El sonido de unos nudillos contra la puerta me hace dar un bote en el sofá. Estoy viendo la televisión y como es normal, al no conocer a nadie, no espero visita. Me levanto con el teléfono en la mano, por si tengo que llamar a la policía. Me acerco a la puerta y me aclaro la voz.
—¿Sí? —Pregunto intentando que el temor no se contagie en mi voz.
—Soy Darío, el chico de la fiesta y tu vecino —Su voz me es familiar y miro por la ventana, apartando la cortina un poco.
Cojo las llaves y abro la puerta bastante intrigada. ¿Querrá sal? ¿Azúcar? ¿Qué les puede hacer falta? Cuando le veo con las manos en los bolsillos de su pantalón corte de deporte, con chanclas fila de muchos colores, de esas que se llevan ahora que no son metidas por el dedo, y sin camiseta, mi corazón se salta un latido.
—Hola —Dice con una amplia sonrisa—. Venía a ver cómo estabas.
No hace ni dos días que pasó la fiesta, bueno, no significa eso nada, tampoco es que esperase verle.
—Bien, bien —Dije con una sonrisa tímida—. Un poco resacosa el día siguiente, pero nada fuera de lo normal.
Busco con la mirada para ver si hay alguien en la calle, uno de sus compañeros, pero no, viene solo. Me hace sentirme bien, como atendida. Algo que no siento desde hace mucho.
—¿Tan bien como para dar una vuelta esta tarde noche por el pueblo? —Pregunta y creo notar una leve nota de timidez en su voz, pero su cara me hace desechar la idea—. Me caíste bien y no conozco a mucha gente por aquí a parte de mis compañeros. No son mucho de salir, no te voy a engañar, y a mí me pica la casa. He pensado que como no...
—No insistas más, te diré que sí —Digo entre risas. Sus explicaciones me hacen gracia. No pasa nada porque vaya con mi vecino, el mismo que me sujetó el pelo el otro día en el baño mientras echaba hasta la bilis, a dar un paseo—. No tienes que poner excusas.
—No querrás que sea directo, créeme —Dice con una sonrisa burlona.
Le miro con los ojos entrecerrados, pero hay diversión en mi mirada y reprimo una sonrisa. Es juguetón, atrevido y sin vergüenza alguna, me gusta... Por más que me duela admitirlo. No sé si hago todo esto por despecho, pero tampoco creo que haga nada malo.
—Bueno, si te parece podemos quedar a las ocho aquí, podemos llamar a un Uber —Arregla el silencio que se había hecho entre nosotros después de su burlona amenaza.
—Está bien, pero tengo moto, si es que no te importa ir de paquete —Aguanto como pueda la risa solo por imaginarme a nosotros dos en la moto. Yo conduciendo, y él, con su gran estatura, detrás de mí. Como si Browser fuese de paquete en la moto de Mario Bros.
—No me gusta tu sonrisilla —Dice dándome un toque en la punta de la nariz con su dedo índice mientras se ríe y da unos pasos hacia atrás—. Pero confiaré en ti. Me buscaré un casco.
—Soy buena conductora, lo prometo —Me toca jugar a mí.
Cierro la puerta cuando le veo cruzar su verja y me dice adiós con la mano sin mirarme. Echo la llave y me recuesto contra la puerta. No quiero pensar en Hugo y salir con un chico no tiene que ser siempre sinónimo de tonteo... Quiero creer que también se pueden tener amigos chicos.
No voy a engañarme, que se haya presentado en mi puerta me ha sorprendido. Pensé que después de todo, aunque hubiésemos tenido un momento así más íntimo en el baño, el cual se lo agradezco infinitamente, no esperaba volver a verle.
Por ahora no quiero hablar de esto con nadie.
Me vuelvo a tumbar en el sofá para hacer tiempo, son las cuatro, puedo vaguear un poquito más. Pongo la alarma a las seis y media, sabiendo que nada más que pose la cabeza en el cojín y vuelva a mirar el televisor, caeré dormida.
Unos golpes en la puerta me despiertan sobresaltada, ¿qué hora es? Miro por la ventana y el sol está ya poniéndose, cojo mi teléfono y veo que son las ocho y diez. Mierda. No ha sonado la alarma. Corro a la puerta, arreglándome los pelos como puedo antes de abrir. La cara de Darío aparece detrás de la puerta.
—Bella Durmiente, habíamos quedado hace diez minutos. Si quería dejarme tirado...
—¡Lo siento! —Grito desesperada llevándome la mano a la boca—. Juro por todos los santos, que había puesto la alarma a las seis y media, pero no ha sonado.
—Bueno, si quieres, puedo esperarte, a no ser que prefieras cancelarlo —Se encoje de hombros. Echa un ojo por encima de mí a la casa.
—Sí, claro, claro —Digo apartándome rápidamente. Le dejo pasar y le llevo descalza hasta el salón, donde la televisión sigue encendida—. Siéntate y mira lo que quieras, me voy a dar una ducha rápida, prometo no tardar.
—Tranquila, que el pueblo no se va a escapar —Dice riéndose mientras se sienta en el sofá.
Estoy subiendo las escaleras corriendo mientras le oigo decir algo, pero no entiendo el qué. Me desnudo nada más pasar por la puerta de mi dormitorio y corro a la ducha, donde me pego una de las duchas más rápidas de mi vida. Menos mal que no me toca lavarme el pelo, sino esto sería un desastre.
Me seco rápidamente, sin llegar a secarme como Dios manda, pero no me queda otra. Me echo desodorante y busco unos pantalones vaqueros pitillo en el armario. Me los pongo, a duras penas al estar aún húmeda, y cojo un top amarillo con flecos en los tirantes y la parte baja de este. Me coloco un cinturón marrón y unas sandalias de cuero marrón con plataforma de corcho. El bolso marrón que tengo abajo me sirve.
Me peino rápidamente con algo de agua y las manos y me aplico un poco de máscara de pestañas para que no parezca por mucho tiempo que me acabo de levantar. Ay, Dios, a ver quién me duerme esta noche.
Unas gotitas de colonia y bajo corriendo, intentando no matarme, las escaleras, viendo a Darío mirándome por encima del respaldo del sofá, con una expresión extraña. ¿Sorpresa? ¿Timidez? ¿Está ruborizado?
—Estoy lista —Miro el reloj de la pared—. Diez minutos, ni más, ni menos.
—Me sorprender, iba a poner una película —Dice más en un murmullo que una voz.
Cojo el bolso que está en la cocina, sabiendo que Darío me sigue. Siento sus ojos clavados en mí mientras rebusco por la llave de la moto y guardo mis cosas necesarias en el bolso. Salimos y después de echar la llave a la puerta, Darío me ayuda a abrir el portón del garaje. Lanza un silbido al ver la moto y sonrío con orgullo, como si fuese mía.
—Es alucinante, lo sé —Digo en voz baja, como si hablar en alto fuese a molestarla.
—Me gusta mucho, no lo voy a negar —Asiente mientras la rodea.
Hasta ahora no me había percatado de que trae el casco en la mano y que se ha puesto bastante guapo. Quizás vaya un poco fuera de su honda. Bermudas chinas color camel, zapatillas de deporte de varios colores y una camisa con un estampado color pastel y poco llamativo.
Darío me caza mirándole y me giro rápidamente para coger el casco de la moto y ponérmelo, me imita y le quito la pata de cabra a la moto hasta sacarla fuera, para cerrar después la puerta del garaje.
—Bueno, allá vamos —Digo con una sonrisa.
Darío se monta primero y luego me coloco yo, al mando. El viaje es extraño al principio porque le noto que no sabe dónde poner las manos, hasta que encuentra la barra metálica detrás de su asiento y se aferra a ella.
Aparco delante de la casa de Adela, así ella puede echarle un vistazo. Toco a su puerta y veo a Darío algo perdido.
—Hola, bonita. ¿Qué tal estás? —Pregunta, mirando de refilón a Darío.
—Hola, Adela. Quería preguntarte si me puedes echar un ojo a la moto y guardarnos los cascos —Me muerdo la parte interior de la boca.
—¡Pues claro! —Dice alzando los brazos y pidiéndome los cascos—. No os preocupéis por la hora, nos acostamos tarde. Que os lo paséis bien.
Adela me guiña un ojo mientras se vuelve dentro de la casa a guardar los cascos. Sonrío levemente a Darío y le digo adiós a esa señora tan entrañable. Camino sin rumbo, o eso creo, por las calles del pueblo, con Darío a mi lado, bastante callado.
—¿Qué vamos a hacer? —Rompo el hielo.
La comisura de Darío se curva levemente y mira disimuladamente a su alrededor.
—Podemos pararnos a tomar algo y hablar. ¿Qué te parece?
—Vale.
Asiento mientras juego con mis manos por delante. ¿Por qué estoy nerviosa? A ver, debería, porque no le conozco, pero es otro tipo de nervios... Me atrae físicamente, eso no es delito, pero la sensación es algo más que esa. ¿Me lo estoy tomando como una cita? Respiro hondo y me obligo a relajarme.
Darío señala una terracita en una plaza que está abierta al mar, con varios bares pequeñitos que están bastante llenos. Nos sentamos en una de las mesas más pegadas al mar y pedimos un tinto de verano cada uno.
—Me gusta este sitio —Admito, apoyando mi codo en la mesa y luego mi barbilla en ese mismo puño.
—A mí también, me da mucha paz —Dice en una voz suave.
—Me recuerda a casa y eso es bueno —Hago una pausa—. No me hace sentirme tan lejos.
El silencio se hace entre nosotros, pero no es incómodo, sino pacífico. El camarero trae los dos tintos y unas aceitunas, pero a parte de un <<gracias>>, no decimos nada más.
—¿Echas de menos tu casa? —Pregunta después de dar un pequeño sorbo.
Juego con el limón clavado en el borde de la copa y me hago la misma pregunta. ¿Echo de menos mi casa o es que me siento muy sola? Me encojo de hombros, dejando salir un suspiro entre mis labios.
—Creo que no tanto como pienso —Hago una mueca de fastidio con la boca—. Tengo que acostumbrarme, llevo solo unos días... Se me pasará.
—Si me aceptas un consejo —Se lleva la mano al pecho mientras se recuesta en la silla y levanta una pierna para apoyar el tobillo en la rodilla contraria—. No pienses en tu casa, así aceptarás que esta es tu nueva casa. Tienes que verlo como un lugar al que solo irás de vez en cuando.
—¿Así ves tú tu casa? —Pregunto sin pensar.
—A veces —Se pasa la mano por el pelo, peinando un poco los rizos—. A veces es mi casa, porque tengo la oportunidad de grabar solo allí y a veces la veo como un sitio al que voy a reponer las pilas... Es raro.
No consigo encontrar nada que decir, así que me quedo en silencio y asiento. Contemplo la postura de Darío, relajado, pero alerta. Sabe esconder muy bien sus emociones y me pregunto si será porque es actor. Siempre he tenido la duda de si son buenos mentirosos o solo saben actuar.
Desvío la mirada al mar y me acuerdo de Hugo, porque, ¿cómo no me voy a acordar de él aquí? Bueno, no puedo acordarme, porque nunca nos hemos visto. Aún. Pero me lo imagino por aquí. El pelo mojado y lleno de sal por haber estado en la playa buceando, en la moto con la maravillosa brisa y el olor a salitre. La piel morena y con ese tono vivo que te da el sol.
—¿Has ido ya a la playa? —La voz de Darío me devuelve a la Tierra. Por un momento me encontraba sola en este lugar, como si viese una película.
—Aún no... Es que sola no me gusta mucho y como tengo un jardín grandecito, no he salido de casa —Admito. No me suele costar relacionarme, es la verdad, pero estar en una casa alejada del único pueblo que tengo cerca no me ayuda mucho a la hora de socializar.
—Mañana no estaré, pero si quieres podemos hacernos compañía pasado mañana en la playa —Su voz suena insegura pero su actitud no lo parece.
Le miro cautelosa durante unos segundos y sonrío amablemente. Podría decir que traiga a sus amigas del otro día en la fiesta, pero no parecían muy complacidos con ellas.
—Vale... Pero ¿los dos solos? —Intento no sonar tímida, pero no lo consigo.
—Si te incomoda está claro que no —Dice levantando las manos con una sonrisa agradable—. Pensé que si llevaba a los chicos sería más incómodo para ti.
—Pensaba en las chicas del otro día, pero yo no mando en nada, tendrán su vida y eso —Intento arreglar mis palabras unas detrás de otras.
Se le escapa una carcajada en voz baja y mira al suelo mientras se frota los ojos.
—Va a ser un martirio para ti, te aviso. No sabes dónde te metes.
—¿Tú crees? —Pregunto algo confusa.
—¿Sabes qué? Creo que deberías de averiguarlo por ti misma. Pasado mañana bajamos a la playa, con fiambrera y todo, para pasar el día. ¿Trato? —Me extiende la mano para sellar el trato.
Me fijo en su enorme mano, con esos dedos largos y esa palma tan grande, pero la mano en sí bastante huesuda. Alterno la mirada entre su mano y su cara, que sonríe como un niño antes de tenderte una pequeña trampa. Finalmente, la estrecho, con una sonrisa divertida.
—Luego no me digas que no te avisé —Chasque la lengua y se termina su bebida, yo voy todavía por la mitad—. ¿Te apetece cenar algo? Pensaba cenar en casa, pero como nos hemos atrasado un poco, me empieza a entrar hambre.
—Me parece bien.
Me limito a observarle callada mientras llama al camarero y pide varias cosas. No estoy acostumbrada a que me traten bien, por poca justicia que esto haga a Hugo, que no ha tenido la oportunidad de demostrarme nada... No al menos en persona.
Se siente bien y aunque no quiero tirar la toalla tan pronto con Hugo, por todo lo que hemos vivido durante este pasado año, como la pérdida de su abuela, algo me dice que lo más seguro es que no prospere. Si sólo pudiese decirme la verdad, si fuese lo suficientemente valiente para decirme que no quiere verme, que se arrepiente de haber ido tan lejos, que no tiene el valor de verme cara a cara, que no me quiere. Si sólo pudiese decirme algo de aquello que me hiriese tanto para yo poder olvidarle y odiarle, dejarle atrás... Esta decepción la siento como un punto de inflexión.
Siempre habíamos hablado de viajar de un lado a otro, de vernos, de encontrarnos incluso fuera de nuestra ciudad, pero no hemos sido capaces o quizás no he querido forzarle a ello. Ahora me pregunto por qué tantas molestias cuando le pedía una videollamada, como si no quisiese verme. ¿Vale la pena todas las lágrimas derramadas por él?
—Me encantan los calamares —Dice Darío y le sangre se me hiela.
A Hugo también le encantan los calamares, sonrío por compromiso y empiezo a picar de la comida, como un pollito, poco a poco. Darío me mira de reojo mientras se limpia la boca con la servilleta y deja el tenedor en su plato.
—¿Te gusta lo que he pedido? —Pregunta cauto—. ¿O he dicho algo que te haya sentado mal?
Su preocupación me sorprende un poco, tampoco quiero hacerle sentir incómodo.
—Sí, sí. Está todo buenísimo, la verdad. Es solo... —Dejo mi tenedor también en el plato y miro a otro lado, sin poder ser capaz de mirarle a los ojos por la vergüenza—. Estaba pensando en cosas que no debería.
—¿Piensas en quién tenía que recibirte? —Pregunta directamente. ¿Este chico sabe que a los desconocidos se les trata menos directo?
—Sí —Musito.
Se lleva otro trozo de calamar con alioli a la boca y me contempla mientras mastica, con la mano puesta delante de su boca y la otra mano apoyada en el reposabrazos de la silla. Traga y vuelve a hablar.
—Cuando quieras volver a casa, avísame —Dice en un tono suave y delicado—. Si no te sientes bien o estás incómoda, vete y me cojo un Uber luego, no te preocupes por la comida. Te lo digo de verdad.
Darío me estás dando ganas de llorar. ¿Por qué un extraño me trata mejor de lo que nunca Hugo lo ha hecho? ¿Por qué me está complicando tanto todo? Solo tengo un lío enorme en la cabeza, creo que quiero seguir viéndole, pero... Me siento mal porque no consigo sacar a Hugo de mi cabeza, pero tengo el constante sentimiento de no querer que el momento acabe.
—Me siento bien contigo, Darío —Admito, aunque no sé si él me ve de la misma forma—. Es una pelea interna que tengo conmigo misma...
—¿Aparezco en esa pelea? —Sonríe divertido y no sé si quiero pegarle en la cara o reírme con él por su confianza.
Descuelgo mi cabeza mientras me río y me miro el regazo, abanicándome con la mano porque me han entrado los calores. Me mira divertido, con esa sonrisa pilla que ya me ha mostrado antes.
—¿Qué te hace pensarlo? —Intento descolocarle algo, pero parece invencible.
—Solo me gustaría —Toma un sorbo de su bebida mientras me observa. Me quedo inmóvil y noto como las mejillas se me ruborizan mientras le mantengo la mirada. Directo al grano por lo que veo.
Carraspeo, intentando buscar una actividad en la mesa, pero solo consigo excusarme para ir al baño.
—Voy al baño un momento al baño —Digo en un hilo de voz.
Me contempla divertido.
—Si te vas a ir, al menos despídete, para saber si tengo que pedir un Uber —Se ríe y yo solo salgo casi corriendo al baño.
Entro en él y me miro en el espejo, parezco un tomate. ¿Hace cuánto nadie tontea conmigo que me lo tomo como si fuese algo fuera de lo común? Me mojo las manos y me humedezco la nuca y el pecho. ¿Debería ir a la playa después de ver que él quizás esté dispuesto a más?
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Holis! Este y el próximo capítulo, son capítulos extras, para darle algo de mejor forma a la novela y que el romance sea algo más pausado y creíble. Espero que les guste ♥