Sonriente miraba a Elliot, el pequeño de Judith. Él cumplía siete años hoy y se la había pasado bien en la pequeña fiesta que su madre le organizó.
Sinceramente me la pasé bien, tranquila, quizá porque me sentí como una persona normal, no una multimillonaria dueña de una empresa poderosa.
Los amigos de Judith así como sus padres y su hermano, me trataron de lo mejor, todos ellos personas tan sencillas y respetuosas; su hermano llamó mi atención, era un chico menor que yo, quizá por dos años. Sin embargo, era apuesto y muy simpático; poesía una inocencia que me atrajo, aunque hubo algo más, algo que al igual que con Bastian llamó mi atención. Mas no fue algo más que una simple atracción por ese chico delgado, de cabello negro; tenía unos ojos azules muy bonitos y una piel bronceada.
—Bueno, creo que debo irme —dije hacia Judith. Miré la hora en mi reloj, pasaban de las nueve.
—Entiendo. Gracias por venir —me dijo sincera. Le sonreí.
—No es nada, gracias por la invitación —besé su mejilla—. Me despides de Elliot, hasta luego —añadí despidiéndome de los demás con mi mano, percibiendo la mirada de Michael, el hermano de Judith, sobre mí.
No le di más importancia y salí de la casa; acomodé mi ropa, estremeciéndome ante el viento que sopló con fuerza.
Entonces me percaté del auto que esperaba por mí. José no se encontraba por ningún lado.
Maldita sea.
Sabía que Bastian iba a venir, pero ¿a qué?
A paso lento me dirigí al auto. Él bajó del lado del piloto, sorprendiéndome; venía vestido con su traje, aun se mantenía impecable incluso al ser usado la mayor parte del día.—Señor —dije con respeto. Él no me respondió nada; abrió la puerta del copiloto para que subiera y así lo hice.
Di un respingo en cuanto la cerró, puesto que, lo hizo con demasiada fuerza.
Después subió, cerrando su puerta de la misma manera. Su vista estaba hacia al frente, su mandíbula tensa al igual que su cuerpo y el reducido espacio en el que estábamos.—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó con suavidad, mas la severidad en sus palabras era palpable. Me quedé en silencio, mirando mis manos.
¿Algo qué decirle?
Podría comentarle lo sucedido con Cristianno, pero no me apetecía hacerlo enfadar más de lo que ya se encontraba, porque su enfado era notable, lo irradiaba. Lo que no comprendía era por qué. No creía que fuera por mi causa, las probabilidades que se enterara de lo de Cristianno, eran nulas.
Era consciente de que no estaba siendo sincera ni comportándome como debía, pero era lo mejor.
—No, señor, ¿sucede algo? —inquirí seria. Él se volvió a verme, más yo no me moví.
—¿Segura? —cuestionó de nuevo ignorando mi pregunta.
—Sí Señor —contesté.
—Bien —respondió serio. Y encendió el auto poniéndose en marcha.
[***]
Tiempo después Bastian detuvo su auto en la entrada de mi casa; el mío ya se encontraba ahí. Me volví a mirarlo, él no lo hacía.
—Gracias por traerme —susurré.
Él no me respondió, bajó del auto y yo no esperé a que abriera mi puerta, sólo bajé, clavando mi vista sobre él.
—Vamos adentro —indicó, caminó delante de mí.
Fruncí el ceño confundida ante su actitud y su presencia aquí.
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Deseo ©
ChickLit-¿Y bien? ¿Estás de acuerdo? -Preguntó serio. -Dame el bolígrafo -dije segura sin perder más tiempo. Su sonrisa se hizo más grande, me tendió el bolígrafo y sin dudarlo firmé entregándole el contrato que él observó complacido para después firmarlo...