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Miércoles, dieciocho de octubre. Dos semanas antes de mi cumpleaños número veinte. Si, cumplo el treinta y uno de octubre. Noche de brujas. Donde antiguamente se celebrará el año nuevo celta, comenzando con la época oscura. ¿Lo peor de todo? Nací el treinta y uno de octubre a las tres de la mañana. Macabro.

Recuerdo cuando niña mi tía Hannah, hermana de Holly, compañera y amiga de mamá, me compraba para mí cumpleaños mi disfraz y ella misma me llevaba a pedir dulces. Recuerdo que mis padres pocas veces pasaban mis cumpleaños conmigo. En mis recuerdos solo está Hannah cuidandome cuando esos días ellos salían a trabajar.

Hannah fue una de las personas que más me cuidó cuando niña. Supongo que le di lastima al principio y luego me agarró cariño. Ella fue lo más cercano a una figura materna, aunque era un desastre cuidandome puesto que ella solo era una chica de catorce años cuando empezo a cuidarme, teniendo yo unos cuatro años. Recuerdo que Holly y mamá tenían que trabajar de noche y nos encerraban en mi casa o en su casa y Hannah no tenía otra opción de cuidarme. Hasta que ella empezó a quererme de verdad y se ofrecía a hacerlo. Llegó el momento en que Hannah decidió irse cuándo terminó la preparatoria a los diecinueve años. Recuerdo que lloré, le pedí que no me olvidara y ella prometió que no lo haría. Y no lo hizo.

Hoy, Hannah Davis tiene treinta años. Esta casada y tiene un hijo de tres años, y aunque no hablemos seguido ella se hace notar en mi cuenta bancaria. Todos los meses deposita una cantidad modesta, le he dicho incontables veces que no era necesario pero ella sigue haciéndolo. Según ella entiende lo difícil que es estudiar y trabajar al mismo tiempo y para mí que no tenía un turno fijo de estudios, lo sería más. Por lo que me deposita para mis gastos personales y para todo lo que necesite, y se lo agradezco mucho. Se que cuando me gradué y trabaje le pagaré todo lo que ha hecho por mí.

Son las cuatro de la tarde y estoy saliendo de mi última clase del día.

Había prometido no volver a quedarme despierta leyendo pero se me hace imposible. Siempre que empiezo a leer me es imposible parar.

Suspiro mientras empiezo a caminar a mí edificio para poder ir a mí habitación y poder acostarme en mi cama y quedarme ahí hasta la hora de la cena.

— ¡Hola! — Connor se atravisa en mi camino, haciendo que pare mi caminar abruptamente. Me doy cuenta que es alto, no tanto como el señor Dankworth. Y sus ojos son verde oscuro, un poco más que los del señor Dan...

¿Por que los comparo? Sacudo mi cabeza y siento como mi cara empieza a ponerse caliente.

—Ho-hola — Saludo nerviosamente con mi espantosa voz mientras trato de mirar hacia otro lugar.

— ¡Wou! Tu garganta si que tiene problemas. Bueno te he visto un par de veces y decidí acercarme a saludar — Dice mientras pasa su mano por su cabello, pareciendo nervioso — Tu cabello es muy lindo y llamativo. Connor Ferguson.

El extiende su mano con una radiante sonrisa la cual tomo lentamente.

— Cante mucho el viernes — Respondo tímidamente mientras suelto su mano luego de unos segundos. — Y gracias es natural. Abigail Russell.

— Oh, así que eres cantante. Me preguntaba si podríamos, claro si quieres, podríamos sentarnos en la cena juntos y poder charlar.

Siento como me sonrojo. Dios debo de parecer un tomate.

— N-no, no soy cantante — Río avergonzada — Y claro que podemos

— Suena a una anécdota que quisiera escuchar. — Sonríe en grande — Entonces ¿Nos vemos en la cena?

— Nos vemos — Le sonrió devuelta

—Un placer conocerte Abigail.

—Abi. — Me sonrojo y miro hacia abajo. —Dime Abi.

Dankworth [ 18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora