ESTRATEGIA DE GUERRA

By OND_MORE_WRITER

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La perfección es algo que busca mantener, presionándose a si misma y a los demás para lograrlo. Pero hasta la... More

EL ASESINÓ DEL MINOTAURO
CAPTURA LA BANDERA
RESULTO SER UN PECECILLO
GENIAL, UNA MISION
TERROR EN EL TUNEL LINCON

EL SABOR DE LA HUMILLACION

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By OND_MORE_WRITER

...

Después de un largo baño de agua fría, Medora camino a paso lento hacia el comedor, su mente sumergida en una tormenta de pensamientos que no lograba silenciar. Todo a su alrededor se desdibujaba; el murmullo lejano de voces, los ecos de pasos, nada llegaba a distraerla.

En su mente resonaba como un eco el recuerdo de lo sucedido en los baños.

Creaba teorías y murmura respuestas lógicas sobre el hijo de Sally Jackson, teniendo una unica cosa clara sobre el.

Era un niño prohibido.

Talvez de Zeus, eso explicaría como fue capaz de matar a el minotauro sin un arma, o Poseidón, el agua lo había protegido, de alguna manera contra Clarisse

Incluso si era agua de escusado, seguía siendo agua ¿no?

Que fuera un hijo de Hades era poco probable por lo que lo descarto rápidamente.

Una vez en el comedor, Medora se acomodó en la mesa de la cabaña 6 junto a sus hermanos. A su izquierda, quedaba un asiento vacío, y notó cómo Annabeth y uno de sus hermanos mayores, Héctor, se miraban con aire desafiante. Sentarse junto a Medora significaba liderar el ritmo y los temas de la conversación en la mesa, un privilegio que ambos claramente deseaban.

—Héctor —lo llamó, su voz cortante. El muchacho se tensó al instante y giró hacia ella.

—¿Sí? —respondió, algo dubitativo.

—Deja que Annabeth se encargue hoy —pidió Medora, sin ofrecer explicaciones. Annabeth lanzó una mirada burlona hacia Héctor, una chispa de satisfacción brillando en sus ojos.

—Pero... —empezó a protestar Héctor, pero una sola mirada firme de Medora fue suficiente para mandarlo a sentarse al otro lado de la mesa, derrotado. Annabeth, con una sonrisa victoriosa, se acomodó a su lado.

—Gracias —murmuró Annabeth antes de que el sonido de los cascos de Quirón golpeando el mármol resonara por todo el pabellón, pidiendo silencio. Todo el comedor guardó un respetuoso mutismo cuando el centauro levantó su copa.

—¡Por los dioses! —proclamó, y el grito resonó en coro por todo el comedor mientras todos levantaban sus copas al unísono.

Las ninfas comenzaron a acercarse con grandes bandejas de comida: racimos de uvas, manzanas brillantes, fresas frescas, queso, pan recién horneado y barbacoa humeante. Medora observó la variedad con interés, y tras seleccionar la manzana más grande, un racimo de uvas rojas y un plato de carne ahumada, se levantó, seguida por sus hermanos.

Frente a la gran hoguera en el centro del pabellón, Medora dejó caer las frutas y un buen trozo de carne como ofrenda. Cerró los ojos y murmuró una plegaria en voz baja.

—Atenea... —susurró, sintiendo el calor del fuego y el olor de la comida quemarse.

Al abrir los ojos, sus pensamientos se desviaron cuando vio a Percy, completamente perdido mientras observaba cómo Luke hacía su ofrenda. Una pequeña risa escapó de sus labios al verlo tan confundido. Con ese pensamiento divertido, volvió a su lugar en la mesa.

Se sentó, partió un pedazo de pan y lo rellenó con queso y carne antes de cerrar el improvisado sándwich y empezar a comer, disfrutando el sabor. A su lado, Annabeth aguardaba pacientemente su señal.

—Annabeth, puedes empezar. Ya conoces las reglas —dijo Medora con una leve inclinación de cabeza.

Annabeth asintió, aclaró su garganta y, con esa seguridad natural, comenzó a hablar, mientras el resto de los hermanos de la cabaña de Atenea escuchaban atentamente.

Unos 30 minutos después, cuando todos habían terminado su cena y el ambiente se encontraba animado, Quirón se levanto y pidió silencio.

El señor D se levantó con un gran suspiro. 

