Parte 30

1.6K 101 81
                                    

Al llegar al departamento, todo se veía tan solitario, el suave perfume de Candy me recibió con más fuerza en mi habitación. Mil cosas pasaron por mi mente, nuestra primera noche había sido simplemente perfecta.

Sonreí al recordar con exactitud cada detalle. Me sorprendió que solo la noche anterior hubiera estado con ella; me parecía que había sido hace mucho tiempo. Cuanto la extrañaba.

Mis manos fueron a parar a la almohada y la acaricié como si ella estuviera ahí. Cerré los ojos, mientras mi cuerpo se encendía de deseo.

Me dejé caer sobre la cama completamente exhausto. Pude percibir su aroma impregnado en la tela; a mala hora que había llegado Eleonor, protesté en mi mente, de lo contrario Candy estaría ahí conmigo, compartiendo mis besos y caricias, sentí varias punzadas de deseo en mi entre pierna y mis labios se hicieron agua al recordar como la había besado, mis dedos se volvieron más sensibles al recordar su suave piel bajo mi tacto, empecé a vagar con mi mente.

No supe cuando me quedé dormido, su aroma era como un relajante. Desperté repetidas veces en la noche, solo para darme cuenta que Candy no estaba a mi lado. Que falta me hacía.

Me arrepentí mil veces por haber dejado que mi madre nos convenciera de posponer la boda un par de semanas. Maldición.

.

-Lo siento pero la señora Malrow nos prohíbe recibirle las flores... - se excusó una enfermera con cara de sufrimiento.

-Tanto peor, se las dejo... - dije seco.

Dejé las flores en la ventanilla y me alejé con ira y remordimiento al mismo tiempo.

-¡Pero señor! – trató de detenerme.

Hace un par de días que había ido con la esperanza de verla, pero su madre me había prohibido las visitas. No quería saber nada de mí. Me odiaba. Y como no hacerlo si yo mismo no me soportaba.

Crucé la puerta de hierro del hospital mientras los recuerdos poblaban mi mente...

"... Le había pedido a la señora Malrow que al menos me permitiera visitar a Susana.

-¿Habla de visitas? – su mirada estaba llena de resentimiento - ¿Cómo se atreve a querer visitarla? – me gritó con lágrimas desbordando sus ojos.

-Vendré cada día – contesté determinado.

-¡No se lo permitiré aunque venga cada día! – sentenció la vieja desalmada.

Apretaba su pañuelo y sus ojos lanzaban llamaradas de odio.

-Por su culpa mi hija...- sus palabras me pegaron como si fueran puños.

La vieja idiota me gritó en la cara, lo que mi conciencia me decía por dentro, y no solo mi conciencia sino los cuchicheos de los pasillos.

-El porvenir de mi hija, está roto... - reclamó entre gritos.

Bajé la cara avergonzado, porque ella tenía razón.

-Cálmese señora Malrow – la voz de Robert sonó a mi lado – Fue un accidente, esto, no fue su culpa – habló determinante y con su voz rayando en la ira.

-¡Parece que ella, se sacrificó por él! - lloró más fuerte

Tomó su pañuelo y lo llevó a su rostro, suspiró hondamente y me lanzó dardos de acusaciones que me atravesaban sin piedad.

-Normalmente es usted, ¡Terry quien debería estar en su lugar! – eso era verdad, yo debía estar ahí, en lugar de Susana - ¡Haga que vuelva a ser como antes! – me ordenó, como si eso fuera posible.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora