uno

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—¡Por favor! ¡P-por favor necesito...! ¡Necesito...!

Sollozó con fuerza, su garganta se secó al instante y volvió a apretar los dientes. El dolor se extendió por todo su cuerpo como un virus letal. Abrió la boca y la saliva escapó de su comisura con lentitud, se arrastró con agonía al viejo edredón que habían dejado como cama. Sentía que lo partía en dos, y la humedad volvió a presentarse cuando sintió otra ola de sangre salir de sus partes íntimas.

—¡Por favor, por favor mi bebé! ¡M-mi bebé...! —se desgarró la garganta cuando sintió que salía. Sentía la presencia de aquellos monstruos afuera, su aroma fuerte, insoportable y tan dominante. Su presencia aún arremetía en su contra, en su piel, aun cuando sentía la cabeza de su hijo salir de su cuerpo—. Por favor... Alfa.

Sus ojos chocaron al techo oscuro de madera, cubierto de moho, tan podrido, el aroma a humedad y sangre volvió a hundirse en su nariz. Sentía su rostro pegajoso en lágrimas, su cabello sucio y maltratado. Sus manos viajaron a su gran estómago con dolor, la sangre sobre el edredón lo mareaba. Y sus ojos azules se levantaron para ver cómo su bebé salía de él, su llanto, su pequeño cuerpito y toda la sangre. Lloró con fuerza y gritó, ya no podía rogar, no podía decir palabra alguna. Se le quedaron atascadas en el esófago, con su cuerpo débil, temblando.

Y lo miró con ojos brillantes en llanto, sus movimientos erráticos se acercaron al cachorro. Al pequeño bebé que lloraba con fuerza, era tan chiquito y hermoso que se ahogó en nuevos sentimientos. Sus ojos lo miraron con intensidad, grabando cada parte, cada extremidad. Su nariz pequeña, sus ojitos cerrados y sus manitos chiquitas y suaves. Lo miró, lo miró con tanto amor y desesperación que lloró. Lo acurrucó a su lado, aún con el cordón uniendo su ser con el suyo, lo abrazó, gimiendo de dolor. De repente sintió el ambiente de aquella cárcel un hogar, entre las paredes sucias, el suelo fermentado y la humedad.

—Omega —rugieron y se encogió con terror en su lugar, abrazó a su hijo con rapidez, y lo cubrió con sus viejas ropas. La suciedad de su piel se hizo evidente cuando la puerta se abrió y las feromonas dominantes hicieron su entrada. Los ojos azules del Omega se cubrieron de lágrimas, la suciedad de su rostro pareció limpiarse con su llanto. Sus mejillas se tiñeron en rojo y lentamente el ambiente se llenó de miedo. Se acurrucó en un rincón cuando el prominente alfa lo miró de arriba, entre sus joyas, sus ropajes de seda y su hermoso rostro de aspecto frío y malvado. Sus ojos negros lo observaron y lo recorrieron con lentitud, estiró una mano y el Omega lloró con fuerza.

—Muéstrame —habló y su voz retumbó por las cuatro paredes. El pequeño y bello Omega maltratado gimió cuando los guardias entraron y lo miraron con seriedad. Parecía un pobre venado acorralado por sus cazadores—. Muéstrame.

Rugió. Y lloró con fuerza.

—Por favor... Por favor alfa te lo ruego... —estiró su mano cubierta de sangre, su pequeña mano delicada manchó el ropaje del alfa y este no se inmutó. El guardián alfa lo pateó con fuerza.

—Aléjate demonio —escupió y el rey volvió su vista al Omega. Levantó una mano y chasqueó los dedos. El alfa a su lado se acercó al Omega y entre forcejeos y golpes le arrebató el bebé de los brazos. Todo ser dominante admiró el cachorro, en su belleza, todo. Rápidamente el guardia sacó su espada y la levantó, el Omega lloró con fuerza cuando cortaron el cordón sin más y el pequeño cachorro fue envuelto en seda, limpiado con trapos húmedos.

—Mi bebé... —lloró el Omega, el alfa rey volvió mirarlo, el rostro demacrado del bonito Omega lo miró. Tan blanco como un papel, con la mugre en sus mejillas y las ojeras violáceas debajo de sus azules orbes. Miró su cuello, su clavícula, todo su cuerpo pequeño y curvilíneo, tan exótico y extraño que sonrió.

—Engendraste un ángel —murmuró y se dio la media vuelta.

El Omega lo miró con grandes ojos y cubrió sus partes, el dolor volvió a extenderse por todo su cuerpo. Su corazón, su alma al ver cómo aquel rey de alfas se escapaba de su mirada con su bebé. Los alfas a su alrededor lo miraron con asco, el terror vibró en su piel cuando los guardias arrancaron las espadas de sus fundas, el ruido del filo raspando aquel borde hizo que su corazón diera un vuelco al suelo.

—No... N-no alfa... ¡Mi bebé...! ¡Mi bebé por favor! ¡Por favor!

Y después, nada más. 



















El reflejo de tu muerte.

HUNTER. 2019.

El reflejo de tu muerte (Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora