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Caminaban por la calle de nuevo. Esta vez no iban dados de la mano, ya que como era una calle muy ancha la gente podía esquivarlos más fácilmente.

- Me parece increíble que la señora haya pensado eso. - Se quejó Light con los brazos cruzados mientras miraba al frente. Al lado suyo, L devoró un puñado de chuches.

- Ajá.

- Qué desconsiderada ha sido. - Se quejó de nuevo, sin poder evitar pensar en aquel momento - ¿Y a ella qué le importa, de todos modos?

- Ajá. - Repitió el pelinegro, cogiendo un gusano de gominola y metiéndoselo a la boca. Light se giró a mirarlo con el ceño fruncido.

- ¿Me estás escuchando?

- Sí, pero no me importa.

El castaño suspiró. ¿En qué momento había pensado que esa salida sería una buena idea?

- ¿Podrías ser más considerado por unos segundos? - Preguntó calmadamente. L le observó de reojo unos segundos, para bajar su mirada de nuevo.

- Lo lamento. Intentaré ser más amable.

- Gracias.

Llegaron a la cafetería. Se encontraba igual que el día en que jugaron al tenis. Sin más preámbulos, se guardaron las chuches en los bolsillos y entraron.

El camarero los llevó a una mesa apartada, como le pidió Light discretamente.

- Aquí podremos hablar tranquilamente sin que nadie nos moleste. - Propuso Light con una sonrisa, tomando asiento delante de L.

- Perfecto.

El pelinegro se colocó de cuclillas, como era habitual en él. El camarero, de pelo negro corto y pulcramente ordenado, le dedicó una mirada extrañada pero no comentó nada.

- ¿Qué van a tomar? - Preguntó educadamente, libreta en mano.

- Yo un café con leche y unas tortitas con sirope de caramelo  - Dijo Light con una sonrisa educada.

- Y yo un pastel de fresas y un cortado con extra de azúcar. - Pidió el detective, clavando sus profundos ojos grises en el camarero - Mucho azúcar.

- De acuerdo, ahora les traigo sus cafés. - Sin nada más que decir, y sintiéndose incómodo por la mirada penetrante del detective, el joven camarero se alejó de la mesa.

- Vaya, qué raro. - Ironizó el castaño, sonriente - El gran L pidiendo extra de azúcar.

- Ya me conoces, es mi debilidad. Y llámame Ryuzaki, por favor.- Añadió con una mirada seria. Aunque no había nadie cerca suyo, prefería ser precavido.

- Sí, sí. Perdona. - Light puso el codo sobre la mesa y apoyó su cabeza en su mano, sin despegar la mirada del detective - Dime, ¿tienes algún sueño? ¿Alguna meta que te gustaría cumplir?

La casual pregunta hizo que el pelinegro abriera los ojos de la impresión.

- ¿Ahora vamos a conocernos mejor? - Preguntó, con una ceja alzada y una sonrisa de medio lado - Cualquiera pensaría que es una cita.

Light no sé dejó amedendrar por la mirada ajena, tampoco por lo que había dicho el pelinegro.

¿Y qué si parecía una cita? Sinceramente, no le importaba.

- ¿Y bien? - Insistió, al ver que el otro no tenía intención de contestar.

- Mi sueño siempre fue ser detective, el mejor del mundo. - Reveló, con aire soñador - Sabía que podía lograrlo y ya lo he conseguido. ¿Qué hay de ti?

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora