Capítulo 8; Declaración

                                    

                                          
La suela de los zapatos de Junhui forma parte del eco de aquella gris y vacía habitación, resonando con dureza a la par de sus emociones.
                          
Se encontraba yendo de un lado a otro, mordiendo la uña de su dedo pulgar con una evidente muestra de su nerviosismo. El frío del clima y las torrenciales lluvias le habían hecho dificultoso el camino hacia aquella gran mansión a las afueras de Seúl en la que ahora se encontraba, pero afortunadamente había logrado llegar sin ningún contratiempo, esperando al grupo de personas que lo habían citado ahí.
                          
— Desgastarás tus zapatos si sigues moviendo tus pies casi a rastras —
                          
Se detiene.
                          
La tersa voz de una fémina, seguida de su séquito de carnívoros, hace girar su cuerpo en dirección a donde proviene, con sus oscuras orbes enfocándose en cierto chico alto con bozal que camina junto a ellos, como sus iguales.
La pelirroja mujer de busto robusto, labios gruesos y mirada seductora, se mueve hacia él con un suave contoneo de caderas en donde su vestido rojo enmarca las curvas que se acentúan aún más con su altura, sus negros tacones de aguja emitiendo un grave sonido.
                          
— He esperado por cuarenta minutos a que muestres tu cara, ¿sabes lo desesperante que eso es para una persona como yo? Sobretodo con SooMan vigilando mis pasos —da una mirada a Seokmin, quien se encoje en su lugar y a quien puede ver como sus labios forman una fina línea aún y de por medio en ese horrible bozal—. No pensé que te encontraría aquí, Seokmin, ¿tú no formabas parte del lado de tu padre, SooMan? Ya se me hacía raro que no pudiese acceder a la zona roja ni por mucho que intenté sabotear el sistema, incluso rodearon de pacificadores la entrada. Eres un-
                          
La carnívora pelirroja levanta la palma de su mano, callándolo. — En algo estás equivocado, Junhui. Seokmin ha estado trabajando para mí desde que le permitieron salir de la zona roja, inclusive me hizo el favor de sacar todos los documentos que irías a necesitar — chasquea los dedos y uno de los tantos hombres vestidos de negro le entrega a la delgada mujer una carpeta amarilla con dichos papeles, enseñándoselos a él bajo su mirada de extrañeza—. Es solo un tipo de escudo —comienza a explicar—, sirve como soplón para que SooMan no sospeche y a cambio le garantizo su seguridad, fue así que lo que tengo en mis manos fue a parar a mi persona.
                          
El pelinegro alza una ceja y Seokmin agacha la mirada, puede ver la profunda culpa que el menor siente al no poderle decir ni una sola palabra, pero lo entendía, si se le decían los planes podrían posiblemente irse por la borda, a la basura.
                          
— Cinco días pensando en qué hacer para conseguir toda esa mierda... —masculla entre dientes, gruñendo por lo bajo.
                          
— Oh, vamos cariño, no te molestes por cosas tan insignificantes —
                          
— Aún tengo que ir por Jaehyun y no puedo hacerlo si no saco sus registros y un pase de salida —
                          
— Ah, ¿te refieres al pequeño carnívoro de dos años que es víctima de experimentos? —
                          
— Si ya lo sabes no sé para qué me lo preguntas, JiHyun —
                          
Con un movimiento de manos la nombrada hace a un lado su larga y roja cabellera, sonriendo tan enormemente hasta mostrar sus afilados colmillos que resaltan gracias a la pintura de labios rojiza, con la blanca dentadura mostrándose amenazadora.
La mujer mantiene los papeles firmemente agarrados sobre su pecho y mueve su dedo índice con una señal de negación al momento en que nota lo decidido que se encuentra al querer acercarse a tomarlos.
                          
— Mi querida esposa sigue en cama, postrada, todo gracias a esos infelices del consejo y al idiota de SooMan —sisea, haciendo que el alfa retroceda unos pasos, sabiendo lo peligrosa que  JiHyun se volvía cuando se encontraba enfadada—, no puede caminar por lo que profundamente se ha lamentado demasiado el no poder venir aquí. No quiero ni imaginarme el pesar con el que ella carga —lanza un suspiro y el pelinegro le da una mirada de soslayo—. Es por eso, Jun, que antes de que te entregue esto, que es tan valioso para ti como para todos nosotros, necesito que me cuentes cómo se encutra mi pequeño cachorro.