Judith detuvo el auto a escasos metros del club; los autos estacionados en fila eran el único paisaje que apreciaba. A estas horas los clientes no llegaban, si acaso salían. Mas no había nadie en las calles, todo se hallaba desierto, como un paisaje siniestro, la luz mortecina de las lámparas parpadeaba dándole un aspecto tenebroso y que no hacía más que aumentar mis nervios.
Temerosa abrí la puerta del auto mirando la hora en mi reloj, pensé de nuevo muy seriamente en si esto de verdad era una buena idea.
—Déjame ir contigo —me detuvo Judith—, es mi hermano, no me hará daño —agregó angustiada.
—No. Si no hago lo que me dice va a quitármelo, Judith.
—Creo que el mensaje decía que debías venir sola —oí aquella voz y no podía creer que de verdad ella estuviera inmiscuida en esto.
Bajé del auto y la enfrenté. Ella sonreía cruzada de brazos a unos metros de distancia, mostrándose confiada y triunfante al verme en aquella situación tan desagradable.
—Tú —susurré sin poder creerlo.
—Nosotros, Savannah —me volví encontrándome a ese hombre, sentí mi estomago revuelto y el deseo enorme de volverlo.
Él hizo que Judith bajara del auto tomándola con rudeza del cabello mientras ella forcejaba y yo... yo no podía hacer nada. Estaba anonadada, pasmada ante la revelación que se me presentaba en estos momentos.
—Ahora ella también correrá el mismo destino que tú —dijo él con burla e inyectó en su cuello un líquido que hizo que Judith se desvaneciera entre sus brazos en menos de un minuto.
—¡No! ¡No por favor! —Supliqué sin saber qué mas hacer. Di un paso al frente pero claramente oí el momento exacto en que esa mujer le quitaba el seguro al arma que supe, apuntaba directamente a mi cabeza.
—Camina, Savannah, alguien espera por ti —espetó con una sonrisa deslumbrante, me apuntó con un arma negra y pequeña pero que podía asesinarme en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Dónde está mi hijo? ¿Dónde está Michael? —Espeté impotente. Ella rio.
—Pronto los verás, camina —ordenó, señalándome un auto oscuro que se encontraba estacionado a unos metros calle arriba.
—No te saldrás con la tuya, Giovanna, ni tú ni Enrico —aseguré cerrando las manos en puño.
—Ya lo estamos haciendo, querida. Me quedaré con Bastian y con tu hijo, con lo que siempre debió ser mío.
La rabia brotó desde lo más profundo de mi pecho y sin importar que pudiese dispararme me le lancé contra ella golpeándola en la cada sin que pudiera evitarlo, y ¡por Dios! ¡Qué satisfacción!
Volvió el rostro y un hilo de sangre se deslizó por la comisura de sus labios; intenté golpearla de nuevo pero unos brazos me sostuvieron desde atrás, lo que ella aprovechó para golpearme con el arma en la cara. Pude sentir como rompía la piel de mi mejilla que no tardó en sangrar, desorientándome y volviendo mi vista borrosa.
—Basta, Giovanna —dijo Enrico. Me cogió de la cintura y no pude hacer nada cuando me metió dentro del auto sin la menor delicadeza.
A mi lado Judith descansaba con las manos atadas detrás de su espalda y una venda cubriéndole los ojos; quise tocarla para cerciorarme de que estuviese bien, pero me hallaba demasiado débil y a punto de perder la poca conciencia que me quedaba. Sentí a alguien tomarme de las manos, me las ató con demasiada fuerza detrás de mi espalda al igual que Judith. Me era imposible forcejar o luchar, estaba en sus manos. Y lo peor era que ambos me odiaban y no harían nada para ayudarme, ni siquiera Enrico, quien era consciente de que su nieto corría peligro. Si una criatura inocente no le preocupaba, qué demonios me iba a esperar a mí. Aunque la verdad no mantenía ni la más mínima esperanza de que fuese a apiadarse.
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Deseo ©
ChickLit-¿Y bien? ¿Estás de acuerdo? -Preguntó serio. -Dame el bolígrafo -dije segura sin perder más tiempo. Su sonrisa se hizo más grande, me tendió el bolígrafo y sin dudarlo firmé entregándole el contrato que él observó complacido para después firmarlo...