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Editado 13/11/21

Cuando Sophie se sentía agobiada ante cualquier eventualidad solía llamar a su mamá en busca consuelo

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Cuando Sophie se sentía agobiada ante cualquier eventualidad solía llamar a su mamá en busca consuelo. La señora Romanova se sentaba con su hija, la tomaba suavemente de las manos y así podían durar horas y horas hablando de los problemas de la vida. Precisamente por ello, no era secreto para nadie de la familia Romanov que las dos eran inseparables.

Hasta que se fue.

Ese día en particular, Sophie deseaba poder coger el teléfono y llamar a casa de sus padres para poder hablar con su mamá. Tenía la certeza de que, si se le presentara la oportunidad, daría hasta el último centavo que tenía con tal de volver a escuchar la cálida voz de su madre diciéndole que todo estaría bien.

Ya llevaba unas cuantas semanas con las clases de piano y afortunadamente le estaba yendo de maravilla. Sin embargo, el constante recuerdo de su mamá la perseguía por todas partes y sus ganas de irse aumentaban cada vez más.

Tener que tocar el mismo piano del que salieron sus primeras notas torpes en la compañía y enseñanza de su madre la rompía. Las respuestas que daba a sus estudiantes eran las mismas que ella alguna vez había recibido y su madre, paciente como siempre le había respondido con cariño.

Sophie pensaba que su situación era bastante irónica. El piano representaba la única escapatoria que tenía del inmenso sufrimiento que había nacido en ella tras la partida de la persona que más quería en el mundo, pero a la vez era el mayor recordatorio de lo que había perdido.

Se secó las lágrimas con impotencia y entró al baño en busca del corrector que había usado más de lo necesario para intentar cubrir las enormes ojeras causadas por la falta de sueño y las lágrimas.

—Ya basta Sophie, a mamá no le gustaría verte así —murmuró para sí misma observando su demacrada reflexión en el espejo.

Estaba terminando de difuminar el cremoso corrector bajo sus ojos cuando sonó el timbre alertándola de que había pasado las últimas dos horas llorando como una cría. Ese día Sophie esperaba a una nueva alumna hacía las cuatro de la tarde y estaba preparando las partituras con dos horas de antelación cuando los pensamientos tristes la abordaron.

Sintiéndose baja de ánimos caminó hasta la puerta, y antes de abrirla revisó que todo en su sala estuviera en orden para recibir a la pequeña Rebecca.

Al abrir la puerta su vista se clavó en una hermosa mujer de edad con un físico increíble que portaba una enorme sonrisa causando que algunas líneas de expresión se le marcaran alrededor de los ojos y la boca. Sostenida fuertemente de su mano estaba Becca.

Tenía unos ojos verdes enormes resaltados por unas pestañas de envidiar y unas mejillas rellenas bien rosadas. Al ver a la hermosa niña Sophie se agachó hasta quedar a su altura y le sonrío.

—Hola Becca, mi nombre es Sophie —se presentó extendiendo una mano para que la pequeña la tomara.

La niña le devolvió la sonrisa mostrándole sus pequeños dientes de leche con orgullo antes de tomar su mano en un tímido agarre.

Before You Go © | 18| [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora