“Jungkook perdió toda su cordura cuando decidió mirar a la pequeña y dulce Lisa”.
Jeon Jungkook.
El día está soleado.
Los rayos del sol penetran en la sala iluminando cada rincón. La nubes, como suaves algodones de azúcar pueden divisarse dentro del hermoso cielo azul.
Miro sereno y curioso el paisaje a mi derecha. Mi cabeza descansa en mi mano, mientras dejo caer lentamente los dedos sobre la superficie de la mesa. Hace tan solo minutos el cielo estaba nublado, creí que llovería, sin embargo, ahora un arcoíris comienza a salir.
— Abogado del señor Jeon. Es su turno.
Escucho decir al juez a lo lejos, pese a que en realidad se encuentra a tan solo unos cuantos metros de mí. El hombre a mi lado me susurra "comienza a rezar", se levanta y aclara su garganta listo para hablar.
Continúo mirando la ventana, sin prestar atención a lo que dice, ya había escuchado suficiente durante esta tortuosa semana.
— ¡Asesino! —grita una mujer a mis espaldas, su voz se quiebra, como si estuviese apunto de llorar. Acto segundo una multitud se une llenandome de todo tipo de insultos.
No me importa.
El juez golpea su mazo contra la madera repetidas veces.
— ¡Silencio! —ordena, dando un último golpe.
Dejo caer lentamente mi espalda en la silla, observo el arma envuelta en plástico situada al lado del juez, escenas de lo que pasó hacen eco en mi. Cierro los ojos unos segundos deleitándome del silencio que inunda la sala.
Solo tengo un pensamiento en mi mente, de hecho ha estado rondando en mi cabeza desde hace mucho tiempo:
Mi mayor condena siempre será haberte conocido, Lalisa Manobal.