—Si, se supone que tengo que decir hola a todos ustedes mocosos. Bueno, hola. Nuestro director de actividades, Quirón, dice que la próxima captura la bandera es el viernes. La cabaña cinco actualmente tiene los laureles.

Un montón de feos vítores se levantaron en la mesa de Ares. 

—Personalmente, —continuó el señor D, —No me podría importar menos, pero felicitaciones. También, debería decirles que tenemos un nuevo campista hoy. Peter Johnson —Quirón murmuró algo— Ermm, Percy Jackson —corrigió el señor D— Eso es. Hurra, y todo eso. Ahora vayan a su tonta hoguera. Vamos.

Todo el mundo aplaudió.

Medora se levanto y le revolvió el cabello a Annabeth felicitándola por como llevo el tema de ese día. Annabeth sonrió, satisfecha por el reconocimiento, mientras Medora se unía a los demás campistas que se dirigían al anfiteatro. El cielo empezaba a oscurecer, y una brisa fresca recorría el campamento, creando un ambiente relajado. Los hijos de Apolo ya estaban preparados para liderar el canto de esa noche, y cuando todos se acomodaron en sus asientos, las primeras melodías comenzaron a fluir.

El anfiteatro se llenó de risas y buen humor, con bromas lanzadas entre los campistas, algunas anécdotas vergonzosas compartidas, chistes malos que arrancaban carcajadas y cuentos sobre los dioses, llenos de dramatismo exagerado. Medora se permitió relajarse, sonriendo ante las historias y los comentarios.

El ambiente era agradable, un respiro bienvenido después de días tensos. Entre risas y canciones.

...

Al día siguiente, Medora se levantó sintiéndose inusualmente renovada. La falta de pesadillas había sido un alivio bienvenido, y caminaba por el campamento con una sonrisa de satisfacción, disfrutando del aire fresco de la mañana. A medida que avanzaba, su mente iba repasando la lista mental de tareas para el día.

En el primer puesto de esa lista: entregarle a Percy su horario. Sabía que el recién llegado aún se estaba adaptando a la vida en el campamento, y aunque no lo admitiría fácilmente, Medora sentía una ligera responsabilidad por asegurarse de que él no se perdiera entre las rutinas y entrenamientos de los semidioses.

Mientras caminaba, disfrutando de la tranquilidad de la mañana, pensó en la forma más sencilla de explicarle el funcionamiento del campamento. Sabía que Percy estaba lleno de dudas y, por lo que había observado, no se le daba bien seguir instrucciones. Sin embargo, Medora estaba decidida a cumplir con su tarea, sabiendo que con el tiempo, él tendría que aprender a valerse por sí mismo.

—Bien, primero a la arena de entrenamiento y luego veré cómo hacer que entienda el resto —murmuró para sí misma mientras se dirigía hacia la cabaña 11, donde Percy debería estar.

Cuando entro observo como la mayoría se encontraba haciendo sus camas o preparando sus cambios de ropa para el día.

Luke fue el primero en dirigirle la palabra cuando en cuanto la vio.

—Dora ¿Qué te trae por aquí? —preguntó Luke, con una sonrisa divertida—. ¿Acaso otro de mis muchachos te causó problemas?

Medora negó con la cabeza, cruzando los brazos con aire relajado.

—No esta vez, Luke. Estoy buscando a Percy —respondió, echando un vistazo por la cabaña—. Tengo que darle su horario.

Luke soltó una risa ligera, encogiéndose de hombros.

—Ah, el chico nuevo. Se está adaptando, aunque ya sabes cómo es la cabaña 11... un poco caótica —dijo, señalando a los campistas que corrían de un lado a otro, organizándose a duras penas para el día.

Medora asintió, consciente del caos que siempre parecía rodear a los hijos de Hermes. Aunque Percy no había estado allí mucho tiempo, ya era evidente que aún no se había acostumbrado a la vida en el campamento. Su mirada se deslizó por el espacio hasta que finalmente lo vio, algo desorientado, con el pelo revuelto y la ropa un tanto desaliñada.

—Ahí está —dijo, acercándose a el—. Oye. Aquí tienes tu horario niño. Vas a necesitarlo si no quieres perderte la mitad de las actividades.

Percy levantó la mirada, algo sorprendido de verla. Tomó el papel que Medora le extendía, su expresión una mezcla de agradecimiento y confusión.

—Gracias... creo —respondió, mirando el horario como si estuviera escrito en otro idioma.

Medora sonrió con paciencia.

