Después de lo ocurrido con Cristal, decidí pasar el resto de la mañana con Víktor, Lisa y Amber, aprovechando la suerte de que hoy coincidiera su día de descanso. Luego, cuando noté que Víktor y Lisa querían quedarse a solas, fui a las cocinas y me entretuve preparando un par de pasteles de mora. Y por último, sin poder contener más las ganas de ver a Hudson, fui a buscarle a su despacho, con la esperanza de que ya hubiera terminado de trabajar o de que al menos pudiera tomarse un pequeño descanso. Sin embargo, cuando llegué al séptimo piso y me fui aproximando a dicho cuarto, oí con claridad las voces de Cristal y Hud, quienes parecían estar mantenimiento una fuerte discusión. Me escondí tras la esquina de la pared y deseé con todas mis fuerzas que no se diesen cuenta de mi presencia, pues aunque sé que no está bien escuchar conversaciones ajenas, lo hice de todas formas; por si acaso se le ocurría a ese mal bicho decir alguna mentira sobre mí. Después de que me amenazara de esa manera, tenía muy en claro que Cristal puede hacer cualquier cosa con tal de conseguir todo lo que se encapricha.
La puerta estaba levemente entreabierta,
lo que me permitía ver muy vagamente los perfiles de ambos vampiros. Cristal tenía el rostro lleno de sangre; de lágrimas. Su expresión denotaba desesperación, mientras que Hudson se encontraba totalmente serio, mirándola impasible. Cristal parecía desesperada, y él muy enfadado.
Pero lo que me descolocó por completo, es que ella solo llevaba de cintura para arriba un sujetador puesto.
Las manos me comenzaron a sudar, y mi respiración a acelerarse por momentos.
—Por favor, Huddy, no hagas esto —suplicó ella, mientras le tomaba las manos con desesperación. Él las apartó lentamente y retrocedió un paso, con una mirada de clara decepción.
—No quiero que vuelvas a hacer eso. No quiero que vuelvas a entrar aquí en ropa interior, y muchísimo menos que vuelvas a intentar besarme, ¿ha quedado claro?
¿Cómo ha dicho...? ¿que ha hecho qué?
¿Alguien sabe por casualidad dónde guardan los príncipes la verbena?
Es para una nueva receta.
—¡¿Por qué no?! ¡no finjas que no te gusta lo que ves! —vociferó Cristal.
—No, Cristal, ya no me gusta lo que veo en ti —dijo él, de forma calmada, haciendo que el rostro de la pelirroja se contrajera en dolor—. ¿Qué cojones te ha pasado?
—¡La pregunta es qué te ha pasado a ti! ¡tú me querías antes de que esa furcia apareciera en nuestras vidas!
—Como vuelvas a llamarla así, te arrancaré la lengua. —Cristal se encogió por el tono tan frío y brusco que Hudson había utilizado— Como vuelvas a faltarle al respeto, te prometo que me olvidaré de que alguna vez hemos sido amigos, y empezaré con cortar las relaciones que tenemos con tu maldito reino. Y viendo cómo está ahora la situación con los licántropos, es lo último que os interesa.
—¿Lo ves? —jadeó, como si no pudiera creérselo— ¿cómo te atreves a hablarme así? ¿cómo te atreves a despreciarme?
—Eres tú la que, faltándole al respeto a mi prometida, me estás faltando al respeto a mí. ¿Sabes? ella tenía razón.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti.
—Ya, claro... —le dio la espalda y se llevó las manos a la cabeza— ¡ella siempre tiene la razón! ¡ella es perfecta!
—Cristal...
—No sabes cuánto lo odio... —musitó con la voz rota, interrumpiéndole.
Hudson ladeó la cabeza, confundido.
—¿El qué?
—Cómo se te iluminan los ojos cada vez la miras. Cada vez que escuchas su nombre —sollozó—. Me he estado fijando mucho en tus gestos durante las últimas semanas: cuando estamos en el comedor, ya sea desayunado, comiendo o cenando, estas en completo silencio con tu típica seriedad durante todo el tiempo que dura la comida, excepto si ella interviene. Si habla en voz alta te limitas a observarla con una pequeña sonrisa tonta, y si te está hablando a ti, tus ojos se vuelven un tono más claro. Cada vez que mi hermano se acerca a ella apretas tanto la mandíbula que parece que en cualquier momento podría romperse, y jugueteas con las manos, como si temieras que le prestara a él más atención que a ti. Cuando os peleasteis, a parte de tu mal humor, te clavabas las uñas en el dorso de la mano a cada maldito rato. Intuí que estabas teniendo pesadillas otra vez, porque cada vez que ella trataba de hablar contigo intentabas escaquearte. Y sé que no era solo por no poder controlar tus poderes, las sombras te decían que ella iba a dejarte y te daba pánico dejarla hablar por si era eso lo que te tenía que decir.
