1 de enero, 1980.
Santiago, Chile.
Te estás perdiendo a ti mismo.
Tan deprisa.
Quédate quieto, muy quieto.
Quieres ser visto por ojos benevolentes y manos exigentes.
Manos celosas, invisibles y perdonables.
Decoras la miseria de algún hueco que tengo por allí dentro.
Solicito la bondad, la inocencia.
Por excelencia obtengo alguna negligencia.
Entendemos que no perteneces aquí.
Dime, ¿cómo puedo guardar algo para mí?
Entonces, ¿cómo podría guardar algo para mí?
La nostalgia arde.
El sentimiento del deja vú, vos sabes.
Los corazones fuertes no protegen lo incierto.
Del verbo demoler.
Yo no tomo pie, no lo haré.
No pretendo transformarlo en acción,
Pero aprecio el enjuague que goza mi boca con la palabra.
Te perdiste entre manos sucias.
Y yo lavé tu cuerpo.
Te deshiciste muy rápido de la pureza.
¿Entonces, puedo guardar algo para mí?
Sin remitente.
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Salva una plegaria. (ArgChi)
RomanceMil palabras fueron enunciadas, la voluntad de Martín era muy clara. Pero siempre existe ese algo que hace temblar a ciertas decisiones. Y a ciertos corazones.