—No es tan complicado como parece. Te sugiero que empieces por la arena de entrenamiento. Nos vemos ahí en un rato —le dijo, dándole una palmadita en el hombro antes de girarse para salir de la cabaña.

Mientras se alejaba, pudo escuchar a Luke murmurando en tono burlón:

—Buena suerte, Percy. La vas a necesitar.

Percy miró el horario con el ceño fruncido mientras Medora se alejaba, claramente confundido por la cantidad de actividades que debía completar en un solo día. Luke, aún sonriendo, se acercó a él, dándole una palmada en la espalda.

—No te preocupes tanto, novato. Al principio todo parece una locura, pero poco a poco te acostumbrarás. Solo intenta no morir en el proceso —bromeó Luke, aunque había un trasfondo de seriedad en su voz.

Percy sonrió con nerviosismo, sabiendo que en el campamento todo, desde las actividades hasta las bromas, tenía un toque mortal.

—¿Qué es eso de la arena de entrenamiento? —preguntó Percy mientras seguía mirando el papel, tratando de darle sentido a la lista de actividades.

Luke señaló hacia la distancia, donde se veía la arena, un lugar donde los campistas solían practicar con espadas, lanzas y otros tipos de armas.

—La arena es donde aprenderás a pelear. Vas a necesitarlo si quieres sobrevivir a los monstruos que nos esperan fuera del campamento —explicó Luke, su tono ligeramente más serio ahora—. Medora no te lo dirá, pero es una de las mejores luchadoras del campamento. Si te ha dicho que vayas, será mejor que lo hagas. Además, la arena también es el lugar donde puedes empezar a ganar algo de respeto aquí.

Percy asintió, comprendiendo que tenía que esforzarse si quería estar a la altura.

—Bien, entonces supongo que la arena es mi primer destino —dijo Percy, más decidido.— pero primero voy a desayunar

...

Percy se dirigió hacia la arena de entrenamiento luego de desayunar, su horario en mano y una creciente sensación de que el día apenas comenzaba, cargado de desafíos. Al llegar, notó que Medora ya estaba allí, afilando una espada con precisión. A su alrededor, otros campistas se preparaban para los duelos. Medora levantó la mirada cuando Percy entró, su expresión tan seria como siempre. Sin embargo, Percy percibió un leve destello de diversión en sus ojos, algo que, aunque sutil, lo irritó ligeramente.

Medora metió la espada en su vaina mientras le hacia una señal para que la siguiera.

—Presta atención, niño —dijo mientras caminaba con paso firme, su cabeza alta, irradiando confianza—. Este lugar puede no parecer gran cosa a simple vista, pero aquí se han forjado más leyendas de las que podrías imaginar. —Continuó su avance, las palabras cargadas de autoridad—. El entrenamiento es constante: arco y flecha, técnicas con lanza, combates con espadas... cualquier arma o estilo que puedas pensar, aquí lo dominarás. —De repente, se detuvo y, sin girar del todo, lo observó de reojo—. Claro, si tienes la fortaleza suficiente.

Percy tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras.

—La fortaleza no es solo física, Percy —continuó ella, con una calma que casi resultaba más intimidante que si le hubiera gritado—. Aquí te forjan el cuerpo, pero lo más importante es tu mente. La duda, el miedo... esos son tus peores enemigos, mucho más que cualquier monstruo que enfrentes.

Percy sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. El tono de Medora, aunque no era agresivo, llevaba consigo una gravedad que lo hizo comprender que estaba en un lugar donde no se toleraba la debilidad.

—Ahora, ven —dijo Medora, haciéndole una señal para que avanzara—. Vamos a empezar con lo básico. Quiero ver qué puedes hacer

Medora lo guio por el campo de entrenamiento, el observo su alrededor con interés, en especial la rueda de combate a lo lejos. Ella pareció notarlo puesto que se detuvo

—A eso le llamamos, rueda de combate, se elige a dos personas y se las pone a peleas con espadas 

—entonces ¿Por qué rueda de combate?

—porque los espectadores siempre se reúnen alrededor de ellos en un circulo —dijo antes de continuar su camino.

Se detuvieron cuando llegaron a la zona de tiro donde Quirón se encontraba dando una clase. Medora sonrió al ver a el centauro, algo que lo sorprendió. Ambos hablaron por unos minutos hasta que ella le hizo una señal para que se acercará y tomara un arco.