—Cállate.
—Tienes tanto miedo a no ser suficiente para ella, que actúas dulce y amoroso a su alrededor, cuando ambos sabemos que no eres, ni nunca has sido nada de eso.
—O quizás simplemente no lo haya sido contigo.
Cristal cerró fuertemente los puños; sus brazos comenzaron a temblar.
—¡Ese amor debería haber sido para mí! ¡ella no debería siquiera existir! ¡nuestro enlace habría juntado dos de los reinos más poderosos de este planeta, y tú lo has tirado todo por la borda!
—Yo nunca he querido estar contigo en ese sentido, y lo sabes.
—¡Porque estabas esperando ingenuamente a tu alma gemela, como si cualquiera de esas putas pudiera ser mejor que yo! ¡se suponía que tú nunca ibas a cambiarme por alguien más, me lo prometiste!
—Esa promesa no iba en ningún otro sentido que no fuera la amistad, y yo no te he cambiado por nadie.
—¡Desde que estás con esa maldita rebellium no eres capaz de estar ni media hora conmigo! ¡ya no podemos hacer las cosas que antes hacíamos! ¡ya no podemos hacer nada más que discutir!
—Pero eso lo has elegido tú —murmuró de forma tajante—. Katherine no tiene ni nunca ha tenido ningún problema con nuestra amistad, es más, estoy seguro de que le hubiera encantado conocerte si no la hubieras tratado como una mierda. ¡Tú también hiciste una promesa; prometiste buscar siempre lo mejor para mí y mi felicidad, pero cuando por fin la encontré, cuando por fin pude empezar a sentirme vivo, no has parado hacer todo lo posible para que ella se vaya de mi lado! Tú eres la única que ha incumplido lo que prometió. —se dio el cabello para atrás, con desespero— Eres una chica maravillosa, Cristal, y la única que puedo considerar una amiga de verdad. Pero te has empeñado en mostrarle a Katherine una versión de ti que no corresponde a tu verdadera personalidad. Si la dejases ver a la persona que eres realmente, la que eres conmigo, podríais llevaros muy bien.
—¿Por qué tendría que ser amable con la maldita que me ha arrebatado al hombre del que estoy enamorada?
—Porque es la mejor persona que he conocido nunca. Porque es el amor de mi vida. ¿Por qué no entiendes que no siento nada por ti más allá de la amistad?
—Lo entiendo, pero no lo acepto. —su labio inferior tembló por la impotencia; estaban lo suficientemente cerca de la puerta como para que yo, desde un par de metros de distancia, pudiera verlo— Y no lo aceptaré jamás. ¡Ni yo, ni las familias nobles, ni los súbditos de este reino aceptarán jamás que la pareja del futuro rey sea una maldita cazadora! ¡¿Acaso has perdido el juicio?!
—Creo haber dejado muy claro que nunca seré rey, si esos bastardos la impiden gobernar conmigo.
—¡Son las normas! ¡y eso pensando que ella es humana! ¡¿qué crees que harán si se enteran de que es una rebellium, que para colmo ya ha completado su transformación?! ¡La matarán, y luego te juzgarán a ti por traición!
—Ellos jamás lo sabrán —sentenció—. A menos que tú o tu hermano habléis más de la cuenta.
—Nosotros no somos unos chivatos. —se defendió, con gesto ofendido— Pero tampoco unos traidores. Tarde o temprano se sabrá la verdad. Los licántropos ya saben de su existencia, y puedes estar seguro de que le han puesto precio a su cabeza. ¿Cuánto tardará en extenderse el rumor de que aún queda una rebellium con vida? ¿y de que es una Ford? ¿la hija de la pareja de cazadores más temida de nuestras tierras? Esa chica tiene una diana en la espalda.
—Acabaré con todos aquellos que sepan de su existencia.
—¿Vas a asesinar al alfa Tyr? ¿al líder de una de las manadas más fuertes y violentas? ¿acaso quieres comenzar una guerra? no estás pensando en tu pueblo.
—Por eso no sería un buen rey, Cristal. Porque si ella está en peligro, el pueblo pasa a valer absolutamente nada.
Cristal carcajeó sarcásticamente y comenzó a caminar, por lo que salió de mi radio de visión.
—Desearía que te preocuparas por mí de esa manera.
—Me preocupo por ti.
—Ojalá fuera suficiente —musitó—. Ojalá yo fuera suficiente.
—Eres más que suficiente, Cristal.
—Pero no para ti... —sollozó— ni tampoco para mi alma gemela, ¡ni siquiera para el que se suponía que iba a amarme durante toda la vida!
—No menciones a ese hijo de puta.
—Sabes cuánto me dolió tener que ver cómo se follaba a tu hermana, después de haberle estado buscando por toda la fiesta. ¡Lo sabías y aún así eres tú el que me ha roto el corazón por segunda vez!
No me jodas. No - me - jodas.
—Khalid no sabía que ese bastardo era tu alma gemela. La engañó con falsas promesas para ser el primero en llevarse a la cama a la princesa McClaine. Jugó con sus sentimientos, igual que jugó con los tuyos. Traicionó su confianza, haciéndole creer que estaban destinados a estar juntos a pesar de no ser almas gemelas. ¡Inhibió tu puto olor con una poción para que ella no se diera cuenta de que estaba con alguien más!
—¡Ya lo sé! —vociferó—. ¡Pero ahora ella está feliz con su verdadera alma gemela y yo no tengo a nadie! Tú eras lo único que aliviaba el dolor y ahora solo me lo provocas... Estoy sola.
—Eso no es cierto. Sabes que las probabilidades de que la diosa Luna te conceda una nueva alma gemela son muy altas. Y aunque no fuera así, puedes encontrar el amor en alguien más.
—Ya lo encontré. —su voz se desgarró— Pero me ha sustituido por otra. Tampoco es como si fuera algo nuevo.
—Cristal... tú sabes mejor que nadie cuánto amo a Katherine. Y estoy seguro de que no tardarás en encontrar a alguien que merezca la pena; eres hermosa, buena, inteligente y...
—¡¿Entonces qué es lo que me falta?! ¡Si soy todas esas cosas buenas, ¿qué es lo que me falta para poder estar contigo?!
—Ser ella —susurró, haciéndola callar de golpe—. Cristal, no hagas esto. No me obligues a escoger entre ella y tú.
—¡¿Por qué?! ¡¿porque ella es mejor opción?!
—Porque ella es la única opción.
—¿De verdad estás dispuesto a arriesgarlo todo por una rebellium? ¿vas a poner en riesgo las relaciones con las nueve familias, la seguridad de tu familia y de todo lo que te rodea? ¿vas a renunciar a ser rey? ¿a lo que llevas aspirando desde niño y que te ha costado sangre y lágrimas poder alcanzar?
—Sí —respondió sin dudar.
—¿Por qué?
—Porque es todo lo que tengo.
—Solo anhelo que me ames como la amas a ella —musitó, con un hilo de voz.
—Y yo solo anhelo que ella me ame a mí tanto como yo la amo.
—Ya lo hace, de eso puedes estar seguro.
—Lo sé. —sonrió levemente— Pero temo que en algún momento pueda dejar de hacerlo.
—Si lo hiciera sería estúpida.
Por primera vez estamos de acuerdo.
—Cuando me enteré de que mi alma gemela era una mortal, investigué mucho sobre ellos, sobre su naturaleza y sus costumbres. Ellos viven y sienten de manera diferente a nosotros. Cuando un vampiro ama, normalmente lo hace para siempre, pero un humano o... un rebellium, puede amar intensamente hoy y dejar de hacerlo a la mañana siguiente. No quiero que se aburra de mí.
—No creo que pueda aplicarse en este caso. He visto cómo te mira.
—¿Cómo?
—Como si fueras todo su mundo.
Por segunda vez estamos de acuerdo.
—Eso espero... —rio levemente— pero no puedo evitar sentirme... asustado.
—Siempre creí que no le tenías miedo a nada.
—Tengo pánico a perderla.
—¿Tanto la amas?
—Tanto que ni siquiera lo puedo expresar con palabras —dijo, mientras se aproximaba hasta la puerta—. Y por eso mismo no voy a permitir que le hagas daño, Cristal. Si quieres conservar nuestra amistad, empezarás a tratarla como se merece y deberás intentar...
Me quité rápidamente los zapatos y corrí de puntillas por los largos pasillos del séptimo piso, hasta llegar a la biblioteca, donde se encontraban descansando Elric, Mace, Dalton y el resto de los príncipes. Dejé mis zapatos frente a una butaca cualquiera y me acerqué hacia una estantería para fingir estar buscando algún libro. Observé por el rabillo del ojo que el príncipe Elric se acercaba hacia esta misma estantería, donde él también comenzó a buscar, al parecer, algo para leer. Levanté la mano para coger un libro de portada dorada que me llamó la atención, pero lo aparté de inmediato al sentir el frío toque de Elric contra mi piel. Carraspeé con incomodidad y retrocedí unos pasos para largarme de ahí, pero Elric me sostuvo por la muñeca.
—Lo siento... por lo de ayer —musitó, con una sonrisa nerviosa.
Suspiré profundamente y me mordí el labio inferior, mirándole con cansancio.
—Te he dicho que no debes disculparte conmigo, Elric —dije, firmemente—. Debes disculparte con Hudson, superar lo que sea que tienes contra él, y dejar de intentar hacerle daño cada vez que se te presenta la ocasión. Déjale en paz.
Arrugó la nariz, en señal de su rechazo. Sus ojos se oscurecieron y bajo estos se formaron unas venas negras. Tragué grueso y traté de liberarme de su agarre, pero no hizo falta, pues él solito me soltó. Su mirada se suavizó y las venas bajo sus ojos desparecieron. Justo entonces sentí unas manos rodear mi cintura con fuerza. No me hizo falta ni mover la cabeza para saber que se trataba de Hud, quien me atrajo hasta su cuerpo, alejándome un poco más de Elric.
Bastó una simple mirada fulminante de Hudson para que Elric apretara la mandíbula, apartase la mirada, y acabase marchándose hasta la otra punta de la habitación.
El agarre que Hudson estaba ejerciendo sobre mi cintura se suavizó levemente. Dejó un casto beso en el hueco de mi cuello, que hizo que se me erizaran todos los vellos del cuerpo.
—Puedo permitirme descansar media hora más —me susurró al oído, con su maldita voz melodiosa—. Pero quiero estar contigo toda la tarde... —me hizo darme la vuelta para que quedásemos frente a frente y me llenó el rostro y la cabeza de pequeños besos— quédate un rato conmigo mientras trabajo en el despacho. Te necesito...
Tosí un par de veces, pues casi me atraganto con mi propia saliva. Hudson estaba mucho más cariñoso y protector de lo usual, si es que eso es siquiera posible. Esto me recordó a la primera vez que hicimos el amor, a la primera vez que me marcó; entonces se comportó exactamente igual que ahora, así muy probablemente todo este afecto se debía a que lo había vuelto a hacer después de muchísimos meses.
Tras esa media hora en la que no hizo otra cosa que llenarme de besos y caricias, como si Elric y sus hermanos no estuvieran en la habitación, me arrastró hasta su despacho. Los primeros quince minutos logró centrarse en su trabajo, mientras yo me distraía leyendo un cuento en uno de los sofás de cuero. Después me llamó para que me sentase sobre sus piernas; y acabó prestándome a mí mucha más atención que a las pilas de papeles que tenía sobre su mesa.
Me costó bastante que me dejase salir de allí por más de cinco minutos, pero le acabé convenciendo para que me dejase bajar a las cocinas para ir a por un pequeño tentempié para los dos. Partí un trozo de cada bizcocho que habíamos preparado la noche anterior y le preparé un pequeño cuenco con fresas y una copa bien cargada de sangre, mientras que para mí hice un batido de plátano.
(•••)
Hudson:
Cuando la escuché proponer aquello, me quedé totalmente en blanco. No encontré ninguna explicación, más que Katherine hubiera perdido totalmente el juicio.
—¿Te has vuelto loca...? —musité.
—Hud... —fruncí los labios y aparté la mirada, pues siento una especie de presión en el pecho cada vez que ella me llama así. No sé de qué se trata, pero no quiero que acabe nunca— Antes de lo que pasó con Maximus, me marcabas y bebías mi sangre sin ningún problema.
—Ayer te marqué... —refuté.
—Pero sé que te costó a horrores, y duró apenas un segundo —suspiró y bajó la mirada— No quiero que pienses que te estoy intentando obligar a hacer algo que no quieres, Hudson, solo pretendo que sepas que si quieres morderme, que si quieres alimentarte de mí, puedes hacerlo cuando quieras. Y que no debes sentirte culpable o... triste, porque lo que pasó aquella noche no fue culpa tuya. Si perdiste el control fue por culpa de tu abuelo; él usó sus poderes contra ti y te dejó sin comer durante dos malditas semanas. Por tanto, ahora que está encerrado, no podrá volver a hacerte daño. Comprendes eso, ¿verdad?
Bajé la cabeza y comencé a juguetear con el anillo que ella acababa de regalarme. Odio hablar de este tema; no soy capaz de mirarle a los ojos sin sentir culpa o vergüenza, aunque ella siempre me diga que no debo sentirme culpable por nada.
Se sentó sobre mi regazo, haciéndome sentir un cosquilleo en el vientre. Su dulce aroma no tardó en deleitarme, y todavía más cuando me rodeó con sus brazos y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Moví la pierna con nerviosismo, pues, después de aquella conversación, tener su cuello tan cerca me resultaba casi una tortura. Ella se percató de esto; apretó mi rodilla para detener el movimiento, pero con eso solo consiguió que tuviera que cerrar los ojos con fuerza para evitar que mi miembro se endureciera.
—Muérdeme Hud... —susurró contra mi oído, haciendo que mi respiración se volviera más pesada. Se me resecó la garganta y sentí un cosquilleo bajo los ojos, en señal de que las venas negras estaban empezando a hacerse notar. Ladeé la cabeza y hundí la nariz en el hueco de su cuello; mi instinto me pedía a gritos que lo atravesase con mis colmillos y me saciara con su sangre, pues estaba más que hambriento. Llevaba meses hambriento, pues recordar que asesiné al amor de mi vida, recordar esos días en los que fingí que Katherine aún seguía con vida para llenar el vacío que me estaba consumiendo el alma, era mil veces más doloroso que no probar ni una gota de sangre en malditas semanas.
Me aclaré la garganta varias veces, tratando de apaciguar la sed. Obviamente no sirvió de nada.
—Sé que puedes hacerlo, Hud... —me dijo dulcemente—. Tranquilo, no hay prisa, tómate el tiempo que quieras.
Abrí la boca lentamente e inserté mis colmillos en su piel. Katherine soltó un pequeño quejido y yo un profundo jadeo de satisfacción y placer. Comencé a succionar su sangre; era tan dulce y sabrosa que me hacía ansiar más y más. Introduje mi mano entre los mechones de su hermoso cabello y la atraje hacia a mí, dejando caricias en esa misma zona.
—¿Puedo tocarte? —preguntó, jadeante.
Me separé unos milímetros y me relamí los labios, deleitándome con su sabor.
—Por favor... —supliqué. Mi miembro palpitaba, llegando a provocarme incluso dolor. Volví a incrustar mis colmillos en su piel y seguí succionando poco a poco su sangre, haciendo uso de todo mi autocontrol, pues no podía permitirme pasarme de la raya o hacerle daño.
A los pocos segundos, sentí cómo su mano desabrochaba el cierre de mi pantalón y se introducía por dentro de mi ropa interior. Gemí contra su cuello cuando comenzó a masajear mi miembro desde la punta hasta la base, haciéndome perder totalmente la razón.
La situación nos estaba excitando a ambos, y era tanto el placer de estar bebiendo de ella mientras me masturbaba, que no tardé en sentir el orgasmo avecinarse, uno arrollador.
Caí de espaldas sobre el colchón, con ella sobre mí. Tuve que soltarla, pues mis caderas comenzaron a sacudirse con violencia, algo imposible de controlar. Di la cabeza hacia atrás y apreté las sábanas hasta casi rasgarlas; se me nubló la visión y dejé escapar un jadeo ahogado, acompañado de mi respiración agitada. Finalmente me corrí contra su mano, y al momento sentí una serie de cosquilleos por todo mi cuerpo. Tardé unos cuantos segundos en recuperarme y poder incorporarme de nuevo; solo cuando mis piernas, por fin, dejaron de temblar.
Pero no es suficiente. Nunca lo es, si soy completamente sincero; siempre quiero más y más. Quiero que me toque, quiero tocarla, quiero hacerle el amor hasta que no pueda soportarlo más y quiero que al terminar me diga cuánto me ama.
En un rápido movimiento le di la vuelta y deshice con desesperación todas las ataduras de su vestido. Se lo quité de un solo tirón y comencé a besar todas y cada una de las partes de su cuerpo semidesnudo. Gimió mi nombre; incentivo suficiente para desabrochar su sostén y ponerme a jugar con sus pechos.
Le quité las bragas y las tiré a saber dónde. Le abrí las piernas y observé su húmeda intimidad durante unos instantes, antes de introducir uno de mis dedos en su interior, luego dos y luego tres, mientras estimulaba su clítoris con la lengua. Su pequeño cuerpo se retorcía de placer y sus piernas hacían fuerza por cerrarse. No me detuve hasta que ella me imploró que la penetrase.
Me senté en la cama y la subí sobre mi regazo, teniendo su espalda pegada a mi pecho. Introduje mi miembro en su interior y comencé a mover las caderas salvajemente, haciéndola gritar por la brusquedad de las embestidas. Sin detener mis movimientos, estiré el brazo para dibujar círculos en su clítoris con mi dedo corazón. Gritó y su cuerpo se sacudió violentamente por culpa del clímax, así que, en lugar de detenerme, inicié una serie de estocadas extremadamente rápidas para aumentar todavía más su placer.
Yo también gemí su nombre y eyaculé en su interior, pues la presión que sus paredes ejercían sobre mi miembro me arrastró al clímax una vez más. La mordí nuevamente, esta vez con intención de marcarla, en el lado contrario al que había utilizado para alimentarme.
Katherine se retorció encima de mí sin poder contener sus gemidos; su espalda se arqueó y sus caderas se sacudieron violentamente, las cuales empujé hacia abajo para poder llegar a la mayor profundidad posible. La tomé por el mentón y uní nuestros labios en un fogoso beso, lleno de pasión y de... amor.
Cuando Katherine me dio el visto bueno, salí de su interior y la llevé en brazos hasta el cuarto de baño. Una vez allí, la dejé delicadamente dentro de la bañera y encendí el grifo del agua caliente. Después entré yo y la abracé con fuerza, disfrutando de su olor, y de la sola idea de que el mío estaba grabado en todas y cada una de las partes de su cuerpo.
Katherine dejó un pequeño beso en mis labios y sonrió con timidez, algo que volvió a provocar en mi pecho esa maldita presión inexplicablemente agradable.
Ella me se giró hacia mí y me miró de una forma rara; distinta, más bien. Fruncí el ceño, esperando alguna pregunta extraña acerca de la realeza vampírica, algo que Katherine suele hacer muy a menudo, prácticamente desde el mismo día que nos conocimos, pero en lugar de eso, se subió a sobre mi regazo y me rodeó el cuello con sus pequeños brazos, donde dejó unos cuantos besos húmedos con los que por poco pierdo la cordura.
—Te amo tanto, Hud... —murmuró. Esa presión en el pecho que ya he mencionado antes, volvió a aparecer, pero de forma mucho más intensa—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Por favor, no me faltes nunca.
Dejé de respirar de golpe, porque por un momento me olvidé de cómo hacerlo.
—Después de todo lo que has pasado por mi culpa, ¿de verdad piensas eso?
—Nada fue culpa tuya, Hudson —musitó, mientras me hacía suaves caricias el pecho con la yema de los dedos. La calidez de su piel me transmitía una paz indescriptible—. Pero, aun así, volvería a vivir todos esos malos momentos con tal llegar a este mismo instante; aquí, contigo. Creo que aún no eres capaz de asimilar cuánto te quiero, Hud. Lisa, Mace, Dalton, Víktor, Amber, tú y tus hermanos sois mi única familia, no tengo a nadie más, pero tú, en concreto, eres la persona que más amo en este mundo.
—Yo... yo también te amo. —tartamudeé, con una enorme sonrisa de felicidad que no pude contener, deseando que este momento no terminase jamás.
Vi por ahí un comentario que decía que estaría interesante si narraba una escena 😏 bajo la perspectiva de Hudson y pensé: ¿por qué no? JAJAJAJAJA