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Jungkook dio un suspiro hondo tocando el puente de su nariz sintiéndose pésimamente mal por culpa del punzante dolor que desde hace horas le taladraba la maldita cabeza.

Tener que estar encerrado en esa empresa de mierda solo para mantener a su padre "feliz" y jugar a ser el "heredero perfecto" del ministro Jeon no era una tarea tan fácil después de todo.

Aunque el proyecto que había propuesto de abrir el sitio turístico iba bien, todavía tenía muchos informes que revisar y documentos que debía aprobar por sí mismo.

Como estaban muchos millones en juego, no podía darse el lujo de cometer ningún error. Además de que su padre estaba esperando como tal animal rapaz para devorarle cuando diera un paso en falso.

Es que el tipo gozaba cuando se equivocaba. ¡Vaya padre de mierda que tenía! 

Malditamente aterrador.

El llamado Ministro Jeon era capaz de relamer sus labios esperando solo un pequeño error para tener alguna excusa para dejarle en ridículo y exponerlo frente a la junta directiva de la empresa.

Jungkook sabía que su padre solo estaba esperando verle equivocarse y así poder humillarlo por su incompetencia.

Tal y como había sucedido cuando solo tenía 9 años y estaba presentándose en un recital de piano de la escuela.

La mirada exigente del viejo de mierda que tenía por padre lo había puesto tan malditamente nervioso que todo terminó en desastre. Obviamente se había equivocado causando que todo el recital se jodiera.

Le había dolido mucho más la mirada de decepción de su padre que la risa de sus malditos compañeros.

—   ¿Para esto me hiciste venir aquí?  — 

Había pronunciado su padre mirándole desde por encima de su hombro en la entrada del anfiteatro donde se había llevado a cabo el recital escolar.

Siendo un niño, Jungkook no había podido responder de inmediato, así que su padre había vuelto a levantar su voz gritándole la misma pregunta.

Como no respondió ya que estaba cagado del miedo y vergüenza, su padre había pronunciado entre dientes que dejara de hacerle perder su valioso tiempo en sus tonterías.


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Enterrando ese episodio de su infancia en lo profundo de su mente, Jungkook se quitó las gafas que usaba para leer y se restregó un poco los ojos, tronando en movimientos circulares su cuello.

Desde hace más de ocho horas había estado sentado con la nariz metida en esos malditos papeles y había llegado a una conclusión, necesitaba un café cargado, urgente.

Y eso que ni siquiera le gustaba el jodido café.

— Un café, dos de azúcar. — 

Pidió a través del intercomunicador a su asistente. La cual respondió un parco "enseguida" y desconectó el intercomunicador.

LOVE KILLS ▪|SLAVE|▪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora