Durante aquellos días de preparativos Martin y Juanjo no tuvieron mucha conversación, más bien algún roce por ideas contradictorias entre uno y otro. El último fin de semana que pasarían en España antes de partir hacia Roma Juanjo tuvo una visita inesperada, que apareció el viernes en la agencia con una maleta pequeña, una bolsa con tuppers y una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cómo está el mejor hermano del mundo?
-Javier, pero ¿qué haces aquí?
-¿Te crees que te ibas a ir a Roma un mes entero y yo no iba a venir a darte por saco?
-Ven aquí, idiota.- Y Juanjo abrazo a su hermano, a sabiendas de que a este no le gustaba mucho el contacto afectivo. En ese momento María se acercaba a la mesa de Juanjo.
-¿Y esa preciosidad que se acerca quién es?
-Mi becaria y la hermana del jefe, como te acerques a ella más de lo debido te la corto...
-¡Bueno, calma, co! Solo me acercaré si ella quiere...- Juanjo iba a contestarle con una colleja pero María ya estaba demasiado cerca.
-Juanjo, ya estoy disponible. Disculpa, es que justo me ha llamado mi madre.
-Tranquila, Maria.
-Oye Juanjo, ¿no me presentas a tu amiga?
El maño mayor lo fulminó con la mirada pero después sonrió sin enseñar los dientes.
-Bueno María, el cafre este de aquí es mi hermano pequeño, Javier. Javier, ella es María, mi nueva becaria.
-Encantada, Javier- la chica le ofreció su mano para saludarlo y este, encantado, la aceptó.
-Puedes llamarme Javi, Javier suena muy serio... oye, ¿y ese acento? Muy de Madrid centro no es.
-Soy vasca, llegamos hace muy poco a la capital para instalarnos aquí.
-¿Y cómo llevas lo de hacer amigos? Porque si tú quieres...
-Javier- lo cortó su hermano- ¿tengo que recordarte que tú vives en Magallon?
-Bueno, de eso quería hablarte... al final si puedo hacer el máster aquí en Madrid- respondió el maño menor, esperando la reacción de su hermano.
-Juanjo, disculpa que os interrumpa, voy a llevarles a los chicos los diseños de hoy. Ha sido un placer, Javi. Ya le pediré a tu hermano el número, que parece que te voy a ver bastante...
Javier le sonreía embobado, y de esa misma manera la vio irse...
-Así que Javier Bona en Madrid, ¿eh? Ven, coge las llaves de mi piso, vete allí a dejar las cosas y descansar y a las cinco te quiero aquí puntual... vas a venirte al bar a tomar algo con nosotros y luego hablaremos cuando lleguemos a casa.
-Vale Juanjo... nos vemos un rato.- Y se fue, saludando con la cabeza a los amigos de su hermano que se iba encontrando por el camino, y también a Martin, que salía en aquel momento de su despacho con el móvil en la oreja.
-¿Ese quién es? ¿Tu clon?
-Mas quisiera... es mi hermano pequeño.
-No puede negarlo.
-Ya... oye, ¿vienes esta tarde a tomar algo? No lo hemos hablado por el grupo porque es costumbre, pero eso...
-Si. Me pasaré por ahí al salir. ¿Pasa algo si me llevo a María?
-Si,- respondió Juanjo de manera seria, aunque continuó con una sonrisa de medio lado -que al menos habrá un Urrutia en el bar que me caiga bien.
Martin se contuvo al decirle lo gilipollas que era, y de paso procedió a ignorarlo después de una mirada por encima del hombro, yendo a saber dónde. Juanjo sonrió satisfecho, el placer de provocarlo, de la manera que fuera, le llenaba de orgullo.
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Si Martin llega a saber que aquella tarde iba a ver al camarero del bar mirando con ojitos de cordero degollado a Juanjo mientras hacía pucheros, no hubiera ido. Menudo martirio.
-¿Qué voy a hacer yo sin ver en un mes esos ojitos verdes que tienes?
-Va a pasar súper rápido, cuando te des cuenta ya estaré aquí haciendo que me consientas los caprichos...
Guillem fue a servir las bebidas y a pedir el aperitivo que había anotado mientras Javier, que no podía callarse una, decía:
-Hermano, ¿tengo nuevo cuñado o qué?
Todos rieron excepto Martin, que fulminaba con la mirada a Juanjo, y este, sin entender por qué pero sabiendo que le estaba jodiendo aquella situación, le respondió:
-Bueno... nunca se sabe. Hace mucho que no me besan en condiciones, y Guillem tiene una boquita que...
Denna y Alex tosieron, el resto de sus amigos silbaron y se rieron y Martin... bueno, Martin echaba humo por las orejas, pero se quedó al margen para no liarla. Solo habían sido un par de besos, ¿qué más le daba? Y SABÍA que habían sido buenos, el cuerpo no miente, pero aunque tenía muchas ganas de decírselo en la cara decidió que lo mejor era callar por el bien de ambos, al final tenían que aguantarse durante un mes entero en otro país, bastante tenía con lidiar entre las ganas que tenía de volver a repetir lo de la discoteca y las que tenía de pegarle un puñetazo.
Martin se excusó un momento para ir a coger una llamada pero cuando fue a salir recordó el frío que hacía a esas alturas y decidió ir al baño, no tenían mala cobertura y escucharía mejor, aparte de no congelarse con lo poco que toleraba las temperaturas frescas.
A los pocos minutos entró alguien y lo ignoró hasta que colgó el teléfono. Era Juanjo. Este lo miraba apoyado en el lavamanos.
-Nos volvemos a encontrar en un baño, Urrutia.
-Para mi desgracia... Bona.
-¿Para tu desgracia? Será para la mía...
-Si, porque beso fatal y eso, ¿no?
Juanjo soltó una carcajada.
-¿Te has picado?
-¿Por esa mentira que has soltado? Venga, Bona, era yo el que estaba debajo de ti, se notaba lo "poco" que te gustaban mis besos...- habló irónicamente, remarcado las comillas cuando dijo "poco". -Me sabe fatal.
-¿El qué?
-Que eso no vaya a volver a pasar nunca. Si tú y yo volviéramos a liarnos caerías rendido a mis pies, puedes admitirlo en voz alta o no, pero ambos sabemos que es así.
-¿Desde cuándo tienes el ego tan subido?
-Desde que un gilipollas dice delante de mi que beso mal.
Y con las mismas salió de allí, seguido por Juanjo poco después. Ese fin de semana acabaron sus maletas, se despidieron de su gente y disfrutaron un poquito de su tranquilidad antes de la vorágine que significaba aquel viaje. No tuvieron mucho tiempo para pensar en lo que había pasado desde que la agencia tenía un nuevo director.