tras ella. Pese a ello, Fina se mantuvo donde estaba, consciente de que la presencia de la empresaria solo empeoraría las cosas.
—Perdón, eh, —Fina dudó con sus palabras, intentando ser ella quien apartase a Marta de la actriz.—... doña Marta... es que-
—Doña Marta dice. —Anna sonrió con burla, agitando la cabeza.— Ya hay que ser falsa.
—¿Perdona? —la empresaria le dedicó una mirada de odio, pese a no saber al cien por cien a qué se debía el comentario.
—Anna, no la metas en esto. —Fina no se podía creer que estuviera pasando lo que estaba pasando delante de sus propios ojos, viendo como ambas mujeres se miraban la una a la otra con desconfianza. Parecían dos perros a punto de pelear, sus dientes apretados a medida que ambas se contenían, esperando a que fuera la otra la que disparase primero. Fina puso las manos en los hombros de Anna y la empujó sutilmente hacia la calle, intentando que la mujer aceptase apartarse y así evitar que Marta se viera más envuelta en ese escándalo. No quería que Marta la viera así, tan sumisa, tan rota. Y menos justo ese mismo día en que en terapia había mencionado que había conseguido empoderarse. La actriz abrió la boca para hablar, siendo interrumpida por la costurera antes de que pudiera dedicar alguno de sus atroces comentarios a la mujer.— Anna, por favor.
—Se ha metido ella sola.
—Anna, por favor, vámonos a otro sitio a hablar, ¿vale?
—No, ni de coña. —La actriz dió un paso adelante, volviendo a cerrar la distancia entre las tres. Marta empujó levemente a Fina, instándole a recular otra vez.— Vamos a hablarlo aquí, que se entere todo el mundo de lo que te traes con "doña Marta".
—No, no lo vais a hablar aquí. —Marta habló firmemente, decidiendo tomar las riendas de la conversación y colocarse completamente entre una y otra. Sabía qué podía pasar si la actriz perdía los papeles, y no pensaba permitirlo.— Estáis discutiendo en un lugar propiedad de la empresa, y estáis dando muy mala imagen.
—Tú no te metas, que esto no te incumbe.
—Aclárate, ¿me incumbe o no me incumbe? —Marta llevaba tan solo dos minutos en la conversación y ya estaba harta.— Porque si no me incumbe, lo discutís en privado, donde sea pero fuera de mi empresa. Lo que no voy a permitir es que montes un numerito en las puertas del estudio, donde cualquiera os puede ver.
—Mira Marta, no vengas ahora de moralista que bien que este fin de semana te has estado acostando con mi novia. —Anna hablaba a gritos, y Fina no pudo evitar cerrar los ojos con vergüenza, siendo consciente de que todo el mundo presente allí acababa de escuchar esa mentira.
—Ex-novia. —puntualizó la mujer, elevando el volumen de su voz para igualar al de la actriz. Marta se acercó a la otra con un paso.— Y tanto yo como Fina nos acostamos con quien nos dé la gana. ¿Tú quién te crees que eres para meterte en nuestra vida privada?
—Te podría decir lo mismo.
—No, no me puedes decir lo mismo. —La furia de Marta era evidente en su mirada.— Porque, al contrario que tú, yo no soy una psicópata narcisista que se aferra a su fama como un clavo ardiendo porque es lo único que tiene en esta vid—
Un sonido rápido y seco resonó por el lugar, rebotando y reverberando contra los vehículos a su alrededor, haciendo que se oyeran sonidos de sorpresa a su alrededor. La mano de Anna cruzó la cara de la productora de manera abrupta, un instante que pareció frenar el tiempo sin que ninguno de los presentes pudiera hacer nada por evitarlo. Las gafas de sol que la mujer llevaba en la cabeza salieron volando ante la violencia del golpe, los cristales negros rompiéndose en mil pedazos a medida que la montura metálica rebotaba contra el oscuro asfalto. La empresaria cogió una bocanada de aire, notando el picor en su mejilla a medida de que esta se teñía de rojo. Fina sintió el golpe como si lo hubiera recibido ella misma, viendo como la mirada de la empresaria se vaciaba completamente de cualquier emoción a medida que su mente procesaba lo que acababa de pasar.
—M-Marta...
La mujer no respondió al murmullo de la costurera, su mirada fija delante suyo y su respiración quedando totalmente cortada a medida que pasaba el tiempo. No reaccionó durante unos largos segundos, empezando a soltar el aire que había quedado acumulado en sus pulmones y tragando saliva, sus ojos azules empezando a mirar a su alrededor a medida que la consciencia volvía a su mente. Su mirada encontró la de la costurera, que seguía aún completamente boquiabierta y enmudecida ante la situación. Fina oyó pasos acercándose, pero no podía quitar sus ojos de la consternada mujer, entendiendo por su hueca mirada que, si hubiera estado a solas con Anna, probablemente habría sido ella la receptora de tan seco golpe.
Marta pareció salir por fin de su bloqueo, empezando a controlar su respiración, inspirando y exhalando profundamente y recobrando la compostura. Irguió su espalda y volvió a la pose altiva que tanto la caracterizaba, recogiendo la invisible máscara que le había arrebatado momentáneamente y colocándosela otra vez, escondiendo el dolor tal y como había hecho tantas veces antes.
—Estás despedida. —fue lo único que dijo cuando se giró hacia la actriz, su voz otra vez indiferente. Esta vez fue Anna la que se quedó patidifusa, tardando unos segundos en responder.
—¡¿Qué?!
—Lo que oyes. Estás despedida.
Anna sonrió.
—Tú no tienes poder para echarme, —respondió con soberbia.— tengo un contrato donde se deja claro que no me podéis echar antes de la segunda temporada. Yo misma hice que incluyeran esa cláusula.
—Lo sé, yo misma aprobé ese contrato. —El odio en las palabras de Marta era más que evidente.— Pero no solo tengo suficiente dinero para pagar lo establecido en esa cláusula, sino que además tengo dinero para pagarme a los mejores abogados y denunciarte por agresión en cuanto estés despedida.
—No te atreverás.
—No me tientes.
Anna resopló de frustración.
—Lárgate. Ni se te ocurra volver a pisar este estudio, no vas a volver a trabajar en esta empresa. —El mensaje de Marta era claro, su volumen suficientemente alto para que todos pudieran escucharlo.— Y, ya de paso, lárgate también de la vida de Fina. Te ha bloqueado en redes para que salgas de su vida, y más te vale respetar su decisión. No vuelvas a contactar con ella, no vuelvas a dirigirle la palabra, no vuelvas a mirarla. Si quieres que lo que acaba de pasar no salga a la luz más allá de los aquí presentes, sal de su vida para siempre. Pero haz cualquiera de estas cosas o algo que pueda hacerle daño, y voy a encargarme personalmente de destruir toda tu carrera a base de denuncias.
—Venga, va. —dijo la mujer con una mezcla de diversión e incredulidad.— Sabes perfectamente que eso no va a pasar.
—Créeme, no te amenazaría con ello si no estuviera segura de que puedo hacerlo. —Marta se agachó, recogiendo la maltrecha montura del suelo y frunciendo el ceño. Adoraba esas gafas, pero su valor era puramente económico. Las reemplazaría por unas nuevas, del mismo estilo. Volvió a mirar a la actriz.— Mira, Anna, voy a ser clara. Por mucho que tu equipo se haya pasado años intentando cubrir los rumores de que eres una maltratadora, en este mundo nos conocemos todos, y la gente habla de más. Igual que no me sería muy difícil probar lo que ha pasado aquí, teniendo en cuenta que este parking está lleno de cámaras y testigos, no me será muy difícil hacer pública la manera en que tratas a tus parejas y airear todos tus trapos sucios. —Marta sonrió con confianza a medida que se marcaba el farol, pues por mucho que tuviera sospechas, en verdad no sabía si Fina había sido la única víctima de la mujer.— Además, no eres la única que tiene un buen equipo de relaciones públicas. Si se diera toda esta situación, ni Dronning ni yo saldríamos tan mal parados como tú.
La actriz se quedó en silencio, claramente sopesando sus opciones. Miró a la mujer durante unos largos segundos, para después echar un rápido vistazo a la costurera, aún protegida unos pasos detrás de la empresaria. Anna resopló, decidiendo por fin que su mejor opción era darse por vencida. Puso los ojos en blanco y levantó las manos con un gesto dramático, indicando a la empresaria que aceptaba el trato a medida que empezaba a recular.. Su mirada se posó una última vez en la costurera, su cara pasando de indiferencia a asco. La miró de arriba a abajo, sonriendo con suficiencia.
—Tampoco mereces la pena.
La mujer se giró y se alejó de ellas, dejando a ambas mujeres inmóviles observando cómo desaparecía a través de la puerta del párking y se metía en su coche. Fina tragó saliva, siendo ella la que ahora no podía desviar la mirada de un punto perdido en el horizonte, las últimas palabras de la mujer reverberando en su mente como un interminable e irritante eco. Marta miró a su alrededor, sosteniendo la mirada a cualquiera que osase a seguir dirigiéndola hacia ellas y causando que todos decidieran que era mejor irse antes de meterse en problemas. La única que no sucumbió a su mirada desafiante fue Merche, que se acercó a su compañera de departamento y le ofreció un abrazo, acariciándole la cabeza y preguntándole con cariño si quería que la llevasen a casa. Fina asintió, dejando que la vasca la ayudase con su mochila y la acompañase al coche, dirigiendo una última mirada a la empresaria. Marta quiso hablar, pero Fina desvió la mirada antes de que pudiera hacerlo, la tristeza evidente en sus ojos. Marta suspiró, viéndolas irse y quedándose sola en cuestión de un minuto, su hermano esperándola en la puerta de la nave con el maletín que había dejado caer en su mano. La mujer se acercó a él, quitándole la cartera de las manos y rebuscando en ella, sacando su teléfono para después dedicarle una mirada de odio.
—Te dije que nos teníamos que deshacer de ella.
—Marta, yo no sabía...
—Me da igual. Me voy a casa.
La mujer se giró y caminó hasta su coche, aprovechando el corto trayecto para enviar un mensaje de texto.
Isabel 🥃
18:09
¿Estás libre esta noche?
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Nota de la autora:
Y con este capítulo, doy por (casi) cerrado el primer arco de YET... Y despido a la que sé que ahora es vuestra actriz favorita 😜 ¡¡Que levante la mano (o deje un comentario) quien se alegre de que Marranna haya desaparecido por fin!! 🥳🥳
Como siempre, muchas gracias por leer 🥰💖