13; final.

                                    

                                          


                          


                          
Luego de entrar a casa la noche anterior, ambos chicos sólo se dedicaron a mirar películas para conciliar el sueño ya que los nervios aún le entumecían hasta los dedos. E inevitablemente cayeron rendidos sobre el tapizado del suelo.
                          


                          
—Maldición, Minhyuk.— se quejó el castaño, removiéndose en su sitio. Con los ojos fuertemente cerrados por recibir de golpe la iluminación de la sala, se esforzó por empujar lejos el cuerpo que le presionaba incómodamente contra el suelo.—quítate que pesas, joder.— volvió a quejarse, levantando su rostro para dedicarse a maldecir correctamente a su mejor amigo.
                          


                          
Pero cualquier palabra planeada se atascó en su boca cuando observo un rostro completamente relajado sobre su pecho. Podría jurar que nunca lo había visto, pero, aún así no parecía peligroso.
                          


                          
El miedo que sintió le estremeció y Hyungwon sólo respiró profundo, sus ojos picaban buscando llorar, y su labio inferior temblaba.
                          


                          
Dio un brinco cuando su teléfono comenzó a sonar, muy lejos de él.
                          


                          
—Minhyuk, Minhyuk.— llamó cuidadosamente al pelinaranja dormido a su lado. Éste no respondió a su llamado así que no le quedó otra opción más que golpearlo.
                          


                          
Éste se movió con todo el afán de golpearlo, pero su puño quedó tal cual las palabras de Hyungwon, en el aire. Abrió sus ojos con obvia sorpresa y la confusión de apoderó de él.
                          


                          
—Contesta el maldito teléfono.— le ordenó el chico que se encontraba junto al pelinegro desconocido.— rápido, Minhyuk.
                          


                          
El mencionado se levantó de golpe y atendió la llamada. Pero al segundo le extendió el teléfono al castaño junto a un "es para ti".
                          


                          
Hyungwon blanqueó los ojos al ver que era su tía.
                          


                          
—¿Funcionó?— preguntó ella, tan sólo al escuchar el bufido de su sobrino.
                          


                          
—¿Funcionar qué?— preguntó él.
                          


                          
Ella sólo respondió con un "Wonho, ¿cómo está él?". Y los ojos del castaño no fueron capaces de abrirse más.
                          


                          
¿Acaso el pelinegro era Wonho?, o tal vez su tía se refería a otra cosa.
                          


                          
—No entiendo.— le respondió molesto. Ella soltó una risa.— no es momento para que te rías, ¿qué pasó con Wonho?¿quién es él?— preguntó, refiriéndose al joven dormido en su pecho.
                          


                          
—Él es Wonho, imbécil.— le respondió ella, y trancó.
                          


                          
Maldición, maldición mil veces.