Capitulo 2

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—¿A donde te has ido anoche? —inquiere Gus, levantando sus bien moldeadas cejas. Muere de la curiosidad. Yo simplemente sonrío, recordando al increíble amante que tuve —. ¡Cuéntame todos los detalles! Eres increíble, te le haz lanzado como león a su presa.

—Ya sabes cómo soy. Me gusta algo y voy a por el... ¡Ay Gus!—exclamé con emoción, recordando cada detalle de la noche anterior. Me recuesto en la cama, estirando mis piernas y poniéndome cómoda para narrarle con lujo de detalle lo que paso.—Es un sueño ese hombre, sabe dónde, como y cuando tocar. Me deshice en la cama.

—Antes que nada ¿Cuántos años tiene? Porque un jovencito no era, ya parecía ser bastante reposado...—pregunto curioso. Yo solté una sonora carcajada.

—Como los buenos vinos. Muy bien —, suspire— tiene cuarenta y cinco... —Gustavo comenzó a boquear como pez fuera del agua.

—Bueno, debo decir que a esa edad, yo quiero verme justo como él. ¡Opino que la Guzmán debería de ir a ver a su cirujano plástico, nena! Seguramente hizo algún pacto con el diablo. —Me carcajeo nuevamente. Gus y sus ocurrencias.

—Obviamente él no tiene ninguna cirugía Gus, no te pases. Es más, está hasta mejor que muchos chicos con los que he estado. —Muerdo mi labio al recordar su tonificado pecho, no era nada exagerado, pero tampoco tenía piel caída o lo que fuera que se tuviera a su edad. Aunque como ejemplo, estaba mi madre, que poseía un cuerpo envidiable. Que incluso cualquier chica de mi edad desearía tener.

—Okaay. ¡Pero ya, cuéntame! ¡Solo das y das vueltas pero no dices nada sustancioso!

—Muy bien. Anoche que salimos del club me llevo a su departamento.

—¡¿Vive solo?! ¡¿No tiene esposa o hijos?! —tomó la almohada que estaba a mi lado y se tiró dramáticamente junto a mi.

—Honestamente no le pregunté si vivía con alguien.  Además, ¿Quien piensa en esas cosas cuando está apunto de tener sexo? Simplemente te dejas llevar por el momento y ya.

—Bueno, en eso tienes razón ¡Pero sígueme contando, no pauses! —se incorporo frente a mí, para sentarse de sobre sus rodillas.

—Pero si tú me preguntaste. Bueno, como sea. En el último momento me acobarde—, él se cubrió la boca con sus dos manos, iba a decir algo pero lo silencie—, shhht, silencio, déjame terminar. Le dije que debía irme y me preguntó que a donde. Le dije que debía de hacer algo importante. Él me dijo que si a la una de la mañana... entonces se acerco lentamente y fue dejando besos por todo mi cuello ¡Tú sabes cómo me deshacen los besos en el cuello! Entonces me dijo que eso también se hacía de noche y era muy, muy interesante y ya no pude más... ¡Me rendí, me rendí ante él!

—¡Ay mijita, se te hicieron las piernas de espaguetis seguramente! —se carcajeó sonoramente, él me conocía bien.

—¡Obvio sí! Su mano fue recorriendo mi espalda y luego bajo a mi trasero, entoces lo apretó con fuerza.

—Ay, bendito cristo redentor. —Negue mientras reía.

—No menciones a Dios aquí, es pecaminoso todo. Y pues... siguió bajando su mano, acariciando mis piernas, entoces subió su mano por mis muslos y los acarició también. ¿Ya sabrás a donde fue a parar su mano no? —Abrió los ojos con comprensión —, En ese momento yo ya me sentía extasiada totalmente.

—¡¿Y luego?! ¡¿Que hizo luego?!

—Bueno, baje el cierre de mi vestido y me quede solo en bra y pantis frente a él. Lo hubieras visto observarme, parecía un lobo hambriento, a punto de saciar su apetito. Tomé la iniciativa y desabotoné su camisa... ¡Ahh porque para éste entonces, aún estábamos en su sala de estar! Él solo seguía observandome, te juro que ambos desbordabamos en deseo.

El secreto de Elisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora