—Gracias por ayudarme —susurro, acomodándome en el asiento.
Me ha sorprendido mucho ver a Nate Kennedy junto a mí intentando reanimar a Riley. Puede que estuviese ahí por casualidad, o puede que no, pero sin él probablemente me habría bloqueado aún más y mi amiga... No quiero ni pensarlo.
Los de la ambulancia nos han dejado acompañarlos, tal vez por mi insistencia. Nos han asegurado que mi amiga se encontraba mucho mejor. Sin embargo, no se me va de la cabeza su imagen con aquel tubo y la odiosa máquina pitando todo el rato.
—Se pondrá bien —asiente con una sonrisa sin dejar de mirarse las manos. Él también está nervioso.
En ese momento aparecen mis amigos. Se acercan a mí histéricos.
—¿Qué le ha pasado? ¿Dónde está? —habla Kai. Tiene los ojos inundados en lágrimas. Le cojo de la mano y le acompaño a los asientos para que se tranquilice mientras les cuento todo lo que sabemos, que no es mucho.
Laura me mira con el ceño fruncido y se encoge de hombros. La saco de la sala para hablar con ella aprovechando que Jeremy les tiene entretenidos.
—Pensaba que estaba mejor —dice con tristeza.
Resoplo.
—Tiene que haber sido la heroína. Antes de caerse... parecía desorientada.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
Me limpio las lágrimas con la manga de la chaqueta.
—Tenemos que estar a su lado.
Laura me mira, respira con fuerza y observa frunciendo el ceño.
—Reese, ¿cómo sabías que era esa droga?
No puedo decirle la verdad.
—Ella lo dijo.
—No es cierto. —Niega con la cabeza con insistencia y trago saliva.
Entonces aparece Jeremy, quien nos pide que volvamos a la sala. Escucho a mis espaldas como Laura se queja, pero la ignoro. No puedo contárselo. No ahora.
Los padres de Riley no tardan en llegar. Los han tenido que llamar al ser menor de edad. Nos hacen marcharnos y ellos nos aseguran que nos informarán en cuanto nuestra amiga mejore.
—¿Me haces un favor? —susurra Nate nada más salir, cogiéndome del brazo para alejarme del resto.
—¿Qué pasa?
—¿Le puedes dar esto a Riley cuando la veas?
Me quedo mirando su mano cerrada y la extiendo para ver de qué se trata. Es una figura metálica de una estrella.
—¿Qué es?
Nate agacha la cabeza y esboza una sonrisa tímida. Una de esas que pasan fugazmente.
—Ella lo entenderá.
—¿Por qué no se lo das tú?
Esta vez me mira, ahora su expresión es muy seria.
—No puedo —responde tras aclararse la garganta y se marcha sin decir nada más.
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Me siento fatal. Primero, por no haber sido capaz de impedir que Riley se pusiera así. Si hubiese hablado con ella antes, si hubiese intentado encontrar una solución, tal vez nada de esto habría ocurrido. A lo mejor tendría que habérselo dicho a sus padres. ¿Se habría enfadado? Puede, pero habrían sabido lo que hacer.
Soy una amiga horrible en todos los sentidos.
¿Y lo estúpida que he sido con Olivia? Si es que no puedo evitarlo. La veo cerca de Jeremy y no sé por qué me hierve la sangre. Puede que tenga miedo de perder a mi amigo.
Hundo mi cabeza en la almohada y grito lo más fuerte que puedo hasta que no tengo más fuerzas. Luego me levanto para ir corriendo a la ducha. Mi madre me va a llevar a casa de Riley.
—¿Crees que les gustará el pastel de carne?
Asiento como un autómata mientras me pongo el abrigo lo más rápido que puedo. No he comido nada desde anoche y ni siquiera el olor de la comida recién hecha consigue abrir mi estómago.
No tardamos mucho en llegar. Cuando entro, Jeremy y Kai también están. Mi madre se queda hablando con la de Riley y yo voy con mis amigos.
—No quiero hablar del tema —dice Riley con desgana. Tiene dos surcos morados bajo los ojos y la piel más pálida que de costumbre. Se la nota cansada.
—Te he traído una película para que te la pongas cuando te aburras —añade Kai para intentar animarla.
Le hablamos de tonterías y Jeremy le cuenta algunos chistes para hacerla reír.
Es frustrante ver a una persona a la que quieres sufrir de esa manera y no ser capaz de encontrar algo que le pueda ayudar a salir de ese pozo. Algunos pensarán que basta con la compañía y el apoyo, pero siento que estoy en deuda con ella. Porque me avisó. Porque me lo dijo no solo una vez, sino dos, y no fui capaz de ver que estaba peor de lo que quería admitir.
Poco después nos marchamos para que duerma un poco. Antes de irme le doy el objeto que Nate me dio anoche. Me fijo en que tiene una inscripción por uno de los lados en la que pone «cinco meses». No sé qué significará para ellos, pero al menos consigo verla sonreír.
Kai y Jeremy se quedan a comer en casa. Mi madre ha preparado muchísima comida, y no sé por qué razón. Que si carne, patatas, ensalada, verduras... ¡Y luego postre! Tras ver a Riley a salvo, se me ha abierto el estómago por completo.
—Cuídate mucho, por favor. No hagas tonterías —me dice mientras me da besos por toda la cara. Después mira a mis amigos—. No dejéis que haga tonterías.
—Tranquila, señora M, yo soy su ángel de la guarda —contesta Jeremy divertido para luego llevarse un trozo gigante de pastel a la boca.
Mi madre se ríe por cómo le ha llamado y se marcha corriendo a la tienda. Desde pequeño, Jeremy tiene la costumbre de llamar a mis padres solo con la inicial de nuestro apellido, lo cual me hace gracia.
—Bueeeno —empieza Kai tras haberse acabado la comida de su plato—. Yo tengo cosas que hacer.
—¿Cosas? Kai, estamos de vacaciones —replica Jeremy.
—Jer, algunas personas somos responsables —añado y me giro hacia Kai—. ¿Estás con el trabajo de historia o de literatura? ¿Te has acabado ya el libro? Yo me lo acabé la semana pasada y me encantó.
—Empollona —susurra Jeremy, y yo le doy un codazo para que se calle.
Kai me mira espantado ante el aluvión de preguntas y respira hondo unas cuantas veces antes de responderme.
—Tengo... ensayo con la banda.
Se levanta y se pone el abrigo a la vez que camina hacia la puerta. Se marcha sin decir nada más. Ha sido tan raro y ha sucedido tan rápido que me quedo un buen rato mirando a la puerta cerrada procesándolo.
—¿Vemos una peli?
Al girarme, me choco con Jeremy y él me sujeta de los hombros para que no me caiga. ¿Cuándo se ha acercado tanto?
—Tengo otra idea mejor —respondo con una sonrisa y le cojo el moflete para estirárselo. Él se aparta rápidamente y se frota la cara con enfado.
Me marcho corriendo hacia el baño de arriba riendo por lo que se me acaba de ocurrir, y bajo un par de minutos después dispuesta a escuchar sus quejas por lo que tengo en la mano.
—No.
—Ni me has dejado explicártelo.
—He dicho que no. Sé lo que tramas y no me gusta.
—Jer, me duele mucho el brazo, ¿no puedes complacer a una enfermita?
Cierra la boca con fuerza y se levanta del sofá. Me quita el tarro y hace que me siente. Le pido que me ate el pelo en una coleta para no mancharlo y empieza a extender la mezcla por toda la cara hasta que no queda ni un hueco libre. Bueno, solo los ojos y la boca.
—Esto es repugnante —dice con una mueca de asco.
—Ahora te toca a ti.
—¡Lo sabía! No, te he dicho que no.
Le miro haciendo un puchero y él resopla tan fuerte que se le mueven hacia arriba los mechones del flequillo.
—Venga, apártate ese pelo.
—¿No será esto la pintura que usamos para los tatuajes? —pregunta escéptico.
—¿Crees que si fuese eso me la habría echado yo primero? —respondo con una carcajada. La mascarilla está empezando a secarse y me cuesta mover la cara.
Un rato después estamos los dos con la cara verde por la mascarilla, un cuenco de palomitas entre nosotros y dos latas de refresco con pajita para poder beber como personas decentes.
—Las cosas que hago por ti...
—Estás guapísimo —me río y le doy un suave empujón con el hombro.
—Cállate, moco verde —replica con seriedad fingida, pues luego suelta una gran carcajada que hace que se le caiga la bebida en la camiseta.
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