Apegados ©

By fernatlagos

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Hellen y Laurent parecen estar en mundos emocionales distintos. Ella, con su apego ansioso, anhela cercanía y... More

Nota del autor
APEGADOS
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
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XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
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XLV
XLVI
XLVII
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XLIX
L
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Nota final del autor

XXIX

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By fernatlagos


Hellen


Amanecí con los ánimos por los suelos y me acometió el deseo de no asistir a la universidad hoy. Sin embargo, recordé que algunos de mis profesores penalizaban las faltas con puntos si no se presentaba una justificación importante. Esto me motivó a hacer un esfuerzo por levantarme y no arriesgarme a reprobar ninguna asignatura. Estaba segura de que la razón de mi desánimo se debía a que lo ocurrido con Laurent, que esta mañana me pegó más fuerte. La sensación de derrota que sentí ayer se multiplicó por dos. No era nada nuevo para mí tener un efecto retardado al sentir las cosas.

     De camino a la universidad, vi una frase en una pared que decía: «Las mejores historias de amor las habrían protagonizado aquellas personas que nunca llegaron a tener nada concreto». Había motivos para creer que la persona que la escribió tenía razón.

     Al reunirme con Elina y Jona, les conté lo sucedido con Laurent. Traté de suavizar la situación para que no pensaran que me había afectado tanto. Tampoco quería que le guardaran algún resentimiento a Laurent. Después de todo, él solo había sido sincero sobre cómo se sentía.

     —Me alegra que te lo hayas tomado con madurez —me dijo Jona, con un tono que denotaba felicitación.

     —Pudo haber sido sincero mucho antes. —Elina, en cambio, no era tan condescendiente como Jona—. ¿No crees que, desde el principio, él sabía hacia dónde iban? ¡Claro que sí! Que se hiciera el tonto es otra cosa.

     —No podemos juzgarlo sin entender cómo se siente —le alegó Jona, en total desacuerdo con ella—. El estado emocional de una persona es demasiado complejo para sacar esas conclusiones.

     Hasta cierto punto, los dos podían tener razón.

     —Sea lo que haya sido, no vale la pena lamentarse sobre la leche derramada —les dije para calmar los ánimos—. Creo que lo mejor será que pasemos página y no volvamos a hablar de Laurent por un buen tiempo.

     —Si tú lo dices, así será. —Jona hizo un gesto de aceptación.

     —Como quieras —agregó Elina.

     Sería liberador que mis mejores amigos no me volvieran a preguntar por Laurent, pero dudaba que mi mente, en complicidad con mi corazón, siguiera el mismo camino.



Por la tarde, cerca de dos horas después haber llegado de la universidad, tocaron tres veces seguidas la puerta de mi apartamento. No esperaba visita de nadie, por lo que, extrañada, me levanté para ver quién era. Eché un vistazo por la mirilla y me encontré con Elina. Me sorprendió que estuviera aquí, puesto que no me había avisado en ningún momento que vendría.

     —Necesito contarte algo —me dijo cuando abrí la puerta. Se veía urgida, o más bien ansiosa.

     —¿Qué pasa? —le pregunté con cierta preocupación.

     Se sentó en el sofá y me pidió que la acompañara.

     —No es nada grave —aclaró.

     —¿Entonces...?

     —Se trata de Jan.

     —¿Qué pasa con él?

     —Sabes que mi relación con Jan es irregular, ¿verdad? No es que nos llevemos mal, pero sus comentarios sarcásticos, cada vez que lo veo, no son del todo de mi agrado.

     —Sí, todos los que hemos estado en el mismo lugar contigo y Jan lo sabemos. Pero ¿a qué viene esto ahora?

     —Resulta que empezamos a hablar por mensajes hace unos días —me explicó—. Y su comportamiento es diferente al que muestra en persona.

     —A menudo, pasa que somos diferentes hablando por mensajes que en persona.

     —¡Pero es no es todo, Hellen!

     —¿No?

     —Creo que me gusta...

     —¡¿Que te gusta Jan?! —Me reí.

     —Sí, a mí también me gustaría reírme de mí misma. —Se tomó la cara con las dos manos.

     —Oye, pero no le veo el problema que te guste. De hecho, siempre he pensado que él también se siente atraído por ti.

     —Si es así, ¿por qué no me lo ha dicho?

     —Porque él sabe que prefieres más a las chicas. Y tampoco es que le hayas dado señales claras para que se acercara con esas intenciones.

     —Ahí tienes razón. —Se recostó en el sofá, volteando su pelo para atrás.

     —¿Qué piensas hacer? —le pregunté.

     —Tú sabes que siempre soy lanzada, por así decirlo, cuando me gusta una chica, pero con los hombres, como no estoy acostumbrada a que me gusten, no sé qué hacer.

     —Debes esperar a que él dé el primer paso. Tú solo dale señales.

     —¡No! No quiero darle señales. Mejor le dejaré de hablar.

     —¿Vas a huir?

     —Creo que sí. ¡No sé!

     —Si no te sientes preparada para lidiar con algo así, será mejor que lo hagas.

     —¿Sabes qué es lo que en realidad quiero? —me dijo, fijando su mirada en mí.

     —¿Qué?

     —Un refresco. Me extraña que no me hayas ofrecido uno desde que llegué.

     —Ah, eso. —Suspiré, poniéndome de pie para ir a la cocina—. Pensé que me dirías algo más... crucial.

     Abrí el refrigerador y tomé una Fanta de naranja para Elina. Dado que me había tomado un vaso de agua hace poco, no saqué ninguna bebida para mí.

     —La verdad sí te iba a decir algo crucial —me dijo Elina mientras le entregaba la Fanta—. Pero no sé si te gustará lo que diré.

     —No sabré si me gustará si no me lo dices. —Me senté en el sofá, encogiendo los hombros.

     —Necesito ver a Jan en persona. Pero me gustaría que fuera en una presentación de la banda, en el camerino o donde se alojen en el club que toquen ese día, y observar cómo se comporta conmigo frente a todos, en especial después de todo lo que hemos hablado por chat. Tengo la teoría de que actúa de manera diferente cuando hay más personas alrededor.

     —Entiendo, pero...

     —Espera, aún falta algo —me interrumpió—. Quiero que vengas conmigo a ver a la banda.

     Asistir a una presentación de la banda suponía encontrarme con Laurent. Elina sabía que quería mantenerme alejada de él por un tiempo. Esta mañana en la universidad, se lo había dejado claro tanto a ella como a Jona.

     —No creo que pueda ir. Tú sabes por qué.

     —Sí, entiendo. Fue una tontería decírtelo.

     —Podrías ir con Jona.

     —No es lo mismo ir con Jona que contigo.

     —A veces pienso que Jona no te cae bien —le dije, entrecerrando los ojos.

     —¡Sí me cae bien! —aclaró de prisa—. Es cierto que, en ocasiones, tenemos opiniones encontradas, pero de ahí a caerme mal, eso es otra cosa.

     —Te creeré.

     —También debes entender que tú y yo nos conocemos desde la secundaria. Es normal que me sienta más cercana a ti que a él.

     —Bueno, eso es cierto —admití.

     —¿Entonces, irás conmigo?

     —Le preguntaré a Yara donde será la presentación de esta semana para que vayamos —le dije, sabiendo que había cedido ante su petición—. Pero iremos los tres. No quiero dejar a Jona fuera.

     —Acepto —finalizó, cediendo ante mis condiciones.

     No era la primera vez que mi prioridad por ser una amiga valiosa me llevaría a lugares donde no debía estar. 

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