Before You Go © | 18| [✔️]

By Valentina_Angel15

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[PRIMER Y SEGUNDO LIBRO] - EN EDICIÓN. Sophie estaba más que lista para abandonar el desastre de vida que te... More

Sinopsis
Aesthetics
Parte I
Prólogo
Capítulo 1.
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Parte II
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Extra 045
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Epílogo
Final alternativo
Agradecimientos

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By Valentina_Angel15

No editado.

Se encontraba recostada en uno de los sofás junto a la ventana por la cual se colaban los rayos del sol. Una de sus manos descansaba perezosamente sobre la ligera protuberancia de su vientre y la otra sostenía su teléfono con fuerza. Estaba esperando a que Emmet o Linda llamara con noticias acerca de la cita médica a la que habían partido hacía una hora y por alguna razón, desde que había abierto los ojos esa mañana no había tenido un buen presentimiento.

Ella había insistido en acompañarlo al médico, pero Emmet se negó inmediatamente, argumentando que no quería exponerla a todos los virus, bacterias y enfermedades que rondaban los pasillos del hospital más de lo necesario. Además, tenía que estar en casa para esperar a Becca quien había pasado la noche en casa de su mamá.

No estuvo conforme con la decisión, pero prefirió evitar una discusión por algo tan estúpido y accedió a quedarse en el apartamento para recibir a la pequeña. Como era fin de semana y no tenía que dar clases, había usado su tiempo libre para hornear galletas de avena y chocolate para darle a Becca.

El olor a vainilla aún permeaba el aire y Sophie no se pudo aguantar las ganas, así que fue a la cocina en busca del contenedor donde había puesto las galletas.

Se estaba sirviendo un vaso de leche cuando el timbre sonó unas siete veces seguidas. La persistencia de la persona al otro lado de la puerta consiguió que la rubia se olvidara de todo lo que estaba haciendo para ir a abrir.

—¡Sophie! —Era Becca.

Una sonrisa se adueñó del rostro de la mencionada, quien abrió los brazos y se agachó tanto como su vientre de tres meses y medio se lo permitió para recibir a la pequeña.

—Hola, cariño —saludó Sophie dedicándole una mirada de reojo a Elena, quien observaba la escena con desdén.

El sollozo que abandonó los labios de la niña se robó toda la atención de la mujer y de inmediato se enfocó en ella sólo para percatarse de que se encontraba llorando. Con suavidad la tomó de los hombros para alejarla lo suficiente como para detallar su rostro.

Las lágrimas corrían libremente por sus mejillas enrojecidas y sus labios estaban fruncidos en un puchero permanente, pero lo que se llevó toda la atención de Sophie fueron sus ojos. Las dos orbes verdes lucían apagadas y sus párpados estaban hinchados, haciéndole saber que ya llevaba un buen rato llorando.

La mirada enfurecida de Sophie recayó en Elena, quien rodó los ojos al ver cómo Becca volvió a lanzarse sobre la rubia pidiéndole que la alzara.

—Quería que le comprara una aplicación de cinco dólares en mi teléfono, dijo que era algo para tocar música. Claro que no accedí, ¿por qué una niña de tres años necesitaría gastar dinero en algo que no necesita? —Comentó la morena a modo de argumento.

Sophie acomodó a la niña en su cadera y se enderezó para encarar a la mujer.

—Primero que nada, tu hija tiene cuatro, no tres. Aunque no me sorprende que no lo sepas, ni siquiera has compartido más de un mes con ella desde que nació —zanjó Sophie acunando la nuca de la pequeña, quien encontró refugio en su cuello.

Elena abrió la boca, en su mirada destellaba el odio así que seguro lo que tenía que decir era todo menos agradable, pero Sophie se le adelantó consiguiendo que se tragara las palabras antes de que pudiesen ser articuladas.

—Y segundo. Tu hija quería una aplicación para tocar el piano porque es lo que más le gusta hacer. Imagino que si no quisiste gastar cinco dólares, te resultaría una locura soltar los mil quinientos que gastó su padre comprando el piano que tiene en su habitación. Pero está bien, Emmet es diferente, él no escatima en lo que respecta a su hija y no te juzgo, esto es nuevo para ti, tienes mucho que aprender.

La respuesta fue instantánea.

—¿¡Cómo te atreves a hablarme de ese modo!? Eres una atrevida que se inmiscuye en dónde no la llamaron. Yo le di la vida a Rebecca, si hay alguien en este mundo además de su padre que sepa cómo criarla soy yo.

Sophie la observó impasible, todo lo que parloteaba le entraba por un oído y salía por el otro. Prefirió centrarse en tranquilizar a Rebecca murmurando frases alentadoras y acariciando su cabello.

Mandó a Elena a segundo plano cuando corrió un mechón de cabello, acomodándolo detrás de la oreja de la pequeña y divisó un extenso moretón en su antebrazo.

Un moretón que no estaba allí la mañana anterior cuando Elena la recogió.

—¿Qué le pasó en el brazo? —La pregunta fue formulada entre dientes. Todo su cuerpo estaba tenso, sus brazos se aferraron a Becca apegándola a su pecho tanto como pudo mientras su mirada mordaz escaneaba a la mujer que se quedó estática al escucharla.

—No sé de qué hablas —al parecer la pregunta de Sophie drenó a Elena de cualquier rastro de ira, pues su discusión unilateral cesó de inmediato y sólo esas cinco palabras abandonaron su boca.

Sophie mordió la cara interna de sus mejillas y contuvo las ganas de gritarle a los cuatro vientos todas las groserías y crudas verdades que surcaron su mente por el bien de la pequeña que seguía sollozando silenciosamente.

—La niña tiene un golpe del tamaño de mi palma y quiero saber cómo ocurrió —espetó Sophie haciendo su mayor esfuerzo por mantener el tono de su voz controlado.

Elena rodó los ojos y levantó los hombros restándole importancia al asunto.

—No es nada. Ella es una niña, los niños juegan y se caen. Seguro tropezó y se golpeó, yo qué sé —habló con fingido desinterés.

La rubia la detalló. Se fijó en la forma en que sus manos temblaban ligeramente y se percató de que Elena evitaba su mirada, gesto que la delataba por completo.

—Te creería si el moretón que tiene no fuera la clara marca de una mano —abrazó a la pequeña con más fuerza, tan sólo imaginar que esa mujer le había puesto una mano encima la hacía querer ver el mundo arder.

Sophie se preparó para escuchar el alboroto que estaba segura que se formaría tras su acusación, pero la tranquilidad con que habló Elena la descolocó. 

—¿Y cómo sé que no fue alguno de ustedes? Es posible que eso haya estado allí desde ayer y hasta ahora nos fijamos —su tono destilaba seriedad, pero el ligero temblor en sus manos persistía, y Sophie se aseguró que no caería en esa trampa.

Con cuidado dejó a la niña en el piso, se agachó un poco para susurrar en su oído y le pidió que fuera a su habitación, prometiéndole que estaría con ella en cinco minutos. La niña secó sus ojos, apretó sus manitas en torno al borde de la camisa de Sophie y tras darle una última mirada a su madre, se adentró en el apartamento.

Sophie la siguió con la mirada para asegurarse de que la pequeña caminara en dirección de su habitación y luego se giró para encarar a Elena, quien la observaba sin expresión alguna en su rostro.

—Lo sé porque la vi y estoy segura de que no la recogiste en ese estado. Ayer mismo yo le di una ducha y vi su brazo. No había nada —explicó, cruzándose de brazos.

El rostro de la morena volvió a tomar un tono carmesí y su gesto denotaba lo mucho que le estaba costando contenerse. Sophie vio a través de su acto y supo que la mujer estaba a una palabra más de explotar.

—Así que sí, todo parece indicar que maltrataste a tu propia hija —concluyó Sophie justo antes de que Elena pudiera recomponerse y fue así cómo por segunda vez desde que la conoció, la hizo estallar.

Sophie no lo vio venir.

Parpadeó y en un segundo Elena estaba frente a ella. Sus manos se asentaron en cada hombro de la rubia y la presión ejercida la mandó para atrás tan rápido que no logró evitar la caída.

El elevador se abrió y Emmet presenció una escena que le heló la sangre, causando a su vez que su buen humor se desvaneciera y rápidamente fuera reemplazado por terror puro.

—Sophie —la palabra fue apenas un murmullo, pero los ojos celestes se centraron en él de golpe casi como si hubiese escuchado, aunque estaba demasiado lejos como para hacerlo.

Emmet tuvo la sensación de que todo ocurrió en cámara lenta. Un momento estaba dentro del elevador y al otro ya había recorrido todo el pasillo hasta llegar a Sophie, llegando a su lado justo antes de que su cabeza diera contra el umbral de la puerta.

Su mano amortiguó el golpe y el dolor fue instantáneo, pero su preocupación e ira eclipsaron la sensación que le causó el impacto.

—Elena, quiero que en este instante te largues de mi casa. Pasé por alto la vez que me empujaste, sé que estabas molesta, pero no voy a tolerar que le hayas puesto una mano encima a Sophie poniendo en riesgo la vida de mi hijo —como acto reflejo ante la mención de su bebé, la mano sana de Emmet se asentó en el vientre de Sophie alisando la camisa ancha sobre su vientre, asegurándose de que Elena viera la ligera redondez de su estómago. 

La culpa se filtró entre la frialdad de su mirada. Los ojos marrones de Elena se ensancharon ante la sorpresa de la noticia y el disgusto no tardó en hacer presencia.

—Bien, lo haré por las malas. No me das más opción, así que espera escuchar de mi abogado. Apelaré por la custodia compartida de mi hija ante el Estado.

Las palabras se convirtieron en un eco dentro de la cabeza de Emmet quien observó enmudecido cómo Elena se marchaba con su corazón estrujado bajo la suela de sus tacones.

El pánico comenzó a recorrerlo, su agarre en el vientre de Sophie se afianzó y la respiración se le cortó cuando se percató del temblor en el cuerpo de la mujer.

—Shh, no llores muñeca. No dejaré que esa mujer se lleve a nuestra niña —prometió acercando su rostro al de ella lo suficiente como para unir sus frentes.

Emmet esperaba poder calmar a Sophie con aquellas palabras, pero por alguna razón, el llanto de la mujer aumentó y los sollozos que soltó le atravesaron el corazón al asiatico quien no supo qué hizo mal. Sus manos temblorosas se apresuraron en tomarle el rostro y sus pulgares acariciaron sus mejillas, secándolas del rastro de lágrimas antes de incitarla a abrir los ojos.

—Muñeca, ¿qué pasa? No llores más, necesito ver a mi hija, pero no quiero dejarte así. Por favor habla conmigo —suplicó con urgencia. Después de ver a Elena actuando con violencia por segunda vez una alarma se había encendido en su mente, algo le decía que si había tenido los escrúpulos de agredir a dos adultos, nada la detendría de hacer lo mismo con la niña. 

—Lo siento, Emmet. Yo sabía que algo andaba mal, lo discutí con tu madre y sé que debí hablar contigo apenas tuve las sospechas, pero lo pospuse esperando que Elena me demostrara lo contrario. Siento tanto que no haya sido así y siento sobre todas las cosas que yo misma haya insistido en que dejaras entrar a esa mujer a la vida de tu hija.

La voz enronquecida de Sophie, la profundidad del arrepentimiento en sus ojos y el mal presentimiento que rondaba su cabeza desde que esa sirena roja se había disparado dentro de él, lo mandaron corriendo a la habitación de su hija.

Apenas le puso atención al sollozo que Sophie dejó salir a sus espaldas y abrió la puerta del cuarto de su pequeña. Su mirada recorrió la habitación con desespero y cuando la divisó hecha un ovillo en un rincón junto a la cama, sus piernas temblaron amenazando con hacerlo caer de rodillas frente a su hija.

—¿Princesa? —Llamó tentativamente en tanto se acercaba al pequeño cuerpecito que se sacudía debido al llanto.

—Papi —aquellos ojos angelicales y siempre tan expresivos se iluminaron al verlo.

La niña elevó sus brazos pidiéndole que la alzara y Emmet no dudó un segundo para agacharse y tomar  a su hija entre sus brazos. Notó que sus párpados estaban irritados y sus mejillas y nariz estaban rojas, sin embargo toda su atención se la llevó el prominente moretón que adornaba el brazo de Becca.

El aire se quedó atascado en su garganta, puntos negros danzaron en su visión y la ira arrazó con él.

—¿Qué te pasó en el brazo? —Inquirió haciendo su mayor esfuerzo por mantener su tono de voz lo más sereno posible.

Rebecca agachó su mirada. Lágrimas grandes y gordas se escurrieron por sus mejillas en tanto un diminuto sollozo escapó de sus labios al tiempo que la puerta fue abierta.

Emmet apenas le dedicó una mirada de reojo a Sophie, quien seguía llorando y aún portaba esa expresión de culpa en el rostro.

—¿Fue tu mamá, ella te golpeó?

El audible jadeo que soltó la rubia a quien se estaba esmerando en ignorar no hizo más que confirmar sus sospechas.

—Sí, papi. No quiero volver con ella, es muy grosera conmigo.

Su ira volvió como un huracán y su mirada se desvió desde el rostro dolido de su pequeña hasta Sophie, quien observaba la escena desde el umbral.

—Lo siento tanto princesa. No tienes que preocuparte, papá está aquí y no dejaré que nada malo te pase. Lo juro —aseguró arrullando a la pequeña que había dejado de llorar y se aferraba a su camisa con fuerza.

Emmet se encargó de calmar a su hija; esa fue su prioridad, por lo que el tumulto de sensaciones negativas fueron momentáneamente aisladas hasta que la pequeña se quedó dormida en sus brazos.

Él había estado tan concentrado en ella que no se percató del momento en que Sophie los había dejado solos, así que en cuanto dejó a Becca en la cama, se fue a buscarla.

La encontró en la sala.

Sus rodillas estaban pegadas a su pecho y su rostro estaba encajado entre ellas en tanto su espalda temblaba cuando los silenciosos sollozos la atravesaron. No le gustó verla llorando, le sentaba tan mal que su estómago se revolvió al ver el rastro húmedo en sus mejillas, pero el enojo todavía lo recorría, en especial tras la admisión de Sophie.

Ella había sospechado acerca de los maltratos de Elena y no había dicho nada. 

—Tenemos que hablar.

Siento mucho la demora, como les expliqué ahora estoy pasando por varios cambios en mi vida. Dejé la universidad y estoy mudándome a Estados Unidos, así que he estado bastante ocupada con temas de papeleo para entrar a una universidad allá, conseguir trabajo y más cosas que de seguro los aburrirán.

Sólo quería agradecer a quienes me han esperado, sé que llevo mucho tiempo en esta historia y me disculpo por ello.

Espero que nos podamos leer pronto.

Con cariño,

-Vale 🤍

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