CAPITULO XXXVI

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Aarón bajó del taxi kilómetro y medio antes de llegar a la gigantesca casa. Podía ver todo el movimiento que había desde donde estaba, y el tráfico de limusinas era casi tan irreal como en una película; pero le resultaba tan familiar, que ni siquiera se preocupó porque alguien le prestara atención. Sabía perfectamente que esas personas no se preocuparían por alguien que iba en taxi.

Pero, tampoco planeaba ser descuidado; si él no llamaba la atención por si solo, la gigantesca bolsa negra que llevaba consigo, tal vez si lo hacía ver altamente sospechoso. El conductor no paro de vigilarlo desde que se subió al asiento trasero, y dudaba mucho que fuera por el papel que acababa de hacer en la serie... a este paso su única fan sería Natalie... y no le parecía tan mal.

-¿Seguro quiere que lo deje aquí?-. Mirándolo como si estuviera memorizando cada rasgo de su cara, el hombre tomó el dinero del pago. Aunque normalmente los ladrones llegaban con las manos vacías a sus destinos, ese enooorme bolso no terminaba de gustarle... aunque el tipo parecía familiar de algún lado...

-Sí, gracias...

-Eso se ve pesado...-. No tenía forma de instrumento musical; en realidad, se le figuraba una cabeza...

-Es solo el efecto...

El actor hizo un asentimiento de cabeza para agradecer, antes de cerrar la puerta y comenzar a caminar en la oscuridad. Lograba ver muy bien por donde daba sus pasos, porque los autos no paraban de circular; pero de todos modos se había alejado lo más que podía de la orilla del pavimento para evitar accidentes.

Todavía no podía creer que estuviese en camino a esa casa... no al menos en ese momento de su vida, y dada la situación con Roland; pero allí estaba, a punto de llegar, con los niveles de enojo a grados preocupantes, el traje de Foxy Fu prestado (robado) en la bolsa como único equipaje, y un esmoquin rentado que había agotado sus reservas de sueldo. Es que su cuenta bancaria daba más pena que un panda queriendo ponerse a dieta...

Ahora lo único que esperaba, era poder llegar a tiempo para salvar a Natalie, y de ser posible, que nadie lo descubriera sin tener que utilizar a su infantil alter ego para sabotear la fiesta. Claro que eso era como pedir que un duende le regalara su tesoro; pero como ese tipo de locuras solo se le ocurrirían a su escritora, mejor se dejaba de fantasías y se ponía manos a la obra...

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Nicolas bajó de su auto sosteniendo el hermoso ramo de lirios bancos. Suponía que no se podía comparar con todos esos impresionantes arreglos que todavía llenaban la casa de Naty; pero lejos de hacerlo sentir inferior, era como si su hombría hubiera aplastado su sentido del raciocinio.

Por supuesto, eso de ser un hombre de las cavernas le estaba gustando demasiado como para sentirse mal al respecto; el beso que le había robado a la escritora todavía lo hacía vibrar, y pretendía conseguir muchos más en la cena.

Hacía mucho tiempo que no se sentía así, que la vida no le parecía tan llena de color; era como si hubiese estado dormido, y ahora por fin se fijase en el mundo que lo rodeaba.

En el pasado era igual. Su pasión por las cosas, la manera que tenía de aferrarse a aquello que le gustaba, era lo mismo por lo que en ese momento recorría el camino de esa casa; su amor por aquella pobre chica que no era capaz de distinguir sus delirios de la realidad, fue lo que le convirtió en el hombre que hoy era.

Razón por la cual su hermana estaba convencida que una relación con Natalie, solo le traería problemas. Según ella, la manera de ser que tenían, solo los haría colisionar provocando daños irreversibles en ambos.

Como en mis libros...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora