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Luego de un fin de semana diferente junto al dúo del club de voleibol, la hora de regresar a clases había llegado. Y junto a aquello, un notorio cambio.

Ya no se dormía mientras sus profesores hablaban, tomaba notas absolutamente de todo, se sentía mucho más motivada en cada materia que era dictada y sabía que todo aquello se debía a su nueva meta de conseguir una beca y dar tutorías.

Esperaba poder mantener ese ritmo por mucho más tiempo.

Pasado el mediodía, se dirigió al club de soccer donde hacia rato hacía ausencia. Su corazón se llenó de calor al atravesar la entrada del pabellón y ver a sus chicas entrenando duro bajo el mando del profesor y entrenador, quienes la recibieron cálidamente.

— Espero que esta vez hayas venido para quedarte, esas chicas necesitan un líder.

Natsu asintió con total seguridad y una extensa sonrisa. Estaba más ansiosa que nunca.

El patear el balón luego de tantos días le estaba haciendo tan bien a su corazón. Ese deporte que era su cable a tierra, su desafío, su pasión, estaba lentamente devolviéndole toda esa buena energía que creía perdida. La sonrisa impregnada en su rostro hablaba por si sola.

— La próxima semana tenemos un encuentro con el Date Tech, así que cuídense mucho y coman bien.

Esas últimas palabras que dijo el entrenador, era claro que fue para ella. Estaba segura que la anécdota del último partido había llegado a sus oídos, pero podía quedarse tranquilo, que luego de que Oikawa e Iwaizumi vieron su heladera vacía y sus alacenas llena de comida instantánea, se encargaron de dejarle una buena ración de comida congelada como para un mes entero.

— Ahora si me disculpan, el cumpleaños de mi hijo no se celebrará solo.

Aquello sorprendió a la capitana, pues admiró la humildad de su famoso entrenador para que, aún siendo el día del cumpleaños de su hijo, haya ido a la práctica normalmente.

Dando la misma por finalizada, y luego de un largo rato de charla con sus compañeras poniéndose al tanto de todo, tomó la decisión de quedarse un poco más pateando el balón. Pues no era muy tarde aún y necesitaba, con aquella acción, demostrarle a su club que realmente estaba comprometida con el equipo, que su ausencia no afecte ese respeto ganado.

Ya sola en el pabellón, acompañada tan solo del eco del esférico contra su pie y luego contra la red, una y otra vez. Habrá pateado las doce pelotas del canasto, que cuando fue por otra se rió de si misma al meter la mano y solo tocar aire, no había notado que ya había utilizado todas. Fue a recogerlas, cargándose con cuatro pelotas sobre sus brazos. Cuatro pelotas que cayeron una vez mas al suelo cuando al darse vuelta, una figura la observaba a un lado del cesto vacío.

Su corazón se heló y sintió como la inseguridad e ira estaban floreciendo raíces en su pecho impidiendo que respirara con normalidad. 

— Natsu, escúchame. Yo lo s-

— Cállate. —su voz de victima le causó dolor de cabeza. No podía tolerarlo.

— ¡Tienes que escucharme! Fue todo un mal entendido.

Avanzó varios pasos rápidos hacia ella, mientras ella al intentar retroceder, se topó con la pared. Sus pies patearon torpemente las pelotas que reposaban haciendo que su espalda hiciera música con el frío cemento, al mismo tiempo que sus manos se posaban sobre sus hombros.

Su cuerpo tembló ante su tacto e inmediatamente lo empujó, totalmente en vano. El otro apenas se había desestabilizado, atrapando esta vez sus muñecas ante tal acción y presionándolas contra la pared a cada lado de su cabeza. 

Intenta odiarme... | Oikawa TooruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora