Aunque Katherine no lo sabía, había escogido el lugar idóneo para no ser encontrada.
El olor de los caballos escondía su aroma, por lo que técnicamente el gran olfato de los vampiros no podría detectarla.
Se levantó perezosa, olvidando por un momento el lugar en el que se encontraba.
Era de día, porque aunque el establo estaba totalmente a oscuras, se podía ver una franja de brillante luz proveniente de las rendijas de las puertas.
Salió de allí y abrió el portón con delicadeza. El sol brillaba tanto que tardó un buen rato en acostumbrarse a su brillo.
Salió del establo y quedó maravillada con la belleza del jardín que estaba pisando. Estaba muy cuidado, había flores de todo tipo y tenía el pasto más verde y vivo que había visto nunca.
Se giró y se dió cuenta de que un poco más lejos de su posición había un chico arrodillado ante un enorme rosal, estaba cortando sus espinas.
Se acercó a pasos temerosos, ya que ese hombre se le hacía muy familiar.
El muchacho se giró y conectaron miradas, Katherine sonrió plenamente al darse cuenta de que se trataba de Viktor, su nuevo amigo.
Corrió hacia él y el chico la estrechó en sus brazos con fuerza. Estaba tan preocupado por ella...
Katherine.
– Katherine... Dios, estás viva... Pensé que te habían matado, te llevaron al Atrium Peccatorum...
– Yo tampoco me lo explico, no me hicieron nada, solo me encerraron en una habitación.
¿Cómo es que tú también estás vivo?
– Mi condena fué servirles porque dijeron que era un delito menor.
Soy el jardinero y vivo en el ala de las sirvientas. Junto a Amber.
– ¿Amber está bien?
– Sí, ahora es una limpiadora.
¿Si te encerraron, cómo estás aquí?
– Quería salir de la alcoba en la que me metieron... Para mi suerte pude forzar la cerradura.
Él pareció pensar en mis palabras desconcertado, y su mueca confusa se transformó en una de horror.
– ¿Eres tú?
– ¿A qué te refieres?
– Los vampiros llevan como locos toda la noche, están buscando a una humana que se ha escapado.
Abrí los ojos en sobremanera, ya que aún tenía la esperanza de que no le darían importancia a mi fuga. Es decir, tienen más humanas como yo en el castillo.
– Tenemos que salir de aquí...– Murmuré con prisa, agarrándole el brazo.
– Yo no puedo irme Kath.
– ¿Cómo que no...?
– Ahora vivo bastante bien, Amber vive mucho mejor. Nos dan de comer y beber, ya no pasamos hambre y tenemos ropa decente.
– Y a cambio sois sus criados.
– Lo sé, pero es lo mejor.
Nos han impuesto unas reglas y si las seguimos no nos pasará nada.
– Estoy harta de seguir sus estúpidas reglas.
– ¿Y qué vas a hacer?
– Voy a largarme. no pienso seguir en este sitio de mala muerte, pero respeto tu decisión y la de Amber, no estoy enfadada.
– Es un alivio...
A los vampiros no les suele gustar la luz del día, pero viendo cómo estaban los reyes ayer no puedes estar segura de que no vengan a buscarte.
– ¿Qué hora es?
– Son las diez de la mañana.
– Bien, tú estuviste despierto cuándo nos trajeron aquí.
¿Sabes más o menos lo que tardó el carruaje en llegar?
– Fueron alrededor de tres horas.
Debes seguir el camino grande e ir todo recto.
Me fijé en que nosotros salimos del camino de la izquierda, tú al ir en sentido contrario te será el de la derecha.
– Creo que para el atardecer habré llegado al poblado.
– ¿Y qué harás después?
– Me iré a una cabaña en el bosque.
– Espero que no te olvides del pequeño detalle de los licántropos.
– Pasaré la noche escondida en la cuidad. Al alba me pondré en camino.
– ¿Estás segura de esto Katherine?
– Se traen algo entre manos y no pienso quedarme para averiguarlo.
– En ese caso deberías irte ya, alguien podría verte...
Me abrazó con fuerza y refugié mi rostro en su cuello, había hecho un amigo y no quería perderlo, pero era su decisión.
Si quiere quedarse, voy a respetarlo.
Nos separamos lentamente y sonreí con algo de tristeza.
Pero de repente él se quedó congelado, a milímetros de mis labios.
Estábamos tan juntos que nuestras respiraciones se entremezclaban y él aumentó la fuerza de su agarre en mi cintura.
Le miré a los ojos con confusión, estaban más abiertos de lo normal y su expresión era profundo horror.
Estaba pálido, parecía que iba a desmayarse en cualquier momento. Entonces hizo un movimiento con los ojos, indicándome que mirara por encima de su hombro.
Y eso hice, se me paró el corazón al darme cuenta de que detrás de él, había un número considerable de guardias, Mace y la familia McClaine al completo.
Volví a conectar nuestras miradas, él debió escuchar el ruido de alguna armadura, por eso se quedó quieto.
Ahora ambos estábamos inmóviles y malditamente asustados, no quise volver a mirarlos, solo quería salir corriendo de ahí.
El vampiro de pelo castaño claro y ojos hipnotizantes estaba allí, no podía ver la expresión de su rostro a causa de la distancia, pero avanzó a paso rápido hacia nosotros y uno de sus hermanos le paró, él se revolvió e intentó venir otra vez, pero tras unas palabras de su hermana parece que se calmó.
Me separé bruscamente de Viktor dándole una última mirada y comencé a correr a sabiendas de que no llegaría lejos, pero al menos quería intentarlo.
Me escondí tras un árbol, reprimiendo las ganas de llorar y el miedo que comenzaba a desesperante.
Recuperé el aliento y en cuanto di un paso para irme de nuevo, algo me agarró fuertemente del brazo.
– ¿Qué coño estás haciendo?– Preguntó el chupasangre con furia, junto a esa voz gruesa que lo caracteriza. Empecé a temblar, estaba muerta de miedo.
– Yo, yo no...
– ¿Por qué estabas así con él?– Preguntó con una mueca de dolor que ocultó al instante.
Esa era una pregunta que no esperaba, y no sabía cómo o si debía contestarla.
– Hudson, basta.– Dijo Mace llegando junto a los demás chupasangres.
Uno de cabello negro, otro castaño, pero más oscuro, y dos hombres y una mujer rubios.
Estaba frente a seis de los siete hermanos McClaine. El séptimo se dice que aún es un niño, pero no sé si es cierto.
La experiencia me ha enseñado a no confiar en los cotilleos del poblado.
– Hudson, tranquilízate.
– ¡¿Por qué estoy aquí?!– Grité intentando liberarme del agarre del demonio.
– Porque eres la al...– Comenzó a hablar la vampiresa, pero el de ojos hipnotizantes
la interrumpió.
– Porque eres la nueva sirvienta.
La sustituta de Mace.– Dijo con voz fría, mientras me soltaba lentamente.
– Sí... Es cierto.– Le respaldó uno de los rubios con voz insegura. – Como Mace ya no está en el área que le asignaron, ha quedado un puesto vacante. A tí se te da bien cocinar y creíamos que serías la candidata ideal.
Miré a mi antes mejor amiga con odio, pero ella parecía estar sorprendida, como si no tuviera idea de lo que estaban hablando.
– Prefiero morirme de hambre, asquerosos dem...
– Es una gran oportunidad para ti Kath. Siempre quisiste una cocina en condiciones y ahora la tendrás.
– No quiero nada que venga de vosotros. Solo quiero irme.
– La otra opción es la muerte.
Has infringido varias reglas, por lo que no puedes volver al poblado. Tú decides.– Amenazó el tal Hudson.
Sus hermanos le dirigieron un mirada llena de confusión, mientras él me dedicaba una a mí llena de enfado o odio.
La verdad, no sabría distinguirlo.
– Disculpa a mi hermano, está siendo muy grosero. Y vaya modales los míos, soy Khalid. Él es mi hermano mayor, Dominik,– señaló al rubio que me pareció más maduro físicamente que el resto. – Después está Jackson.– Avanzó hacia el de pelo negro. – Erik,– me indicó que ahora hablaba del vampiro de pelo castaño oscuro. – Luego voy yo y tras de mí Hudson, que... ya le conoces... Y por último Eliel. Y bueno, Ariel que no está aquí, apenas tiene siete años.
No sé si esperaba una respuesta por mi parte, pero no quería ni iba a dársela.
– ¿Por qué?– Pregunté con pesadez.
– ¿Por qué, qué?– Inquirió Mace.
– ¿Por qué me habéis "perdonado" mis delitos...? ¿Por qué la familia McClaine se interesa por una humana de clase baja?
– Por la única razón de que la novia de mi hermano lo ha pedido.– Murmuró entre dientes Hudson McClaine.
– Si tienes el poder para que me salven la vida, tienes el poder para que me liberen.
Prometo no ir al poblado, nadie jamás sabrá que he vuelto.– Le imploré a la única humana en la estancia junto mí.
– Lo siento Katherine, pero tienes que quedarte con nosotros...– Susurró con pena mirando al castaño, que ahora tenía los puños y la mandíbula apretados.
Narrador.
– ¿Se puede saber que haces?– Le preguntó Jackson a su hermano pequeño con enfado. Mace se había llevado a Katherine al castillo y tenían vía libre para hablar a solas en familia.
– No sé de qué hablas.– Hudson se hizo el desentendido mientras se encaminaba hacia el jardín.
– Lo sabes a la perfección.
¿Qué es eso de que ahora es una criada?
– Será lo mejor, ella estará en el castillo y es una excusa creíble. Por el momento no voy a decirle que es mi compañera de vida.– Dijo con decepción notable en su voz.
– ¿Qué te pasa hermanito?– Le preguntó su hermana con algo de burla.
– Está celoso, muy celoso.– Murmuró divertido Eliel.
Hudson cerró los puños fuertemente al recordarlo, quería ocultar a los demás que haber visto así a su alma con otro hombre no solo le había enfadado, estaba dolido. Nunca se imaginó que una cosa así podría hacerle tanto daño.
– ¿La has convertido en la cocinera para retenerla o para poder estar cerca de ella?– Quiso saber su hermano Erik.
– Ambas.– Al fin confesó.
Él quería estar cerca de ella, rozar su mano aunque solo fuese cuando le sirviera la comida, solo anhelaba tocarla sin recibir a cambio un gesto de miedo o asco.
Quería que ella dejara de mirarle con temor... Y empezara a hacerlo con amor.