⚠️AVISO DE SPOILER DE LA PELÍCULA MOULINE ROUGE⚠️
Chris
Sam está entusiasmada y no tengo ni idea de si su padre sabe que esta noche se va a quedar a dormir en mi casa. He tenido el permiso de Greta y con eso me es suficiente. Tengo pensado mañana llevarla a dar un largo paseo por Manhattan, sé que pocas han sido las veces que ha salido de Queens y estoy seguro de que pocas veces ha tenido el privilegio de pasear por la Gran Manzana. Todos sabemos que ella no tuvo una infancia muy normal y, por lo tanto, no ha vivido eso de ir a la playa, barbacoas en familia y mucho menos viajes. Hace tiempo que no deja de decir que le gustaría ir a ver todos esos altos edificios, y cuando le dije que iríamos, se puso tan contenta que me dio un fuerte abrazo.
Se está poniendo su pijama de los viernes y, como todas las semanas, vamos a ver una película de amor. Esta vez va a ser una distinta, un musical, más concretamente "Moulin Rouge", una historia de amor imposible. Ella realiza el interrogatorio de siempre y yo intento responderle como buenamente puedo para que pueda meterse en la película. Después de varias semanas, creo que vamos bien encaminados, está viendo diferentes situaciones y qué es lo que se suele hacer en cada una de ellas.
—Oh, ha muerto, ya no podrá ser una actriz como ella quería —comenta Sam con total normalidad, cual robot sin sentimientos.
—Y él ahora va a estar muy triste porque ya no está Satine —le explico recalcando lo que realmente quiero que entienda.
—Bueno, también, supongo —dice tras pensarlo unos segundos.
—Si tú ya no estuvieras conmigo, me afectaría, me pondría bastante mal y triste. ¿No piensas lo mismo? —intento explicarlo de la forma más clara posible esperando a ver su reacción.
—¿Quieres decir en el caso de que yo muriese?
—En el peor de los casos sí, pero también puede suceder que no quisieras verme más, o yo a ti, e irme lejos.
— No te vayas nunca, Chris. Yo quiero estar contigo —muestra una expresión de pena realmente sorprendente, incluso percibo algo de temor.
Entonces se aproxima más a mí y me rodea el torso con sus brazos, apoyando su cabeza sobre mi hombro. No me acostumbro a que ella tenga estos gestos conmigo, antes apenas podía rozarla y ahora de repente me abraza. Puede que yo también pueda darme el lujo de abrazarla cuando quiera.
—No me voy a ir a ningún lado —le digo con un tono suave para después besar su cabellera.
—Prométemelo —exige casi rogando.
—Te lo prometo. Y tú, ¿me prometes que no te irás?
—Sí, te lo prometo. —Levanta su cabeza y me sonríe.
—Eso que has sentido es la tristeza, y eso es justo lo que le pasa a Christian, porque Satine se ha ido para siempre. —Señalo a la tele la cual está emitiendo ya los créditos de la película.
—Oh... vaya. ¿Y ahora qué puede hacer Christian?
—Pues intentar vivir con ello, no se puede hacer otra cosa.
—Esta película es muy triste entonces.
—Muy bien, Sam. —Beso su frente—. Puedes irte a mi cama, yo dormiré aquí en el sofá.
—Vale. ¿Beso de buenas noches? —me sugiere. Es algo que ha aprendido de mí, cada mañana canturreo "¿Beso de buenos días?" nada más verla y creo que le ha gustado.
Adoro sus cuestiones que piden permiso para besarme o abrazarme. Hacen que todo en mí se desajuste y quiera agarrar su mandíbula para besarla por toda la cara.
—No hace falta que me preguntes, te estaría dando besos en cada momento.
Lanza una risa mientras se encoje de hombros. Ella aún no se ha separado de mí, sus brazos me rodean la cintura mientras que su cuerpo está pegado al mío. Agacho la cabeza mientras miro sus labios y la invito a aproximarse para que ambos nos juntemos en un delicado beso. Ella cierra sus ojos, yo los míos, concentrándonos en el sabor de cada uno. Al principio es uno corto, pero después ella vuelve para darme uno algo más intenso y largo que ojalá nunca terminase.
—Buenas noches, Sam, que descanses —le susurro al término del beso.
Ella asiente junto con una de sus sonrisas que me fascinan, se levanta del sofá y comienza a subir las escaleras. Espero que no vuelva a ordenar el baño, sería algo raro de explicar a mis padres. Le dejé la habitación preparada para ella, mientras que yo debo preparar mi cama en el sofá. Al estar Kaden aquí, no tengo esa opción de cama, pero no me importa doblarme la espalda por Sam.
Al día siguiente, nos levantamos lo más temprano posible para así poder llegar hasta el próximo autobús que parta a la ciudad. Sam se ha puesto un vestido de los que suele ponerse: por arriba más ceñido a su cuerpo y una falda al vuelo, me encantan. Sin embargo, cuando miro hacia abajo, compruebo que aún no se ha puesto los zapatos.
Estas últimas semanas se ha estado quejando demasiado de los zapatos y a veces intenta salir a la calle sin ellos a pesar de que siempre le han dicho que no debe hacerlo. Me gusta ver que a veces, una persona tan dulce como es ella, tiene actos de rebeldía como ese. Si lo que pretende es dejar que vaya descalza por la ciudad, la lleva clara.
—¿Nos vamos? —dice dirigiéndose a la puerta.
—Te falta algo antes de salir.
—¿Qué? —Le miro los pies, que disfrutan de su libertad, pero no por mucho tiempo—. Oh. —Es lo único que se le ocurre decir al darse cuenta de a lo que me refería, luego actúa como si no importara.
Se acerca hasta a mí y su mirada se vuelve demasiado dulce. Me rodea el cuello con sus brazos e intenta mirarme a los ojos más de dos segundos. Y sin esperármelo me besa, como le he enseñado, lentamente y disfrutando de cada parte de nuestros labios.
—Te quiero, Chris —me dice con total cautela cuando se separa. Es una chica lista, estoy seguro de que lo ha aprendido de alguna de nuestras películas.
—Yo también te quiero, Sam —respondo usando su mismo tono—. Ahora ponte los zapatos, por favor. —Sonrío victorioso ante sus intentos de distracción. Creo que ya estoy bastante entrenado con estas situaciones que ya me advirtieron que hacía en su momento.
Saca su labio inferior y resopla al ver que no ha podido hacer lo que ella pretendía. Saca sus viejos zapatos de su mochila y se los comienza a poner.
—Ya podemos iniciar nuestra excursión —dice con ellos puestos saliendo por la puerta.
—No es una excursión, llámalo un largo paseo —aclaro.
—¿Romántico?
—Sí, un largo paseo romántico —concluyo con una amplia sonrisa por su intervención tan repentina. Está usando la palabra romántico con todo para dejar claras las intenciones porque es lo que quiere, quiere que la coja de la mano, que la abrace y le dé besos. Cómo me gusta esta chica.
Finalmente salimos despidiéndonos de mi madre, quien nos despide con sus enormes besos que resuenan por todo el barrio —aunque a Sam no le entusiasman, está acostumbrándose a ellos—, y salimos al jardín para poner rumbo a la parada donde cogeremos el autobús. El trayecto es de unos cincuenta minutos más o menos debido al eterno tráfico.
No tardamos en llegar, a Sam le gusta ir en autobús y hablar con todo el mundo, aunque yo deba intervenir para aclararles un par de cosas. Tenemos previsto ir a ver Times Square, la catedral de San Patricio, el Empire State, y finalmente, Central Park. Un día repleto de cosas por hacer.
Mi intención es no dejar de caminar hasta que lleguemos a Central Park. Comeremos comida ambulante y disfrutaremos de las vistas de la Estatua de la Libertad.
Primero llegamos a Times Square, ella no deja de preguntar cosas, como "¿por qué tantas pantallas?" o "¿la gente no se vuelve loca?". Tuve que agarrarla bien de la mano por la cantidad de personas que hay en las calles. Hacía mucho tiempo que no venía por aquí, antes lo hacíamos a menudo en familia, pero al final se fue perdiendo poco a poco. Después estuvimos viendo la catedral, a ella le impresionó bastante, aunque pensó que no pegaba con el entorno en el que estaba. Estoy seguro de que le gustarían las catedrales de Europa.
Caminamos hasta el gran Empire State, que vimos desde abajo pues la entrada no es que sea del todo económica para un chico de mi edad. Lo que más me gustó fue cuando a mitad de camino nos sacamos una selfie dándonos un precioso beso, foto que pongo en el fondo de mi móvil inmediatamente. Le pido permiso para subirla a Instagram, y ella acepta sin problema. Mientras Sam sigue admirando las vistas, me encargo de publicarla colocando una mariposa en la descripción. Pronto recibo multitud de comentarios felicitándonos por nuestra relación, otros diciendo que hacemos muy buena pareja, entre otros más. Me alegro de que no haya ninguno negativo hacia ella, no se merece el más mínimo.
Continuamos nuestro hermoso paseo hasta Central Park donde vamos a comer los perritos calientes que tanto le gustan. Por el camino, en un momento de silencio —algo raro e innovador en Sam—, ella comienza a apegarse a mí. No comprendo qué es lo que quiere hasta que busca mi mano y la entrelaza con la mía. Normalmente suelo ser yo quien agarra su mano por eso me sorprende tanto su acto.
—Chris, estás rojo —dice al ver mi reacción.
—Tú lo provocas. —Miro hacia otro lado intentando restarle importancia y volver a mi color natural.
—¿Las mariposas? —se le ocurre preguntar.
—Ahí están, revoloteando en mi interior. —Se echa a reír ante mi aclaración y entonces se acerca más apoyando su cabeza en mi brazo a la vez que sigue agarrada a mi mano.
Es la primera vez que esto ocurre de forma tan natural, sin que pregunte antes y me está gustando demasiado.
Llegamos a Central Park y tras recorrerlo un poco, veo un puesto de perritos calientes y decido ir a pedir dos para almorzar.
— Quédate aquí sentada, mientras, yo voy a por la comida —le indico señalando el banco que tenemos justo detrás.
Ella asiente y tras buscar el dinero necesario, corro hasta el puesto comenzando a pedir lo que siempre pedimos.
Tercera persona
Chris le había dicho a Sam que se sentara en aquel banco donde nadie más estaba sentado. Ella accedió a esperar a que él comprara la comida, estaba ya hambrienta. Miró a su alrededor y vio que el lugar era bonito, realmente le gustaba estar al aire libre, todo lo que Chris le había enseñado era maravilloso y estaba muy contenta por ello.
Con su espalda bien posicionada sobre el banco y las manos sobre sus rodillas, Sam vio pasar ante sus ojos tres maravillosas mariposas de las que tanto le gustan, una de ellas se posicionó en una de sus manos. Con cautela, la observaba de cerca, estaba fascinada, no había cosa mejor que una de ellas decidiera estar con ella.
Pero aquello fue un simple descanso, pronto la mariposa se unió a las demás para emprender su camino. Lo más inesperado de aquello fue que Sam también decidió unirse a ellas.
Chris
Recién me dan los perritos y yo le entrego el dinero al vendedor que me ha atendido amablemente. Sin embargo, la sonrisa desaparece de mi rostro al ver que Sam no está donde la dejé y no hay rastro de ella por los alrededores. Comienzo a llamarla a gritos, pero no responde a ninguno de ellos. Mi primera acción fue tirar la comida a la primera papelera que encuentro para salir corriendo en su búsqueda. Central Park es demasiado grande como para buscar en todos los rincones esperando a que ella esté quieta en alguno de ellos. Tampoco puedo quedarme parado esperando que sepa volver al lugar de donde se ha movido.
El corazón me va a mil por hora, debo estar pálido con los ojos a punto de salirse de mis cuencas, mirando por todas partes esperando encontrarla en algún lugar. Y no lleva el maldito teléfono encima. Recorro el parque de punta a punta, preguntando a gente, observando bien cada rincón, pero no había rastro de ella. Sentía que cada vez que me paraba, ella se alejaba más.
¿Por qué diablos se ha movido de su sitio?
Derrotado tras buscar por un buen rato, golpeo una papelera del lugar, mi furia se intensifica por la impotencia de no poder hacer nada, necesita tener su móvil con ella y nunca lo hace. Se me acaban las opciones, no sé dónde buscarla en una ciudad tan grande como esta.
—¡Oye, oye! —Me dice un chico rubio y un poco más mayor que yo, quizás universitario, tras ver los golpes que le daba a la papelera ya abollada—. ¿Tan grave es lo que te ha hecho la papelera? —intenta calmarme.
Lo observo unos segundos y con las mismas, me siento en el suelo totalmente derrotado y hundido.
—¿Puedo ayudarte? Se te ve bastante mal. —Vuelve a interesarse.
—He perdido a mi novia la cual tiene un trastorno mental, muchos años encerrada sin ver lo que le rodea y nunca lleva el teléfono encima —contesto con la cabeza agachada.
—Vaya, debe de ser guapa.
—Es guapa, y tiene una gran personalidad.
