45: ¡Dobby!

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Hoy me di cuenta que hace 10 meses comencé el cuarto libro y aun no lo he terminado osea wtf? subiré capítulos muy seguidos porque ya quiero comenzar el quinto.

Después de una divertida clase de Adivinación haciendo bromas fuimos a cenar aunque perdimos a Hermione en el camino. Por primera vez me serví carne aunque bueno no era para mi si no para mi dragón miniatura Aithusa II.

—Pero ¿adónde habrá ido? —preguntó Ron mientras volvíamos a la torre de Gryffindor.

—Ni idea... «Tonterías.»

Apenas había empezado la Señora Gorda a despejar el paso, cuando las pisadas de alguien que se acercaba corriendo por detrás  anunciaron la llegada de Hermione.

—¡Harry! —llamó, jadeante, y patinó al intentar detenerse en seco—. Tienes que venir, Harry. Tienes que venir: es lo más sorprendente que puedas imaginar. Por favor..

Agarró a Harry del brazo e intentó arrastrarlo por el corredor.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry.

—Ya lo verás cuando lleguemos. Ven, ven, rápido...

Alce una ceja y Aithusa II voló a mi cabeza, Castiel y James aprovecharon y treparon hasta mi cuello.

—Vale —aceptó Harry, que dio media vuelta para acompañar a Hermione. Ron y yo fuimos corriendo para no quedarnos atrás.

—¡Ah, no se preocupen por mí! —gritó bastante irritada la Señora Gorda—. ¡No es necesario que se disculpen por haberme molestado! No me importa quedarme aquí, franqueando el paso hasta que vuelvan.

—Muchas gracias —contestó Ron por encima del hombro.

—¿Adónde vamos, Hermione? —pregunté, después de que ella nos hubo conducido por seis pisos y comenzamos a bajar la escalinata de mármol que daba al vestíbulo—. Creo que me va a dar un ataque a los pulmones.

—¡Ya lo veran, lo veran dentro de un minuto! —dijo Hermione emocionada. Al final de la escalinata dobló a la izquierda y fue aprisa hacia una puerta que dio  un tramo de escaleras que, en lugar de dar a un sombrío pasaje subterráneo como el que llevaba a la mazmorra de Snape, desembocaba en un amplio corredor de piedra, brillantemente iluminado con antorchas y decorado con alegres pinturas, la mayoría bodegones.

—¡Ah, espera...! —exclamó Harry, a medio corredor—. Espera un minuto, Hermione.

—¿Qué? —Ella se volvió para mirarlo con expresión impaciente.

—Creo que ya sé de qué se trata —dijo Harry. Le dio un codazo a Ron y señaló la pintura que había justo detrás de Hermione: representaba un gigantesco frutero de plata.

—¡Hermione! —dijo Ron cayendo en la cuenta—. ¡Nos quieres liar otra vez en ese rollo del pedo!

—¡No, no, no es verdad! —se apresuró a negar ella—. Y no se llama«pedo», Ron.

—¿Le has cambiado el nombre? —preguntó Ron, frunciendo el entrecejo—. ¿Qué somos ahora, el Frente de Liberación de los Elfos Domésticos? Yo no me voy a meter en las cocinas para intentar que dejen de trabajar, ni lo sueñes.

—La F.L.E.D suena mejor si te soy honesta—asenti.

—¡No te pido nada de eso! —contestó Hermione un poco harta—. Acabo de venir a hablar con ellos y me he encontrado... ¡Ven, Harry, quiero que lo veas! 

—Oh vamos, Ron, hay comida, eso debe ser suficiente argumento para ti. Y quiero un panqueque antes de ir a la cama.

Hermione fue hasta  la pintura del frutero gigante, alargó el índice y le hizo cosquillas a una enorme pera verde, que comenzó a retorcerse entre risitas, y de repente se convirtió en un gran pomo verde. Hermione lo accionó, abrió la puerta y empujó a Harry por la espalda, obligándolo a entrar. Fui detrás de ellos, vi una sala enorme con el techo muy alto, tan grande como el Gran Comedor que había encima, llena de montones de relucientes ollas de metal y sartenes colgadas a lo largo de los muros de piedra, y una gran chimenea de ladrillo al otro extremo, cuando algo pequeño se acercó corriendo desde el medio de la sala.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora