14 de febrero del 2024
El sudor cubre su frente, sus rulos cabellos se ven despeinados, la sonrisa nerviosa qué me ofrece son pruebas inequívocas de que los nervios lo están invadiendo.
Tomo sus manos entre las mías, me posiciono a su espalda intentando ayudarlo a tomar el arco y la flecha, suelta un suspiro y sé que mi risa le causa cosquillas, beso parte de su cuello.
—¿No me digas que el dios que me enseñó a disparar ya no recuerda como hacerlo? —digo y recuesta su cabeza hacia atrás en mi hombro, sus ojos de whisky me observan nerviosos.
—No, es solo que llevo mucho tiempo sin flechar, la última vez que lo hice aún producía desamor, es un sentimiento que llevo meses sin experimentar... Además, esta fecha me trae recuerdos agridulces. —explica y le sostengo la mirada, presiono con suavidad mi nariz contra la suya y lo escucho reír.
—Entonces no lo hagas hoy, no tienes que forzarte a hacer algo que te hace sentir tan nervioso, lo puedes hacer mañana o cualquier otro día, no hay presiones chico whisky. —digo soltando con delicadeza el arco y la flecha, los dejamos sobre el césped.
Layden suspira y los toma de nuevo para sentarse en el suelo, lo imito y observamos a los niños jugar y a las personas corriendo o preparando sus cosas para hacer un pícnic en el parque. La sombra de un gran árbol nos cubre del fuerte sol, la brisa fresca relaja los hombros tensos del dios a mi lado.
—Pensé que se me haría más sencillo, me dije: «es el día de los enamorados en algunos países, es una fecha importante, puedo hacerlo hoy» y aún lo creo, me he sentido mejor conmigo mismo desde hace unos meses, ya no es constante el sentimiento de culpa, ya puedo ver tu cicatriz sin recriminarme tanto, sigue siendo un proceso y quiero demostrarme que he avanzado...
Observa su arco, esas flechas de un vino oscuro qué brillan por su toque, tomo mi propio arco y una de mis flechas, Layden me observa atento a cada movimiento fluido qué hago, no somos visibles ante los demás así que me levanto con soltura y lo miro aún sentado.
—Entonces demuéstrate lo que has avanzado a lo largo de todos estos meses, no importa el miedo, la inseguridad o el desamor qué puedas llegar a sentir si el tiro no sale como lo querías, lo intentaste, te estás superando, ese desamor no es real, es momentáneo, estaré a tu lado al igual que tú has estado conmigo. —le ofrezco mi mano y la acepta sin rastro de dudas.
—Te amo, cupido llorón. —susurra y sonrío en respuesta, caminamos hasta un pequeño grupo de amigos que comparten dulces y pintan cuadros con acrílicos.
—¿Sientes algo aquí? —pregunto y me observa.
—Sí logro flechar, dejarás de repartir amor romántico, flecharas como lo hizo Eros, amores pasionales, sentimientos que pueden o no ser fugaces, mis flechas son lo que lo determina. —explica y miro mis flechas.
Nos dividiremos la carga, seríamos esa dupla de la que habló ya hace meses atrás, Ciaran se ha ido de manera indefinida con Hecate, regresa cada dos meses y observa su mundo, Davinia experimenta, toca, abraza y besa. Recorre el mundo en busca de algo que le guste, de algo que la haga sentir más que un espejo, más que un cristal, me lo dijo a través del viento, pero parece que tal vez lo encontró.
—No me importa, ese poder es tuyo, no es de Eros y nunca fue mío, tienes derecho de utilizar los poderes qué te pertenecen. —digo y sonrío contra su boca al sentir sus labios robarme un beso fugaz.
—Creo que sí siento algo ¿y tú?
Observo al grupo, dos amigas comparten un lienzo y pintan lo que me parece corazones entre árboles de cerezo, los demás conversan y ríen, pero ellas parecen en su mundo, desde afuera una amistad, desde adentro un amor que ya están listas para aceptar, asiento hacia el chico whisky quien respira hondo antes de prepararse.
Me alejo un poco del grupo y de su arco y flecha, es algo en lo que estoy trabajando, no comenzó de inmediato, incluso opino que pasó más de un mes desde lo ocurrido cuando comencé con pesadillas, con el temor azotándome los huesos al recordar las flechas qué me atravesaban, podía flechar, pero me fue imposible flechar cuando Ciaran lo hacía de vez en cuando.
El temor de que esa flecha me corte la piel, me rompa los huesos y me quité la respiración fue intenso, pero lo he trabajado con Grace y aunque mis manos sudan y una sensación de dolor invisible en mi cicatriz aún persiste, ahora soy capaz de ver como Layden se pone en posición separando las piernas y tomando la cuerda con firmeza con la yema de sus dedos.
La flecha color vino corta el aire y mi respiración, el deseo de que produzca felicidad en esas chicas se incrementa en mi cabeza, ambas son atravesadas dejando una nube rojiza, espero su reacción, todo pasa en segundos, estoy seguro de que Layden sigue en shock.
Las chicas se sonríen pequeño, sus ojos se encuentran por segundos antes de compartir un beso rápido que no es visto por sus amigos, pero que fue suficiente para confirmarnos lo obvio, su amor es correspondido... Y el chico whisky lo ha logrado.
Su sonrisa es enorme y sin ganas de seguir de espectador corro hacia él, hacia donde está parado con arco y flecha aún entre las manos, con una sonrisa conmocionada y lágrimas dulces mojando sus mejillas.
Tomo su rostro entre mis manos, no puedo dejar de sonreír, de saltar, lo ha logrado, al fin es lo que siempre fue, el dios del amor correspondido.
—¡Lo lograste, chico whisky! ¡Eso fue increíble! Estoy orgulloso de ti y tu progreso, te mereces todo el cielo y sus...
Me corta, corta mi discurso eufórico y mis saltos erráticos con un beso qué nos roba el aliento y nos hace girar en nuestro propio mundo, sus labios siempre han sido como ese paraíso en casa, como ese sueño alegre, como ese pedazo de cielo que me ofrece por cada roce de esos labios qué no se cansan de pronunciar palabras bonitas y sinceras.
—Lo logré. —susurra contra mi boca, sus ojos brillantes por las lágrimas contenidas, su sonrisa rota por un llanto de felicidad.
—Lo hiciste, hoy inicia nuestra dupla.
...
—¿A dónde vamos? Estoy cansado. —pregunto con más ganas de dormir qué de hacer algo interesante, el trabajo de flechar no los habremos dividido, pero igual fue mucho, el amor ha aumentado, no como antes, pero es una gran mejoría.
—Bueno, como novio no oficial es...
—¿Cómo que novio no oficial? —pregunto indignado.
—Nunca me lo pediste.
—Pues se sobreentiende, no le veo sentido a pedirlo, además tú tampoco lo hiciste. —replico y se ríe pasando uno de sus brazos por mis hombros uniéndome a él en la caminata.
—Como decía, pensé en visitar viejos lugares y que conozcas o te reencuentres con conocidos. —dice y la emoción me invade, sé a lo que se refiere.
Contraigo mis alas en la espalda y Layden hace lo mismo antes de hacernos visibles, salimos por un callejón hasta llegar a una calle repleta de bares y personas haciendo fila. El bullicio de New York es algo a lo que no me acostumbraría.
Frunzo el ceño cuando me hace entrar por la parte de atrás de un bar deportivo decorado con corazones de papel mal cortados, la poca iluminación junto a un montón de personas bebiendo cerveza y jugando billar nos recibe.
Creí que iríamos a otro lugar conocido para mí, pero el chico whisky parece conocer el bar como la palma de su mano así que no digo nada cuando nos dirige hasta la barra, me siento junto a él en los últimos puestos vacíos y con un silbido fuerte y repentino llama al bartender, luce emocionado y yo divertido ante su alboroto para llamar al hombre que sirve los tragos.
—¡Oye, Layden! ¡Me estás ignorando, idiota! —frunzo el ceño ante su grito y el hombre de mediana edad se acerca a nosotros con una enorme sonrisa en su rostro.
—¡Pero miren a quién tengo en mi bar! ¡El roba nombre! —grita el señor a todo pulmón, las risas no tardan en llegar entre ellos y se me hace tan extraño, pero tan fascinante conocer a un amigo de Layden qué no sé un dios.
—¿Cómo está tu esposa y tú hijos? ¿Celeste ya tuvo a los gemelos? —pregunta el chico whisky y tomo de una de las cervezas qué nos es servida.
—Están bien, insufribles. Los gemelos ya tienen como cuatro años, pero como eres un desaparecido no te los he ensañado, necesito que les des la bendición. —dice el señor que por fin posa sus ojos verdosos en mí, me mira intrigado y observa al chico whisky—. ¿Y dime quién es este dios que te acompaña, Layden?
El chico whisky me sonríe pasando uno de sus brazos por mis hombros para atraerme un poco más hacia él, beso su mejilla antes de sonreírle al hombre que abre los ojos sorprendidos.
—No me digas que...
—Sí, perdón por estar tan ausente, han pasado muchas cosas los últimos años, no ha sido fácil y todo fue un desastre, pero te doy la buena noticia de que sí, por fin soy correspondido y ya no me puedes llamar "maldito dios" porque ya no lo soy.
Lo interrumpe y el hombre abre la boca sorprendido, sus manos van directo sobre la barra y sin preverlo me encuentro siendo rodeado por sus brazos en un abrazo cariñoso y lleno de gritos de alegría que van desde "El idiota por fin pudo" hasta "Gracias por quitarle la cara de sufrimiento"
—Eres un afortunado, conozco a Anteros desde que yo tenía veinticuatro y el bar no tenía ni un año de ser abierto, es un gran tipo, se me merece ser feliz. —dice y asiento ante cada palabra, lo merece sin dudas.
—Soy Gavin, un gusto. —digo ofreciendo mi mano que es ignorada a cambio de un abrazo juguetón, el chico whisky se ríe a mi lado.
—Layden, el gusto es mío y dime una cosa ¿te contó como nos conocimos? —pregunta y ya creo sospechar por la coincidencia de nombres, el chico whisky me contó las cosas más resaltantes esa vez en el establo.
—Creo que no. —digo y la sonrisa del señor es enorme.
Pasamos el rato entre anécdotas divertidas y chistes malos, le contamos lo sucedido con Eros y como rompimos la maldición, las personas a nuestro alrededor de seguro llegaron a pensar qué contábamos una historia épica.
—Y decías que nunca serías amado... Te ayudó el cambio de nombre, los Layden somos muy amados.
—Lo somos. —dice el chico whisky observándome de reojo y le sonrío, claro que lo son.
...
Si Layden estaba emocionado hace unas horas yo estoy el triple de emocionado ahora, nos acercamos al local a paso algo rápido, tuvimos suerte de que la diferencia horaria entre New York y Theovania no nos impidiera venir a ambos lugares hoy.
Sonrió al ver la decoración, la cafetería Olimpia y su innovadora temática de dioses es un éxito, desde que abrió el año pasado siempre está llena. Mi mejor amigo está cumpliendo un sueño y no puedo estar más feliz por ello.
Caminamos hasta el mostrador donde nos sonríe una linda rubia con una corona de flores y corazones sobre la cabeza.
—Buenas noches, bienvenidos a Olimpia ¿en qué les puedo servir? —pregunta y estoy a punto de responder cuando el chico whisky me interrumpe.
—Llamé hace un rato, reservé una mesa y dos postres fríos, soy Layden. —dice y la chica asiente dándonos una sonrisa apreciativa.
Somos el centro de atención, los arcos y flechas no son lo único que los atrae, no todos los días vienen dos dioses a una cafetería con temática de Olimpo, sonrío ante el cartel de madera dura qué cuelga desde el techo con cadenas pequeñas y doradas, la mesa a la que nos trae la chica se llama "cupido"
Layden me guiña un ojo ante mi risa, la mesa y cada decoración asemeja a la arquitectura griega, desde las columnas hasta cada nombre de las mesas dispuestas para un dios en específico, se me hace agua la boca ante el postre de chocolate y fresas qué la mesera llamó como "dulce ambrosía"
—¿Sabe a ambrosía? —pregunto llevándome otro bocado a la boca evitando soltar un sonido de puro gusto—. Porque para mi sí.
—Está delicioso, pero no sé le puede comparar con la ambrosía, te daré un día de estos, convenceré a Potos de que traiga un poco. —dice y niego con una sonrisa.
—Eres un tonto, claro que se le puede comparar. Darrell no estaría de acuerdo contigo. —digo y lo veo reír.
—Así que vinieron y han escogido mi mejor mesa. —habla una voz a mi lado y mi sonrisa emocionada regresa.
Me levanto rápido y sin importar las miradas le doy un fuerte abrazo a ese tonto qué sigue siendo mi mejor amigo a pesar de la falta de recuerdos.
—Esto está muy lleno, hay que hacer reservación. —dice Layden y le sonrío.
—No era necesario, son mis clientes distinguidos. —comenta divertido Darrell sentándose junto a nosotros en la mesa— ¿están de cita por el día de los enamorados?
Pregunta y observo a Layden que me sonríe con cariño, fue hace pocos meses, empezamos a venir todos los días después de las terapias o mis rutinas de flechas, Darrell se nos acercó solo, mi amigo siempre tan sociable, no fue difícil entablar una amistad que me hace sentir como antes, tal vez más adelante le cuente todo lo sucedido.
—Algo así, estamos reencontrándonos con viejos conocidos. —respondo y sus ojos como otras veces sin poco disimulo se dirigen a la cicatriz qué sobresale del cuello de mi camiseta, ha sido sutil, le concedo el esfuerzo—. Fue un accidente, una cicatriz muy grande a cambio de salvar mi vida.
—Oh, perdón, Gavin. Soy un idiota. —se lamenta y lo atraigo a un medio abrazo.
—No, Darrell. Solo eres tú siendo tú, ¿te he dicho que te considero mi mejor amigo?
Sus ojos se abren y nos enfrascamos en conversaciones triviales y en el hecho de que mi mejor amigo siente que nos conocemos de toda la vida, la nostalgia me invade cuando lo acompañamos a cerrar todo, nos despedimos hasta la próxima semana y a paso lento recorremos las calles transitadas hasta nuestro último destino de la noche.
El chico whisky sujeta mi mano con cariño al tocar la puerta, me entrega la bolsa qué hemos traído desde la cafetería de Darrell y esperamos a que los pasos suaves y las risas qué se escuchan del otro lado nos abran la puerta.
—Oh, pero sí es mi otro nieto Gavin y mi lindo chico Layden.
Y así suena otra parte de un paraíso construido a base de lágrimas y esfuerzo, de amor y una maldición qué quiso quitarnos todo. De esta forma suena a lo que yo llamo un mundo de ensueño.
«¿Crees en el amor?»
Sí, creo en mí, creo en ti y en cada lucha y maldición qué podamos vencer, creo en los nuevos comienzos y en ese sentimiento problemático qué me llevó a una nueva aventura, qué no definió mi vida, sino que me guió a mi nuevo sueño. Sí creo y espero que un día tú también.