—Vale. Puedo ayudarte a buscar, soy manhattanita de pura raza. —Ni siquiera respondo, mis ilusiones están apagadas y no sé por qué un desconocido quiere ayudarme—. Me llamo Stephen, puedes llamarme Steph.
—Christopher, pero llámame Chris. —Me tiende la mano y yo la agarro esperando un estrechamiento, sin embargo, tira de mí hasta ponerme de pie de nuevo.
—Bien, ¿dónde se te perdió? —pregunta mirando a todos lados.
—Estábamos en Central Park, donde el puesto de perritos calientes que hay en la calle de enfrente, tiene el pelo largo de color naranja muy llamativo y un vestido al vuelo, con unas zapatillas estilo Converse muy descuidadas.
—Bien. Pensemos. Si estabais allí, no ha podido caminar muy lejos y seguramente al ver que te ha perdido de vista, también te buscará. Voy a llamar a una amiga, trabaja justo en la calle, para avisarla por si la ve. Un momento.
El tal Steph, se va a un lado para realizar su llamada, no tarda demasiado hasta que vuelve a mí y comenzamos a buscar. Volvemos al lugar donde desapareció y lo recorremos al completo, luego los alrededores varias veces, hasta que nos dimos por vencidos. Por aquella zona ya no podía estar, así que salimos de allí para ver otras.
Mierda.
Si no la encuentro, su padre me prohibirá verla de por vida. No debí haberla dejado allí sentada, soy un irresponsable.
Entonces el móvil de Steph suena con una música estridente, atiende la llamada mientras yo sigo caminando.
—Eh, Chris, mi amiga la ha encontrado.
—¡¿De verdad?!
—¡Sí! Mi amiga ha estado atenta a la calle y la ha visto caminar angustiada. Decía que te buscaba. Vamos, te acompaño.
—Gracias, de verdad, si la llego a perder se me iba a caer el pelo.
Juntos vamos lo más rápido posible al lugar donde ella está junto a la amiga de Steph con la que estoy profundamente agradecido. Finalmente la veo sentada en una de las mesas con una expresión de angustia mientras desliza las uñas sobre el brazo contrario.
—¡Sam! —grito al entrar, ella levanta la vista y se levanta para recibirme.
—¡Chris!
—¿Se puede saber por qué te has movido? —La agarro de los hombros frenando su intento de abrazo, no puedo evitar levantar la voz. Sé que ella jamás me ha visto de esta forma, pero es que el susto ha sido grande—. ¡Este sitio es muy grande! ¡Podía haber pasado cualquier cosa! ¿Dónde estabas?
—Vi unas mariposas y yo...
—¿¡Fuiste detrás de las mariposas!?
—Sí... —Está asustada así que procuro calmarme suspirando—. ¡Lo siento, Chris! ¡Quise volver, pero no lo encontraba! He roto la promesa.
—¿Qué promesa? —digo desconcertado.
—Ayer te prometí que nunca me iría, y hoy lo he hecho. ¡Lo siento! —Se me viene a la cabeza la pequeña charla de ayer después de la película y recuerdo que me lo hizo prometer y yo a ella.
Entonces, la estrecho entre mis brazos y la abrazo con fuerza, calmándonos mutuamente. Todo ha terminado siendo una experiencia más, y al final hicimos amigos que nos invitaron a comer.
A pesar de la terrible experiencia, lo hemos pasado bien, y viendo el lado bueno de las cosas como dijo la psicóloga de Sam, esto nos ha servido para aprender, ambos lo hemos hecho.
Durante el trayecto de vuelta a Queens, Sam no se despega de mí. Aún sigue algo asustada y arrepentida de haber hecho justo lo contrario a lo que le dije. Acaricio su cabello con suavidad para relajarla y parece funcionar.
—Sam. —pronuncio captando su atención—. Quiero que hagas algo.
—¿Qué?
—Sé que lo he repetido muchas veces, pero es necesario. Necesitas tener el móvil siempre encima, con batería y con sonido, si lo hubieras tenido, yo te hubiera llamado y nos habríamos encontrado en cuestión de minutos. Así que, quiero que me prometas que lo vas a hacer.
—Vale, lo prometo. No quería irme de tu lado, Chris.
—Lo sé, yo tampoco, Sam.
Aiiinssss🥰
Estos dos tienen mucho que aprender🥺🥺🥺
¿Qué os ha parecido? Cuenteeen👀
Y no olvidéis de darle a la estrellita⭐⭐⭐
Os kiero💜🦋😘😍🤩