 —muy bien... advierto que, nunca en mi vida eh hecho algo como esto

—Tranquilo Percy, lo harás bien, solo respira y apunta —dijo Quirón mientras Medora lo observaba con los brazos cruzados junto a Annabeth, quien mágicamente había aparecido para observar su fracaso.

Percy intentó calmar sus nervios, pero era imposible con todas las miradas fijas en él.

Tensó el arco y disparó la primera flecha, que salió disparada, aterrizando fuera del área de tiro, lejos del objetivo.

Repitió el intento un par de veces más, pero cuando una flecha se desvió hacia el flanco izquierdo de Quirón, Medora decidió que era hora de intentar otra cosa. Lo llevo hasta la zona de entrenamiento de esgrima, donde los campistas estaban practicando con espadas y armas cortas. La atmósfera era intensa, llena de el sonido del metal chocando y los gritos de aliento. Medora se giró hacia Percy, quien todavía parecía un poco nervioso.

—Olvida el arco por ahora —dijo con un tono que dejaba poco espacio para la discusión—. Vamos a trabajar con espadas. Es más inmediato y te ayudará a acostumbrarte al combate cuerpo a cuerpo.

Percy asintió, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo. Era más fácil lidiar con algo que podía manejar directamente, en lugar de disparar flechas que volaban en direcciones inesperadas. Medora lo llevó hacia un área despejada y le entregó una espada de entrenamiento, más ligera y diseñada para evitar lesiones serias.

—Lo primero que necesitas es aprender a defenderte —comenzó, levantando su propia espada y adoptando una postura de combate—. Así que, ¿listo para un sparring? Intentaré no hacerte demasiado daño.

Percy sonrió nerviosamente, asintiendo. Medora dio un paso adelante, realizando un movimiento rápido hacia él, obligándolo a levantar su espada para bloquear el ataque. El choque de las espadas resonó en el aire, y Percy sintió que su corazón latía con fuerza.

—Bien —dijo Medora, retrocediendo un paso y observándolo con atención—. Eso fue un buen bloqueo, pero necesitas moverte más. Recuerda: el combate no es solo fuerza; también es agilidad.

Con un rápido giro de muñeca, Medora lanzó otro ataque. Esta vez, Percy intentó esquivarlo, pero no estaba preparado para la velocidad de Medora. Ella lo desarmó fácilmente, haciendo que su espada saliera volando de su mano.

—¡Eso no estuvo mal! —se burló Medora, una sonrisa en su rostro—. Pero ahora mismo, estás luchando contra la gravedad y no contra mí. Cuando te desplaces, mantén la guardia alta y sigue moviéndote. No te quedes estático.

Percy respiró hondo y recogió la espada del suelo, sintiendo un renovado sentido de determinación. Sabía que tenía que adaptarse rápidamente si quería sobrevivir en ese campamento. Se preparó para otro ataque, y esta vez, se concentró en su postura y su movimiento.

Percy adoptó una postura defensiva, su mente llena de la advertencia de Medora. Cuando ella lanzó su siguiente ataque, se sintió más preparado. Con un movimiento rápido, bloqueó su espada y dio un paso lateral, recordando lo que ella le había enseñado sobre moverse y mantenerse ágil.

Medora pareció sorprendida por su respuesta, pero solo por un momento. Con una sonrisa que reflejaba tanto orgullo como desafío, intensificó su ataque, obligando a Percy a concentrarse y adaptarse a su estilo.

La lucha continuó, cada golpe resonando en el aire, cada bloqueo y esquive se volvían más fluidos. Percy sentía que, aunque era inexperto, estaba empezando a encontrar su ritmo. La adrenalina bombeaba por sus venas, y en medio de la intensidad del combate, empezó a dejar de pensar en el miedo que lo había acompañado desde su llegada.

De repente, Medora cambió de táctica, lanzando una serie de ataques rápidos y precisos. Percy luchó por mantenerse al día, y aunque algunos de sus intentos de bloquear fueron efectivos, otros no lo fueron. Un golpe inesperado lo golpeó en el costado, y un pequeño grito de sorpresa salió de sus labios.

Medora no lucio sorprendida ante aquello.

—Recuerda, cada movimiento tiene un propósito —dijo—. Piensa en lo que haría un oponente. Si fuera yo, intentaría desestabilizarte, hacer que te sientas incómodo. Así que anticipa mis movimientos y no te dejes llevar por el pánico.

Percy apretó su agarre sobre la empuñadura de su espada, sintiendo la frustración burbujear dentro de él. Las palabras de Medora resonaban en su mente, pero la presión del combate lo llevaba a actuar por instinto, no a pensar con claridad. Sabía que debía concentrarse, pero el sudor y la tensión lo distraían, y el ritmo del combate se aceleraba.

—¡Vamos, Percy! —la retó ella, levantando su espada en una posición de ataque.

Con un grito de guerra, Medora se lanzó hacia él, su espada brillando a la luz del sol. Percy reaccionó instintivamente, levantando su espada para bloquear el primer golpe. El choque resonó en el aire, y él sintió la vibración en sus brazos.

Ella no le dio tregua; un ataque tras otro lo empujaba a la defensiva. Cada movimiento era rápido y preciso, como si estuviera esperando que él cometiera un error. Percy trató de concentrarse, recordar lo que había aprendido, pero la presión del momento lo hacía sentirse cada vez más perdido.

—Anticipa —murmuró Medora, mientras cambiaba de táctica, su voz calmada en medio del caos—. Imagina lo que haría un oponente astuto.

De repente, tuvo una idea. En lugar de esperar a que ella lo atacara de nuevo, decidió ser proactivo. Cuando ella se movió para un nuevo ataque, él se giró rápidamente, buscando desestabilizarla como había sugerido. Con un movimiento audaz, Percy levantó su espada en un intento de desviar su golpe, pero la falta de práctica lo traicionó.

El golpe le dio de lleno en el costado, y el aire se le escapó de los pulmones. Se tambaleó hacia atrás, y a causa de otro golpe cayo al suelo.

Medora lo observo en silencio por unos segundos antes de voltear a uno de sus hermanos el cual la llamaba.

—Tienes talento, aunque te falta práctica, niño —dijo Medora mientras dejaba su espada de nuevo en su lugar. Sus ojos mostraban una mezcla de desafío y aliento—. Tengo cosas que hacer, así que, por ahora, sigue el horario que te di. Si tienes dudas, busca a Luke o a Annabeth; ellos te ayudarán.

Sin esperar respuestas, dio media vuelta y comenzó a alejarse con la confianza que la caracterizaba. Percy se quedó allí, sintiendo la mezcla de frustración y admiración burbujear en su interior.

Horas más tarde, durante el almuerzo, Luke se sentó de nuevo junto a él, apoyándose sobre su codo con una sonrisa divertida mientras lo observaba.

—¿Y? ¿Cómo te fue? —preguntó, como si le divirtiera la situación.

Percy suspiró, dejando de lado su comida. El plato ante él parecía poco atractivo en comparación con la humillación que había experimentado.

—Me humillé completamente... ni siquiera pude darle un golpe a Medora con la espada.

—Bueno, esa es una hazaña que no muchos logran, créeme. Los únicos que lo han conseguido somos Clarisse y yo —dijo Luke, con un tono de resignación. Suspiró—. Medora es simplemente implacable; heredó el gen de guerra de Atenea.

—Ya lo suponía —murmuró Percy, su irritación burbujeando por debajo de la superficie.

—Oh vamos, Percy —Luke se inclinó hacia él, su voz más suave—. Mira, si ella se tomó el tiempo y la molestia de ayudarte, significa que vio algo en ti. No te deprimas. ¿O quieres decepcionarla?

Chris, que también estaba en la mesa, se echó a reír levemente, aprovechando la oportunidad para alimentar la conversación.

—¿Quién querría decepcionar a Medora? —murmuró Chris, echándole más leña al fuego.

Percy sintió que su rostro se encendía ante la idea de decepcionar a alguien como Medora, una guerrera temida y respetada. Sin embargo, no pudo evitar sentir que había un ápice de verdad en las palabras de Luke. Se pasó la mano por el cabello, tratando de calmar la frustración.

—No sé, pero parece que tengo mucho que aprender —respondió, intentando adoptar una actitud más optimista mientras miraba a sus amigos, que compartían sus propias batallas y fracasos en el campamento.

Luke asintió, dándole una palmada en la espalda.

—Sabes, podría ayudarte a mejorar —dijo, llamando su atención— mañana daré una clase de esgrima ¿Qué te parece si nos acompañas?

Percy sintió una chispa de esperanza. La idea de aprender de Luke, uno de los mejores en el campamento, lo animaba. Aunque aún tenía dudas, la perspectiva de mejorar y quizás encontrar su lugar era un aliciente irresistible.

—Nota de autor

¿Y? ¿Qué tal va?

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