Aaron había pasado cada segundo de los siguientes dos días persiguiendo a Neo. Tiffany le dijo a Darcy que era porque estaba desesperado por atención masculina. Tenía un poco de razón, en realidad Aaron no tenía muchos amigos hombres, por alguna razón Darcy podía seguir socializando con la mayoría de las chicas a pesar de ser lesbiana y Tiffany se llevaba con los dos sexos, aunque era bisexual, pero en su caso, los hombres sólo querían enrollarse con él o mantenerlo lo más lejos posible. No había puntos medios.
Con Neo parecía que las cosas iban bien, la mayor parte del tiempo parecía que lo evitaba como si fuera una plaga, pero era bastante permisivo, así que estaba seguro de que podía tener al menos un buen amigo con el que contar mientras estuviera en el campamento (quizás, incluso fuera de él).
Sabía que tener un amigo hombre no lo era todo, las chicas ya eran lo suficientemente buenas, sin embargo, no podía evitar que le hiciera un poco de ilusión, en especial luego de crecer viendo a su padre y todos esos tipos con los que se reunía en el "Salón de caballeros" del club.
—¿Has visto a Neo? —Aaron se encontró con las chicas en el pasillo, pero se dirigió exclusivamente a Ángela.
Ella le miró con la expresión en blanco.
—No estoy segura, dijo que quería dar una vuelta —explicó, señalando a los alrededores sin encontrar rastro de su hermano—. Supongo que debe estar en el lago —agregó, encogiéndose de hombros.
Aaron se quedó en silencio un momento y Tiffany soltó una carcajada.
—Por dios Aaron, dale un respiro al pobre, debe estar abrumado —ella se echó el pelo rubio para atrás, mientras se imaginaba al mayor de los Hill buscando un sitio donde esconderse de su nuevo amigo.
Él la miró ofendido.
—Iré a buscarlo —espetó, dándose la media vuelta para marcharse de ahí.
—¡Ten cuidado! —Le gritó Darcy. Él se despidió agitando la mano.
No le importaba que se rieran de él, estaba decidido a lograr que su empresa de conseguir un mejor amigo varón diera frutos.
El verano era perfecto en aquel lugar, todo lo que podría esperarse de unas vacaciones idílicas le estaba siendo ofrecido en bandeja de plata, pero él no estaba contento. Hubiera preferido pasar esos días de sol en casa con su madre, descansando de la presencia de niños ricos y olvidándose por completo de la escuela. Él ni siquiera planeaba presentarse a los exámenes universitarios, pero de todas formas su madre lo había obligado a ir y su abuelo se ofreció a pagar, así que al final no tuvo más opción que cumplir sus deseos.
Pero no estaba satisfecho.
Suspiró observando el lago frente a él mientras permanecía sentado en el muelle. Alrededor había barcas y remos, probablemente para uso recreativo, era un lugar bonito para descansar y estaba disfrutando del momento a solas lejos del cabeza hueca que se le había pegado los últimos dos días.
El silencio era agradable, únicamente lo acompañaban el ruido de las aves cantando y el viento meciendo las copas de los árboles. El sol iluminaba el día con fiereza, pero no la suficiente como para combatir el fresco que ofrecía la montaña. Suspiró, sabiendo que al menos tenía ese lugar para pasar el rato en solitario.
Estaba distraído cuando de repente, por el rabillo del ojo, vio una sombra entre los árboles. Era un hombre, estaba observándolo tranquilamente desde su sitio. Neo no había notado su presencia hasta ese momento, así que se sobresaltó al saberse acompañado.
De golpe se giró e intentó distinguir sus rasgos, pero estaba usando una especie de gorra que le cubría los ojos. Neo lo saludó, suponiendo que era personal del campamento y estaba ahí para encargarse de alguna cosa de la que él no tenía idea. El hombre se dio media vuelta y se fue.
Neo frunció el ceño, luego se puso de pie dispuesto a regresar al edificio principal, a sabiendas de que ya había pasado demasiado rato cerca del lago. Estaba por marcharse cuando escuchó el grito de un pájaro, era un sonido con el que estaba ligeramente familiarizado, un animal agonizante. A juzgar por su graznido debía ser de una raza más o menos grande, quizás un cuervo que había caído en una trampa.
Consternado escucho al pájaro gritar, descubriendo que el sonido venía de donde vio al hombre de chaqueta roja.
"Él lo encontrará" pensó.
Pero el ruido era demasiado lastimero como para dejarlo pasar, así que decidió buscar al ave sólo para comprobar si podía ser de ayuda.
—¡Neo! —A su derecha, de entre la arboleda, apareció Aaron, que se veía radiante, como cada mañana.
Neo se detuvo, sorprendido. No esperaba que lo encontrara tan pronto, estimaba un par de días más antes de que su escondite fuera revelado.
—Ey —respondió.
Ambos se miraron unos instantes antes de que el sonido del pájaro volviera. Aaron levantó la cabeza, poniéndose pálido ante el graznido.
—¿Qué es eso? —preguntó asustado.
—Un ave herida —respondió Neo, continuando su camino.
—¿Un ave? —Aaron lo siguió de cerca. Parecía menos asustado al saber que se trataba de un animal y no de cualquier otra cosa, pero de todas formas su andar se volvió cauteloso.
Ambos se internaron en la parte lateral de la arboleda, alejándose de las cabañas y los claros. El ruido del ave fue constante hasta que en cierto punto soltó un graznido especialmente alto y después guardó silencio. Aaron se puso pálido y miró a Neo con los ojos cuajados en lágrimas, este le devolvió el gesto con una expresión un poco más serena, pero igualmente mortificada.
Era obvio lo que le había pasado al animal.
Neo miró hacia el frente, notando que la barda electrificada estaba apenas a un par de metros de distancia. Habían llegado al límite del campamento.
Estaba a punto de pedirle a Aaron que se marcharan porque ya no había nada que hacer, cuando un movimiento brusco al otro lado de la cerca llamó su atención. Ambos se pusieron alerta, Aaron le tomó del brazo en un movimiento instintivo y su agarre fue bastante más fuerte de lo que esperaba.
Los arbustos se sacudieron una vez más, pero estos eran tan densos que no pudieron reconocer a nadie al otro lado. Estaban intentando distinguir algo, cuando un objeto salió volando desde el follaje y aterrizó de golpe a sus pies.
Era el cuervo que estaban buscando, bañado en sangre y hecho pedazos. Al cuerpo le faltaba una de las alas, que parecía haber sido arrancada de tajo.
Aaron soltó un gemido, estaba demasiado horrorizado para decir cualquier cosa y Neo pudo distinguir una sombra entre los árboles, aunque esta vez fue de su lado de la cerca.
—Vámonos —murmuró, tomando a Aaron del brazo para sacarlo de ahí tan rápido como fuera posible.
Maxine se dirigió a su habitación para dejar sus cosas y descansar al menos cinco minutos antes de la cena. La espalda le dolía un mundo y aunque el estudio nunca era un problema, le estaba costando trabajo concentrarse.
Quizás era el cansancio o algo más, pero su mente estaba hecha un desastre difícil de acomodar.
Nada más entrar a la habitación se tumbó en la cama, considerando saltarse la cena y olvidarse de todo. Una noche sin sus tres comidas no la mataría, pero tenía la sensación de que si continuaba con aquel horario de sueño iba a terminar colapsando.
Maxine cerró los ojos durante un instante, disfrutando del silencio de la noche. En aquel lugar se dormía muy bien, no había autos ni altavoces, era perfecto para descansar la mente y el alma. Suspiró comenzando a hundirse en las profundidades del sueño, cuando de repente este se vio interrumpido por el ruido de algo quebrándose en la habitación de al lado. Ella se levantó de golpe, abriendo los ojos de par en par.
La habitación había estado vacía poco tiempo, ahora Ángela era su nueva compañera de cuarto y por lo poco que habían convivido se trataba de una chica tranquila y silenciosa. Max apretó los labios, considerando el preguntarle si le pasaba algo, cuando recordó que la chica se había quedado atrás, revisando algunos títulos de la biblioteca.
Una sensación de inquietud la invadió al tiempo que el ruido se volvía más fuerte. Se escuchaba como si alguien estuviera poniendo de cabeza la otra habitación, revolviendo todo para intentar encontrar algo. Max se puso en pie silenciosamente y caminó hasta la puerta de al lado.
Durante varios segundos permaneció quieta, sin saber qué hacer. Era posible que Ángela hubiese entrado sin que ella se diera cuenta, pero de no ser así ¿Quién estaba haciendo todo ese escándalo? Ella se quedó quieta, apretando los labios.
De repente el ruido se detuvo. Max sintió que la respiración le fallaba, quien fuera que estuviese adentro había notado su presencia. Ella retrocedió un paso y dentro pudo escuchar pasos avanzando lentamente hacia ella.
Horrorizada, aunque sin saber por qué, salió huyendo de la cabaña y no se detuvo ni se atrevió a mirar atrás.
Buenas, espero que hayan disfrutado el capítulo. Todavía no estoy segura, pero a partir de hoy creo que habrá más actualizaciones seguidas. ✨
¡Ya estamos cerca del final! <3
PD: Les dejo una ilustración de Angela, tenía una de Neo, pero la verdad no me convence el diseño así que no la voy a poner por aquí. xD