Bloody Mary #1

By Valeria_Grithman

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Gretta es la última sobreviviente de la dinastía Khöning, la casa real representante de toda una especie. Y c... More

Prólogo
Primera parte
Capítulo 01
Capitulo 02
Capítulo 03
Capitulo 04 parte I
Capítulo 04 parte II
Capitulo 05
Capítulo 06
Capitulo 07
Capitulo 08
Capitulo 09
Capítulo 10
Capitulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capitulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31 parte I
Capitulo 31 parte II
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Segunda parte
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47 parte I
Capítulo 47 parte II
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 55
Capítulo 56
Epílogo
Extra 1
Extra 2
Extra 3

Capítulo 54

18 3 1
By Valeria_Grithman

Tres años ya era mucho tiempo, tiempo suficiente para que todo cambiara. Sin embargo, ha pasado un año y medio más, y se puede decir que la crisis mundial sigue igual sólo que... Menos agresiva.

Desde que los vampiros tomamos las riendas del asunto y peleamos por nuestros derechos en la sociedad todo fue en picada, y eso era de esperarse. Al principio todo se basaba en rumores que nadie creía, pero a medida que fuimos motivando a los nuestros a ser como eran sin miedo pues se les fue demostrando a los humanos que nuestra existencia era cierta y que llevábamos muchísimo tiempo viviendo con ellos sin causar daños mayores.

La iglesia les lavó el cerebro a los que pudo haciéndoles creer que éramos criaturas de Satán. Y tras esa idea errónea sobre nosotros vinieron las protestas, peleas y agresiones.

Vampiro que veían, vampiro que golpeaban, arrestaban y estudiaban en un laboratorio. Tres días después lo soltaban, solo si tenía un expediente limpio y una genética no alarmante. Los vampiros que padecían trastornos o enfermedades como algún TOC, alzheimer, autismo u otros trastornos del estado de ánimo y personalidad, eran sometidos a interrogatorios e investigaciones y algunos no fueron vistos otra vez.

Los vampiros más jóvenes dejaron de estudiar por el acoso que recibían, y a raíz de ello los internados tuvieron que expandirse para recibirlos. Sebastián se hizo con la presidencia de Alemania poniendo a uno de los suyos al mando y uniendo a Rusia logramos abrir campamentos para refugiar y proteger a los vampiros más vulnerables.

La peor parte llegó con la división de las especies. Los humanos querían andar con los suyos y los vampiros igual, dejando a las familias mestizas entre la espada y la pared.
Nuestra raza le tomó más resentimiento a la contraria y la rivalidad se hizo mas grande. Y es que presidentes amados por todos, de naciones muy unidas fueron destituidos por ser como eran, porque como siempre, las personas solo ven lo que creen que es malo de ti, olvidando en un santiamén todo lo bueno que hiciste por ellos.

Después de la muerte de Williamme quedé en Oslo durante ocho meses y luego me fui sin permiso a España para rastrear a Connor a mi manera , Sebastián fue a por mí con la excusa de querer protegerme. Y aunque me costó creerle supe que decía la verdad. Me vi en la obligación de regresar a Rusia, y con el tiempo tuve que aprender a vivir con la indiferencia de Bona y la muerte de William.

Unimos fuerzas con otras naciones, y después de pelear duro metiéndonos en todas las áreas sociales como unos espías, llegamos a un acuerdo con los representantes de la sociedad humana, ese que tanto quería. Entonces me destituyeron de mi título de regente de la especie.

El manuscrito se convirtió en las sagradas escrituras de los vampiros, el cual usamos para guiar a los más jóvenes, ejercer nuestros derechos y tranquilizar a los humanos… Y tras reestablecer todo hicimos una ceremonia en nombre de William y su alma. Y por supuesto en honor a todos los que nos ayudaron a crecer y hoy ya no estaban con nosotros. A veces oigo su voz en sueños, a veces me levanto llorando con la imagen viva de su rostro. No sé si alguna vez voy a superar su muerte.

De hecho, aún sueño con muchas cosas; como el cuerpo ensangrentado de Connor siendo arrastrado por mí, o los ladridos de los perros que me dejaban paralizada. No fui capaz de volver a ver a Tiara, Draco y Diego. Pero están en buenas manos, Chase los adiestró y se los quedó.

Y pues… Ahora que el clan Bloody Mary era tan grande y reconocido como el clan más peligroso del mundo las cosas habían mejorado considerablemente. Lo único que me tenía aun sin dormir es el hecho de que Connor simplemente se esfumó. Pero teníamos que regresar y empezar desde abajo una nueva vida, y para ello necesitábamos con qué hacerlo. Lo conseguimos, pero no de una buena forma, ni legal.

Erik y yo estuvimos bastante ocupados aprovechándonos de nuestras habilidades.

De repente éramos justicieros, que acababan con el mal de una forma violenta. Jamás dejé ver mi rostro así que nadie sabía que la mujer que se ocultaba tras el pasamontañas rojo y no soltaba sus armas era la misma que alguna vez lideró a la especie y que buscó la forma de cambiarlo todo. Asesiné a asesinos, violadores, todos vampiros. Perseguí junto a Sebastián a aquellos que buscaban imitarnos y defendí a los míos de las injusticias humanas.

Gracias a fotos y testigos, pronto me convertí en una especie de figura sobre la cual debatir  en los medios de comunicación. Y muchos se morían por saber quién era y de qué lado estaba. Si era buena o mala, si era vampiro de nacimiento o fui humana.

Bona desapareció un tiempo afectada por lo de su hermano y la pérdida de su bebé. Desconozco su paradero pero Erik dice que está bien. Tiempo después me informaron que volvería, se había encargado de delatar a su familia. Tuvo que despedirse de sus bienes y dinero, pero al menos estaría en paz con ellos tras las rejas.

Andy, el padre de Angel... Lo envié lejos, muy lejos. Pero en algún momento volverá, cuando esté listo y preparado me llamará y entonces le haré saber si todo está despejado para recibirlo de nuevo.

Si adentrarnos en esto era difícil, salir lo sería aún más. Pero después de muchos intentos y miles de pruebas, el clan aprobó nuestra salida. Bajo condiciones claramente, pero eso era lo de menos. De igual forma yo debía seguir trabajando en la lucha por los derechos de los vampiros en el mundo, pero lo haría con un perfil bajo desde cualquier parte, como una empleada más afectada por la crisis.

Sebastián no me soltará tan fácilmente. De hecho, creo que nunca lo hará.

No sé en qué hotel estamos ni me importa demasiado, lo único que sé es que el hospedaje va por cuenta de Daniel como castigo por molestarme. El cual debe de estar instalándose en su nueva casa muy lejos de aquí, escondido del mundo justo como nosotros. El personal carga con nuestras cosas en lo que observamos nuestros alrededores.

—Me duele el culo —Erik se queja.

—A mí igual.

Por pura costumbre nos enfocamos en las personas del vestíbulo, algunos extranjeros, muy pocos. Así que no llamamos la atención. Cuento once cámaras de seguridad, veo dos ascensores y la salida de emergencias cerca de las escaleras. Hay demasiadas personas en el vestíbulo, más de las que normalmente habría en un hotel. Noto que parte del personal entra y sale de un salón en específico llevando carritos con comida, también alcanzo a ver a una mujer entrar del brazo de otra, ambas llevando batas blancas al hombro.

—Bueno, él dijo que era aquí —comentó mi primo observando todo en lo que me encargo de pedir nuestras habitaciones— ¿Por qué hay tantas personas? Me desespera.

La mujer de recepción me entrega ambas llaves, y con una sonrisa le responde a Erik en nuestro idioma natal, sorprendiéndole:

—Se está llevando a cabo un congreso internacional, es el último día, no se preocupen.

—¿Congreso de qué? —cuestiono.

—Psiquiatría.

Tras un par de inclinaciones dirigimos nuestros pasos hasta el elegante elevador. Al entrar a la cabina mis tacones hacen eco, hay una alfombra muy pequeña aquí dentro. Erik chasquea los dedos al ritmo de la canción que, al parecer, está de moda —la he escuchado un montón de veces en la calle— para después balancear el cuerpo en un baile sutil. El botones permanece detrás de nosotros con nuestras cosas, aunque no es que llevemos demasiado equipaje. En esas maletas solo hay dinero, documentos, y cosas muy, muy personales que nos fueron arrebatadas durante del entrenamiento y no nos devolvieron hasta hace un par de meses. Pronto mi primo cuya emoción por la libertad que le ha sido otorgada no puede contenerse más, y toma mi mano para intentar bailar conmigo. Sonrío un poco, estoy agotada pero su energía reciente es pegadiza. Ambos nos balanceamos en un baile torpe, en el que él me guía y yo le sigo la corriente para no arruinar su felicidad momentánea.

Luego salimos del elevador y tras agitar un poco las manos cada quien se adentra en su habitación.

—Disfruten su estadía, gracias por preferirnos —es lo último que el botones dice antes de irse.

La habitación es... Pues como cualquiera, una cama gigante y cómoda que no me resisto a probar. Frente a ella la hermosa vista de la ocupada y aburrida Cardiff a través del gran ventanal. Me estremezco bajo las sábanas tan suaves, hacía mucho tiempo que no dormía en una cama tan cómoda. Emito un gemido de placer al estirar el cuerpo y envolverme por completo entre tanta comodidad, ni siquiera me importa instalar mis cosas, las he dejado por ahí.

Suspiro rendida... Por fin, estoy de vuelta. No soy como antes, no soy esa Gretta. Mi lado malo es peor que el anterior, pero mi cara buena... Esa es mejor que la de antes.

No obstante, el disfrute y ocio no duran demasiado, pues al pasar los segundos en los que poco a poco iba cediendo al sueño, mi estómago me recuerda que no he comido lo suficiente. Y este cuerpo fuerte con músculos como resultado de un duro entrenamiento, se acostumbró a comer lo normal pero más de cinco veces al día.

Necesitaré la segunda cena de hoy o no podré dormir por el hambre.

Al salir me encuentro con que Erik sufre el mismo problema, y es que frente al otro abrimos la puerta a la par. Eleva una de sus comisuras, ni siquiera nos hemos bañado.

—¿Volverás a Bangor? —pregunta en lo que vamos de regreso al ascensor.

La mención a esa ciudad logra estremecerme, no veo la hora de regresar pero, tengo miedo. Ha pasado tiempo, y es evidente que todo ha cambiado; puede que no la ciudad en sí, pero si sus normas como en todo el mundo, y por supuesto también su gente.

Tengo miedo de querer encontrar lo mismo que esperaba hace casi cinco años, y llevarme una sorpresa no muy grata. De hecho, no sé qué esperar, y la incertidumbre es algo con lo que jamás aprendí a lidiar.

—Aún tengo que estabilizarme en el país... Una casa me vendría bien, algo pequeño para nosotros dos y por supuesto, empleo.

Supe que no le agradó mi idea en cuanto elaboró una mueca amarga y de disgusto, como cuando te metes un limón sin pelar a la boca.

—No quiero vivir contigo, eres una maniática.

—El primer piso para ti y el segundo para mí.

—Gretta no te voy a abandonar, pero dame mi puto espacio.

—Visitar no es lo tuyo, y apenas te mudes no querrás darme la dirección.

—Seré tu vecino.

Las puertas vuelven a abrirse y cruzo los brazos, mirándole. Él realiza ese gesto suyo con las manos de cada vez que necesita probar algo, o que crean en él. Asiente lentamente ante mi sospecha mientras aprieta los labios.

—¿Lo prometes? —asiente— Está bien, te creeré.

Las puertas se abren, no me acostumbro tampoco a los elevadores y por ello me tambaleo un poco. Siempre les he tenido miedo, no quisiera quedarme encerrada. El vestíbulo es lindo, y pronto nos envolvemos en una discusión común; él quiere comer en el restaurante y yo quiero servicio a la habitación. Pero tampoco quiere comer solo, así que no me deja irme. Termina convenciéndome y sé que lo hace por molestarme.

No hay nada que Erik ame más que la soledad... Ah sí, a Bona, pero esa es otra historia.

Se supone que teníamos hambre, pero estamos comiendo dulces en el bar. Hay más extranjeros aquí de los que imaginaba, pero es un hotel, no impacta.

—¿No quieres estudiar? —pregunta y me encojo de hombros, no lo sé.

—¿Y tú?

—No lo sé.

—Luego pensamos en eso.

—No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, prima.

—Tu acento británico es horrible, háblame en alemán.

Le robo la bolsa con papas y le doy un trago a su cerveza. Pone los ojos en blanco y me las quita cuando he tomado un puñado, mis modales casi no existen, los recojo de un rincón solo cuando es necesario. Erik mastica con pereza, se le notan las ojeras pero es algo de él, le lucen bastante. Su apariencia es triste y miserable, pero ese es su principal atractivo. Adjuntando el hecho de que está plagado de pecas, lunares y además sus ojos misteriosos son claros... Bueno, mi primo llama mucho la atención.

Llamamos mucho la atención, y eso ya no me asusta.

Veo que de repente sus ojos se enfocan en algo detrás de mí, y si no fuera porque amplió la mirada de repente y luego entrecerró los ojos par ver mejor, no le habría prestado atención a ese gesto.

—¿Qué pasa?

—¿Ese no es tu amorcito? —sonrió mostrando los dientes, confundiéndome— Hasta que por fin tiene un amigo con pene.

Caigo en cuenta de lo que ha dicho girando todo el cuerpo en mi asiento. Y tengo que dejar la lata a un lado porque siento que se me caerá. Mi corazón late tan rápido que me mareo, espabilo para calmarme pero no lo consigo, mis dedos tiemblan.

De hecho, me tiembla el cuerpo entero.

Sí, tal y como dijo Erik. Es Angel Chevalier, con la bata blanca colgando de su antebrazo mientras habla de pie frente a la mesa de otro hombre. Se abrazan y este lo invita a sentarse, sirviéndole un trago de una botella mediana. Mis ojos no se apartan de él, las luces del bar son tenues pero no escandalosas. Aún así, mi visión sigue siendo avanzada y no está tan lejos.

Su cabello está un poco más oscuro pero sigue portando ese tono rubio tan suave y opaco. Está largo, y lo ha peinado por un costado hacia atrás, dejando un lado de su rostro decorado por el flequillo que no peinó. Charla tranquilamente con el hombre de espaldas a nosotros. Se afloja la corbata en un gesto atractivo y sube las mangas de su camisa blanca hasta los codos. Estoy alterada, demasiado, y no puedo dejar de contemplarlo.

¿Son los años o yo estaba muy desesperada por verlo? Se ve diez veces más guapo y galán que la última vez que lo vi. Y también se ve unas dos veces más musculoso, ese botón de la camisa está a nada de dejar ciego a alguien.

—¿Ahora es psiquiatra? —murmuro, oyendo el silbido de Erik a mi espalda.

—Hablabas en serio cuando decías que no sabías nada sobre él desde la última vez.

Se bebe el trago de sopetón, arruga un poco la nariz y sonríe. No puedo evitarlo, también se me escapa una sonrisa. Era exactamente así como quería verlo: feliz. Entonces me muerdo el labio sin saber bien como proceder, los nervios me controlan.

Por obra del cielo o el infierno —no tengo idea—, parece sentir que lo miran, y no me da tiempo a apartar la mirada. Ha puesto sus ojos en mí.

Y la sonrisa se le borra de golpe.

—Oh oh, ya te vio —oigo la risa reprimida de mi primo—. Ahora actúa como la loca misteriosa que eres y vete.

Lo veo levantarse y el pánico me invade, parece decirle algo a su amigo y lo veo recoger su bata y su maletín. Se aproxima con apuro.

¿Me voy o me quedo?

—Pero no quiero irme.

—Irá detrás de ti, solo quiero entretenerme. Es como las novelas que a Bona le gusta ver.

Ni siquiera sé porqué, pero le hice caso. Me puse de pie, viendo a Angel detenerse de repente y fruncir el ceño.

Benditos colmillos, que guapo se mira.

—No me voy porque lo digas, me voy porque necesito privacidad —digo por lo bajo.

