—Sí usted me lo pide. Por cierto, tiene un bellísimo detalle en la empuñadura quien quiera que la haya forjado.
—Cuídela.
—Déjelo en mis manos.
Su maestro no regresó por dos días. Él vivía fuera de su reino. A su regreso, el joven azabache de ojos ónix y piel pálida esperó ansioso ver a la espada en mejor estado. Y no se decepcionó. Quedó más maravillado. Durante sus prácticas, su maestro se la entregó haciéndole prometer que no hablaría de ello con sus padres. Aceptó emocionado y continuaron practicando por el resto de la tarde.
Sus padres la mayor parte del tiempo se sumían en su mundo. Su hermano era igual, y por ser el mayor, debía cumplir al pie de la letra las expectativas de su padre. Por lo que lamentablemente se encontraba solo en su habitación. El manto nocturno cubría el cielo. No tenía apetito. No valía la pena bajar sabiendo que nadie le esperaba en la mesa, solo las sirvientas. Fue entonces que, recostado aún vestido sobre la cama, escuchó una suave voz a su lado.
—Amo, ¿Estás triste?
Inmediatamente reaccionó como cualquier ser humano normal. Asustado se irguió de la cama y se alejó del extraño sujeto lo más que pudiese. Con los ojos desmesuradamente abiertos, se permitió observar claramente a la luz de las velas al chico. Un muchacho mayor que él, cabellos rubios, unos impresionantes ojos azules, eran similares. Similares a la joya que adornaba su espada. Repentinamente giró la cabeza hacia donde la había depositado, el escritorio de madera. Estaba ahí. Se alivió un poco, pero el problema era otro.
—¿Amo?
—¿Quién eres tú? ¿Por qué me llamas así?-intentó no desesperarse. No gritar por ayuda, de verdad ansiaba poder resolver solo por una vez sus problemas.
—Mi amo anterior me llamó azul. ¿Qué nombre desea ponerme?-preguntó con gentileza. Estaba de rodillas junto a la cama y con la mirada fija en él, los nervios eran inmensos-Le pertenezco. Usted me ha hallado.
—¿Hallar? ¿Te refieres a la... espada?-¿estaba delirando acaso?
—Sí, yo y la espada somos uno. He vivido situaciones que uno describiría como fantasía, usted es mi decimo maestro.
—¿Qué ha pasado con los demás?
—Murieron, ya sea por enfermedad o plena guerra. Si no saben manejarme son un caso perdido.
—Eso no me calma en lo absoluto-murmuró con un aura deprimente-¿Dices que no podré manejarte correctamente?
—Yo le veo, amo. Con tan solo verlo, siento que es capaz. Mi intención no es juzgar, el que me empuñe tendrá la posibilidad de lograr la victoria, pero también la posibilidad de una derrota si no sabe controlarme.
—Un reto bastante interesante-río-Soy un niño aún, no estaré en guerra por unos años más. Sin embargo, aprovecharé el tiempo para entrenar contigo-frunció el ceño, era extraño hablar con "Eso"-¿No estoy alucinando, verdad?-le preguntó. El blondo negó con la cabeza.
—¿Me pondrá un nombre?-preguntó un tanto emocionado. Pese a ser alguien mayor, parecía comportarse como un niño.
—Naruto-susurró.
—¿Qué significa?
—No lo sé-suspiró-Es un nombre extraño y te queda. Lo escuché por ahí.
—Si usted lo dice-suspiró abatido.
—Ya no estaré tan solo-murmuró mostrando una pequeña sonrisa.
—Yo lo acompañaré a donde vaya, amo-sonrió.
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Mi amada espada
FantasyExiste una leyenda. Una fantástica historia que no supo contarse con sus verdaderos hechos. Un príncipe que halló una espada en el profundo bosque de su reino, y del cual salió aquel ser que le llamó "Amo". La leyenda dice que ellos no pudieron ser...
Parte 1
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