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Durante más de 3 años he dejado que mi pasado se enterrara, he intentado vivir mi vida lo máximo posible aprovechando que nadie me conocía, aunque siendo sinceros, ¿quién me conocería en Connecticut?

He pasado desapercibida como una persona normal, una chica de 18 años que llegaba para crearse un futuro y estudiar en una prestigiosa universidad, Yale.

Todo me ha salido mejor de lo que me esperaba, nadie sospechaba de mí, nadie se ocupó de indagar acerca de mí, y lo que más me ha llegado a asombrar, he podido hacer amigos que no se han preocupado de mi vida pasada.

He regresado a Seúl graduada en Psicología por Yale. De todos los países del mundo, he vuelto a Corea del Sur con los ojos cerrados, como si de un imán atrayéndome se tratara.

...

Dando vueltas por la que fue mi antigua casa, en mi antigua habitación me encontré con un par de cartas. Cartas para mí. Cartas que no llegaron a ser enviadas.

Mi corazón se aceleró al abrir la primera y comenzar a leerla. No ponía nombre, quien no lo conociera no sabría que eran suyas, pero su caligrafía le delataba.

Siempre le había dicho que en el momento en el que sintiera que no podía más, que sintiera esa presión en el pecho que le hiciera cometer algo innecesario, escribiera todos sus sentimientos en una carta y la quemara. Le gustaba el fuego, le calmaba ver como ardía. Se sentía poderoso sabiendo que el fuego estaba en sus manos.

Me temía lo peor, porque esas cartas no habían llegado a arder. En esas cartas había escrito sus pensamientos más oscuros, sus pensamientos masoquistas, sociópatas y violentos. Parecían recientes, ya que si pasaba el dedo por el papel la tinta se corría. Demasiado recientes. Por eso la casa me olía a él.

No quise pensar en eso, seguramente era mi mente jugándome una mala pasada, alguien conocido que sabía que iba a venir y me estaría gastando una broma. Muy poco probable pero quería pensar que era eso, nada más.

Me encontré otra carta sin abrir, otra carta del montón que tenía un aspecto diferente, una hoja diferente e incluso un olor diferente. Sabría reconocer ese olor a 3km de mi. Su olor característico me traía recuerdos, recuerdos a los que me encantaría aferrarme el resto de mi vida. La última persona de la que estuve enamorada pero no pude ni quise meterle en ese tipo de vida, la única y última persona buena y pura que había conocido. Me emocioné al empezar a leer su escrito, su caligrafía cursiva y dulce como él...

Hasta que llegué más abajo.

Sentí que mi mundo se venía abajo. ¿Cómo ha podido pasar?

Sentí mi móvil vibrar en el bolsillo trasero del pantalón. Estaba ya descompuesta, por lo que me costaba desbloquearlo. Era un mensaje.

Número desconocido.

- Sé que estás aquí. ¿Jugamos?.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2021 ⏰

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