—Si, si. Ya lárgate.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar con apuro hasta la salida, y sin mirar atrás oigo pasos apresurados, así que sé que me está siguiendo el paso. Troto un poco escaleras arriba cuando siento que se acerca mucho, y oigo una maldición por su parte. Pienso en que puede que haya sido una buena idea alejarme, quiero besarlo, y no voy a hacerlo frente a los demás.

No sé si él aún siente algo por mí, si tiene miedo, si se cansó de esperarme. No sé absolutamente nada, pero no pierdo mucho con intentar despertarlo, de reavivar esa chispa y convertirla en un incendio.

Uno en el que sí quiero quemarme.

Afortunadamente las últimas habitaciones del segundo piso estaban desocupadas para Erik y yo, así que no tengo que subir mucho para buscar la mía. Cuando llego a la puerta por fin soy capaz de voltear de nuevo, y él ante ese gesto simple se detiene unos cuantos pasos lejos de mí. Su expresión es legible para mí, siempre lo ha sido. No sabe qué hacer, cómo actuar. En sus ojos veo que está esperando algo, a que yo diga o haga algo.

Y me sorprendo a mí misma poniendo mi dedo índice sobre mis labios en señal de que haga silencio, entonces una sonrisa cargada de picardía se me escapa y veo en el movimiento de su manzana de Adán como traga. Deslizo la tarjeta llave y abro la puerta detrás de mí, entonces me tomo el atrevimiento de tomar su muñeca y tirar de él hasta adentrarnos.

Su aroma es... Exquisito, simplemente exquisito.

No dijimos nada, ninguno de nosotros quería decir algo. Lo noté en cuanto me acerqué a él y con una mano tiró de mi brazo con brusquedad. Mi pecho chocó contra el suyo y, aunque quise hacer algo al respecto, no me lo permitió. Supe que estaba tan ansioso como yo por esto en cuanto me tragué su aliento y atrapó mi labio inferior entre sus dientes.

Desesperación y ansiedad, esos eran los sentimientos del momento plasmados en el beso. Soy una amante fiel de sus labios, de sus besos, de sus caricias. Soy fanática de la manera en la que me hace sentir cuando las yemas de sus dedos se adhieren a mi cintura desnuda, o de la forma que tiene de alterarme cuando coloca su otra mano en mi nuca para hacer presión. Me encanta cuando lame mis labios solo por probarme, y sentir como se estremece cuando atrapo su lengua entre mis labios.

Sus dedos en mi cadera, paseándose por donde más le apetezcan. Sin pedir permiso porque no lo necesita,  porque todo lo que recorra y todo lo que sea yo, le pertenece.

La lágrima traicionera que baja por su mejilla se une a nuestro beso, y mis brazos que se colgaban de su cuello van bajando hasta colocar las manos en sus hombros. Nos obligo a detenernos; porque no puedo respirar y porque no quiero verlo llorando. Abre los ojos lentamente, como si tuviera miedo de algo. Pero entonces esos hermosos iris azules me miran fijamente, y me derrito como un helado en el verano. Con el pulgar me deshago del rastro de aquella lágrima, y sin quitar las manos del cuerpo del otro le sonrío.

Lo extrañé tanto que me acostumbré a hacerlo. Pero ahora que lo tengo de vuelta, puedo sentir el dolor de su ausencia.

—¿Ahora eres psiquiatra? —susurro.

Me gano una sonrisa incrédula y pronto eleva sus cejas.

—¿Eso es todo lo que tienes para decirme? —me encojo de hombros, no realmente, pero no quiero arruinar esto— En realidad quería ser ginecólogo, pero supuse que no te gustaría la idea.

Se me escapó una risa.

—Estoy muy segura de que se te da bien.

—¿Tocar vaginas? Solo la tuya, no te preocupes.

—Hablaba de la psiquiatría.

—Ah… Bueno pero me toca ¡¿Qué le hiciste a tu cabello?!

Se había tardado en reclamar mi corte. Automáticamente me llevé las manos al cabello y él también lo hizo, peinando con los dedos suavemente los mechones cortos y ondulados. Ha vuelto a ser castaño pero ahora está a la altura de mi nunca.

—Tengo mucho por contarte, pero ahora no.

—Me iré por la mañana —expresa con lo que yo creo es temor.

Juego con el cabello que roza su nuca. Aparto mechones de su frente y me estiro un poco para besarle de forma efímera, no me rechaza. Noto que quizás creció un par de centímetros, anteriormente no tenía que estirar el rostro para hacerlo. Y eso que los tacones me otorgan como tres centímetros más de altura.

—Entonces te veo en un par de semanas en Bangor.

—Un par es mucho —lloriquea, haciéndome reír—, ya no quiero esperar.

Para mi sorpresa se agacha, entonces abraza mis piernas y me alza como a una niña. Jadeo por el cambio de ambiente e inconscientemente me aferro a su cuello. Chillo por pura gracia cuando me lanza sobre la cama y un escalofrío me recorre en cuanto lo tengo sobre mí, entre mis piernas y muy, muy cerca. La sonrisita que lleva en el rostro es esa que conozco y casi no relucía, pero cada vez que la sacaba... Me ponía con los vellos de punta y la piel de gallina.

Justo como ahora.

—Yo tam… tampoco —tartamudeo—, pero podemos hacerlo. Me arruinaste la sorpresa, así que ahora tendrás que cargar con la ansiedad.

—No es justo —hace un puchero— ¿Cuando llegaste?

Y para mi suerte y tranquilidad, solo se abraza a mi cuerpo como si fuera una almohada. Mis ojos observan el techo sin prestarle real atención, estoy perdida entre los besos que mi cuello recibe y los ligeros mordiscos en mi hombro descubierto. De haber sabido que algo así pasaría, me habría puesto una camisa debajo del chaleco.

No, creo que más bien, me habría puesto algo mucho más pequeño y escotado.

—Llegué hace unas dos horas.

—Me alegra mucho verte mejor.

—Y a mi me alegra que estés bien —me quejo, su cinturón se está clavando en mi ombligo— ¿Ya cenaste?

—Solo sirvieron mariscos ¡Soy de Bangor! —hago una mueca y vuelve a disculparse, mis oídos—. Estoy cansado de comer mariscos, así que me limité a ingerir Whisky ¿Por qué? ¿Me vas a invitar a cenar?

Con los dedos me paseo por su espalda, está casi en sus treinta ahora que lo pienso. Y yo apenas tengo veinticuatro. Siento a su espalda más ancha, y más fuerte. Con las uñas delineo sus costados, esa silueta. Bajo por su cintura, luego por su cadera. Me detengo en sus muslos y se remueve aún sobre mi, me está aplastando.

—Por ahora es lo mejor que puedo darte —siento a su risa vibrar en mi pecho.

—Una segunda cita, si, suena bien. Pero pago yo o no saldrás de aquí caminando y sabes a lo que me refiero.

Propuesta tentadora… Propuesta que aceptaría de no ser por lo cansado que se siente mi cuerpo. Aunque no tengo ningún problema con que él me haga sentir mucho más cansada… Ya veremos.

—Yo no dije que sería una cita.

—Pero yo sí, muévete, tengo hambre.

—Muévete tú, pesado.

—Cierto.

Reímos, se levanta y extiende su mano. La acepto y me pone de pie de un tirón, de nuevo me atrapa en sus brazos. Siento un cosquilleo en el vientre en cuanto con ambas manos acaricia mi cintura y sube poco a poco hasta posarlas en mi espalda, debajo del chaleco. Acaricia su nariz con la mía, y aunque entreabro los labios para recibir un beso suyo se burla de mí y posa sus labios en mi frente. Luego me suelta y me indica que salga primero, así que eso es lo que hago. Cierra la puerta de nuevo, por el pasillo avanzamos otra vez, pero esta vez no nos perseguimos.

Estoy... Tan feliz ahora. Quiero saltar de la emoción como toda una niña.

—Rizos... ¿Me permites decirte algo sucio?

Sonrío sin girarme a verlo, va detrás de mí.

—No.

Pero igual no me hace caso.

—¿De dónde te ha salido tanto culo? ¡Por amor al cielo! ¡Está para una mordidota! 

—¡Angel!

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