Quinta noche.

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8 de Diciembre de 1998. 

       Harry se armó de valor, mientras recorría una de las muchísimas bibliotecas públicas de Londres. En sus brazos cargaba dos grandes guías telefónicas de todos los recientes ciudadanos de la ubicación mencionada. 

Se sentó en una de las largas mesas, donde anteriormente había dejado un cuaderno junto con un bolígrafo. Hacía dos noches había hablado con el ojiazúl y había experimentado qué era el ''sentirse impotente por no poder ayudar a alguien importante en tu vida''.

Había escuchado llorar a Louis durante otras ocasiones, pero el hecho de saber que él lloraba porque su hermoso gato Félix, su único compañero, había desaparecido, era realmente devastador. Sonaba como un pequeño al cual le habían sacado su juguete.

Harry sabía muy bien que él no podía ver a Louis, y deseaba con toda su alma que alguien inventase algún tipo de teléfono con pantalla para verle mientras le hablaba, porque lo único que quería era conocer al dueño de la voz aguda y el alma triste. También sabía que nunca en su vida había conocido, por ende, nunca podría saber cómo lucía. Pero algo había dado por sentado; fuese como fuese físicamente: alto, bajo, gordo, flaco, rubio, moreno... Louis tenía un gran alma y un hermoso corazón.

El rizado abrió la gran guía telefónica, deteniéndose en la L. Necesitaba saber de él. Había pasado una noche y él no había llamado, temía bastante que aquél niño lastimado por el destino se hubiese hecho daño, o peor aún, que se hubiese quitado la vida.

—Laura, Lavander, Leela, Leyla, Lillian... —murmuró, tratando de no romper el sepulcral silencio que yacía en la biblioteca.

Frunció el ceño, juntando un poco sus rectas cejas. Su lengua color manzana se escapaba de sus labios, en una muestra de pura concentración.

—Louis...Louis Karmel, Khiller —prosiguió, mientras continuaba bajando su largo dedo por la interminable lista de hombres que se hacían llamar ''Louis''.

— ¡King, Louis King! ¡Aquí estás! —dijo con emoción al encontrar el nombre que tanto buscaba.

Por un momento levantó la vista del gran libro y miró hacia su alrededor. Estaba sólo, pero aún así no podía dejar de preguntarse por qué en ésta guía Louis figuraba y por qué en otras que él anteriormente había revisado no.

Tomando su lápiz y cuaderno, copió todos los números de las dos personas que eran de apellido King. Louis y ...¿Keith?

No tenía idea de quién era, pero igualmente copió el nombre. Al pasar a la segunda guía, la cual era de guías residenciales, volvió a detenerse en la L, rogándole a Dios que le ayudase para encontrar la residencia del chico del alma preciosa.

Los brillantes ojos color verde de Harry se pasaban con gran velocidad por las miles de letras de la guía.

—¿Doncaster? —susurró incrédulo.

Eso estaba a más de 200 kilómetros de London, donde él vivía. Tardaría unas tres horas si iba rápido en su auto, pero aún así no tenía una dirección preciosa.

Ahí decía Franklin House 163, pero si contamos con que esa guía había sido publicada en 1995...Bueno, las cosas podrían haber cambiado un poco.

«Oh Dios, ¿cómo voy a encontrarte, cariño?» Harry suspiró, mientras, de todas formas tomaba nota en su cuaderno anillado.

Tras encontrar poquísimos resultados de lo que él más deseaba, simplemente guardó las guías donde anteriormente reposaban y con un amable y pequeño discursito, agradeció y saludó a la bibliotecaria.

Línea Suicida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora