El camino parece interminable, lo único que veo a través de la ventana son montañas, pasto verde, pasto un poco seco en algunos tramos y se repite, no hay nada diferente al paso de los kilómetros, que llego a preguntarme si no estamos en un círculo interminable. De no ser por los letreros de los pequeños pueblos que vamos recorriendo lo hubiera dudado seriamente.
Los señores parecen buenas personas, la primera impresión que tengo de ellos al subir a este lujoso auto es que lucen más grandes de lo que había imaginado. Ambos doctores se dirigen a Cervantes, un lugar que queda a media hora de nuestro destino, con el propósito de asistir a una convención sobre cardiología.
Recitando las palabras de Jim, dice que un viaje en auto no les vendría mal pues tenía años que no viajaba con su esposa en carretera, ya que siempre habían preferido avión. Claro, ellos podían pagarse un boleto, nosotros no. Internamente agradezco su elección, gracias a ellos ahora nosotros estaremos en Montecitos dentro de unas horas por muy poco dinero, mucho más económico que pagar un boleto de autobús.
Al parecer la señora Angela y Lia congeniaron bastante bien, pues en los ratos en los cuales yo no sé que decir o el señor Jim, ellas dos nos salvan de un silencio abrumador. No creí que compartir auto con dos personas desconocidas fuera tan incómodo.
Ophelia, como siempre ganando confianza con desconocidos, no tarda en tutearle a la señora Angela, yo trato de calmarla con un leve codazo pero eso no basta para que ella comience a preguntar sobre su vida personal. Nunca es tarde para cumplir un sueño, le dijo a la señora Cardoza cuando ella comentó que le habría encantando visitar muchos lugares de México que veía en las revistas.
Sé que si nuestra pequeña entrometida cruza la línea, este matrimonio se sentirá con el derecho de preguntar sobre nosotros...
Y en efecto, no estaba tan alejado de la realidad, después de un rato de silencio la mujer de aproximadamente 50 años nos pregunta sobre como tomaron nuestros padres la noticia, de que haríamos un viaje celebrando nuestra graduación de la preparatoria.
Sí, tuvimos que mentirles.
No tan bien, fue lo que respondimos al mismo tiempo, con una sincronización impresionante. Tuvimos que retener una pequeña risa, los dos nos estamos volviendo los maestros de la mentira. Después de nuestras palabras, la mujer nos dijo otras cuantas que me dejaron pensando, estaba tranquilo al escucharlas; es normal, nosotros como padres no queremos que nuestros hijos crezcan, queremos siempre tenerlos bajo nuestras alas, que a veces olvidamos que ellos también tienen las suyas y quieren usarlas.
Seguido de su esposo; no se preocupen, quizá sus padres estén molestos ahora pero nunca habrá algo que no podamos perdonar, son nuestros hijos después de todo.
Me quedé mudo unos segundos hasta que la mano de Lia sobre la mía me hizo reaccionar. Gracias, de verdad me alegra escuchar eso; fue lo único que pude decirles, realmente escucharlos me hizo sentir mil veces mejor.
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Agridulces Palabras
Teen FictionHay días en los que crees que la vida no tiene nada importante para ti, no lo ves, hasta que te sucede. Esta es la historia de dos chicos que se conocieron por casualidad. Jared; amante de las palabras, fiel a la realidad. Ophelia; sueños y fantasí...