4. Astromelias

                                    

                                          

                            

                                
                            
                              
                                  
                              
                              
                                
                                  
                                  
                                
                              
                             
                            
                            
                          
                          
                          

A medida que acababa de realizar los últimos trazos, sus pies se movían al compás de una canción. Estaba en su escritorio, tenía un montón de folios tendidos por todas partes y su lamparita de mesa se hayaba a su lado. Hoy hacía un día bastante soleado, así que no le hizo falta mejorar la cantidad de iluminación. 
                          
En cuanto terminó, dejó el lápiz a un lado y suspiró satisfecha mientras contemplaba su obra maestra. Le encantaba dibujar, practicar le venía bastante bien pero al mismo tiempo le estresaba un poco. Admiró los detalles; los pétalos, el tallo, las hojas... Todo estaba en orden. Aún así, frunció el ceño porque tenía la sensación de qué faltaba algo. Gruñó, contuvo sus ganas de arrugar el papel y tomó un buen trago de la botella de cerveza que reposaba a su izquierda. Después de calmarse se dejó caer sobre su silla, esto le pasaba por ser demasiado perfeccionista. Cerró los ojos y trató de visualizar de nuevo la imagen de las benditas flores, ninguno de sus bocetos eran similares a la imagen que tenía en mente. 
                          
Inconscientemente sonrió, le gustaba recordar a su madre sosteniendo ese bonito ramo de astromelias.
                          
El sonido de la puerta principal abriéndose le hizo salir de su ensoñación, abrió los párpados de golpe y casi perdió el equilibrio. Se levantó abruptamente, tomó un último sorbo de su bebida y trató de ordenar un poco el lugar en donde dejaba volar su creatividad. Su estudio de tatuajes era un desastre, las paredes estaban pintadas de un azul celeste un tanto apagado, tenía dibujos o cuadros en cada rincón y un montón de revistas cutres que contaban los mismos chismes de siempre que a nadie le importan. Corrió la cortina que dividía su zona de trabajo con la salita de estar y asomó la cabeza. Afraid seguía sonando por todo lo alto, los altavoces de su programa de música estaban al tope. Se maldijo a si misma por no haber pausado la lista de reproducción.
                          
— Vaya, ¿esto es pura casualidad o será cosa del destino? — canturreó con una sonrisilla juguetona en cuanto se cruzó con los orbes rubíes de Katsuki — ¿Qué te cuentas?
                          
— Apenas te oigo con esta música de música de mierda. — el rubio alzó la voz, lo cual causó que la tatuadora volviera a darse la vuelta para poder bajar el volumen un poco. 
                          
— Perdona, pero The Neighbourhood es arte puro. — replicó ella con desgana mientras volvía a aparecer por detrás de la cortina, poco después se remagó las mangas de su camiseta — En fin, ¿qué se te ofrece por aquí?
                          
— ¿No es obvio? — el más alto chasqueó la lengua y puso las manos dentro de los bolsillos de su pantalón — Vengo a hacerme un puto tatuaje. 
                          
[T/N] parpadeó durante unos segundos, no sabía si estaba sorprendida porque le hablara de esa manera o por el hecho de que hubiera decidido ir justamente a su estudio. 
                          
— Ah, vale. — contestó con simpleza a media que pasaba un mechón de cabello por detrás de su oreja — Más o menos, ¿para cuando te vendría bi...