XV

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Hay mañanas idílicas, de esas que te despiertas antes que ese invento del averno conocido como alarma, y todo es absolutamente maravilloso.

Mañanas dignas de Hollywood. Con desperece acompañado de música de flauta primaveral misteriosa sin fuente de origen claro, y que sientes que porque tienes las ventanas cerradas, que si no un par de pajarillos de dibujos animados revolotearían a tu alrededor, quitándote las sábanas de encima y ayudándote a vestirte.

Mañanas maravillosas y perfectas que hasta el café sabe mejor, y ya ni te cuento las magdalenas.

¡Nada te puede parar!

Mañanas guais.

De 10.

Pero esta no es una de esas mañanas para Lexa.

Para nuestra querida morena de ojos verdes, la mañana empieza con un despertar sin alarma de móvil (algo es algo), pero hora y media más tarde de lo que debería.

Mierda... ayer se olvidó de poner la alarma, y ya llega media hora tarde a la entrevista de trabajo que tenía esa misma mañana.

- Jod... -empieza, saltando de la cama y, por culpa de una maldita sábana traicionera enrollada a uno de sus pies, termina cayendo contra el suelo-... ¡der!

Tampoco le ha gustado el sonido que ha hecho el movil contra la pared, al salir despedido de su mano. Y cuando se libera del maldito tentáculo textil que la ata a su cama, corre a coger el móvil, soltando un "noooooonononono" al ver que no solo tiene el cristal partido, si no que media pantalla está en negro.

Sep, una mañana de mierda.

- ¿Lexa? -oye a su hermana llamarla desde el pasillo.

Se acuclilla, sin responder, escondiendo la cara entre las palmas de su mano, dejando caer por segunda vez el móvil.

Total...

- Lexa, ¿todo bien? He oído golpes -se acerca la voz de Anya a su puerta, y oye como la puerta de su dormitorio se abre.

Sigue sin responder.

Bueno, si no aceptamos como respuesta un "iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii" que es el único sonido que Lexa emite tras la pregunta de Anya, y que consigue que esta se ría por lo bajo.

- Entonces -Anya posa una mano en la nuca de su hermana, acariciándola-, ¿tortitas o tostadas?

- Tirtitiiiiiiiiiiiiis.

Nota un beso en el hombro y siente, más que oye, como su hermana la deja para ir a preparar el desayuno.

Se frota la cara, echando la cabeza hacia atrás antes de volver a coger el móvil, cerciorándose de que, sep, sigue con la pantalla rota y media en negro.

Suspira, soltando el aire lentamente.

- Maldita sea.

Se levanta, arrastrando los pies, dejándose llevar por los sonidos de su hermana en la cocina. Hermana que, cual ser celestial bajado del paraíso eterno, le pone a Lexa en las manos una taza de café nada más aparecer en la cocina, en uno de los laterales del salón (porque, ¿quién narices necesita cuatro paredes en la cocina? Que viva el concepto de espacio abierto, menos que andar desde el sofá a la nevera).

-Alabada seas -le dice a Anya, quien alza una ceja al oírla.

- ¿Qué?

Niega con la cabeza, no lo entendería.

Deja el móvil en la isla del centro de la zona de cocina, y avanza hacia su sofá. Se sienta, con cuidado de no tirar el café, y bebe un sorbo.

Sagrada bebida de los dioses cafeinómanos.

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