10 - Su hombro 🌊

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𝓥ivimos en una mentira constante

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𝓥ivimos en una mentira constante. Creemos en la falsa ilusión de que tenemos toda una vida por delante, que siendo jóvenes nada nos puede suceder, pero nos equivocamos. Contrario a lo que pensamos, el único requisito para perecer es estar vivo, y mientras la parca no toque en la puerta de un vecino no somos conscientes de ello.

Y cuando lo hacemos, ya es demasiado tarde.

Con la muerte de Theo reparé en la vulnerabilidad del ser humano; en la fragilidad a la que estamos supeditados. Desde ese momento mi mundo se detuvo como si una mano ajena hubiese presionado el botón de pausa. Veía las noticias en televisión, contemplaba a la gente pasear alegremente en la calle ajena a todo el sufrimiento por el que unos pocos estaban pasando, y me preguntaba "¿por qué a mí?". "¿Por qué a él?". Pero, sobre todo, no dejaba de pensar en su familia y en la pobre Amanda.

No había vuelto a saber nada de mi amiga desde aquella noche, y por más que intentase contactar con ella siempre recibía el mismo mensaje, "el número al que llama no está disponible. Inténtelo de nuevo más tarde". La misma suerte corría cuando tocaba en su puerta y la señora Ross me transmitía su deseo de no aceptar visitas. Era preocupante que se aislase de esa forma, pero ¿cómo no hacerlo? Su corazón debía de estar hecho trizas.

Friday, por su parte, no se había cerrado tanto en banda. Aunque pocos y breves, había intercambiado algún mensaje conmigo de forma esporádica.

Ambos estaban devastados; yo también, en cierta forma. Era muy fácil que Theo te cayese en gracia siendo un muchacho tan bonachón y divertido, sin embargo, el roce hace el cariño y yo era la que menos tiempo había pasado con él. Me dolía en el alma que hubiese fallecido, pero mi sufrimiento no era comparable con el de mis amigos. Ahora bien, si había un sentimiento que permanecería aferrado a mi corazón durante semanas sería el miedo y la preocupación ante la posibilidad de que en cualquier momento Simon se desvaneciera; unos temores que solo conseguía apaciguar con su compañía. Por ello, durante los últimos días había sido el hombro en el que llorar, en el que apoyarme tras la pérdida de Theo y el que tiraba de mí para mantenerme a flote.

Una semana después del terrible incidente, mis dos mejores amigos regresaban a clase y aún no estaba preparada para recibirlos. Vivía con la constante preocupación de que cualquier palabra que dijera pudiese hurgar en la llaga y hacerles llorar. Me esforzaba tanto en ello que "Buenos días" o "¿qué tal estás?" eran solo algunas de esas frases que había eliminado de mi vocabulario por poder tener una connotación negativa.

Ansiosa como la que más ante su llegada, no dejaba de dar vueltas en círculos a lo largo del pasillo principal del instituto. Por fortuna no mucha gente me veía deambular sin sentido pues aún faltaba media hora para que comenzara la jornada escolar. A diferencia de otros días, había venido antes de lo normal para tener tiempo de recibir a Friday y Amanda y hablar con ellos con tranquilidad. Al menos, con toda la tranquilidad que se pudiera tener después de la pérdida de un ser querido.

Anatomía del chico perfecto [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora