Parte ll

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-Vamos, Harry -murmuró-. Vamos, cariño. Este no es el mejor sitio para recuperarte. Ven a la cama.
-Mmm. -Harry abrió los ojos y se frotó el rasposo mentón.
Intentó humedecerse los labios, pero tenía la lengua tan seca como el resto de la boca. La morocha le ayudó a levantarse, pero los esfuerzos que Harry hacía eran torpes e ineficientes. Se dejó caer débilmente sobre el colchón, y una vez allí tumbado la miró parpadeando.
-Eh. He soñado que te largabas.
-¿Ah, sí? -Ronie le quitó los zapatos y los calcetines y lo dejó allí.
Harry la oyó ir al servicio, pero volvió enseguida y se oyó un rumor de papel, el chasquido del cristal contra cristal. Unos minutos después, Ronie estaba sentada a su lado y le pasaba el brazo por los hombros para incorporarle.
-Toma. Bebe.
El líquido se deslizó por su garganta, frío y refrescante. Harry bebió con ansia, hasta que ella apartó el vaso.
-Con calma -murmuró-. No vaya a ser que lo eches otra vez. -Volvió a ponerle el vaso en los labios y le obligó a beber con sorbos pequeños e insatisfactorios hasta vaciarlo.
-Qué bueno. -Harry la miró-. Más.
Le hicieron falta tres vasos para calmar la sed, aunque ella solo le dejaba beber muy poco a poco. Por fin se dejó caer de nuevo sobre la almohada. Lo último que oyó fue su voz, murmurando algo sobre galletas.
Luego cayó de cabeza en un oscuro pozo sin fondo.
Ronie se lo quedó mirando, preguntándose si debía llamar a un médico. La pregunta era más bien retórica puesto que dudaba de que pudiera encontrar ninguno allí en mitad de la nada. De todas formas eso no impedía que se preocupara por él.
Harry se despertaba cada hora con una sed terrible. Ronie le daba más Gatorade y a continuación él volvía a caer en un profundo sueño, como un hombre que cayera del borde del mundo al espacio profundo. Un momento estaba despierto, y al siguiente comatoso. No era normal. Y cuando despertaba se quejaba de tener frío, lo cual, con aquel calor, definitivamente no era normal. Poco a poco, sin embargo, fue mejorando su color y los labios perdieron la sequedad extrema de antes. La piel seguía seca y Harry no dejaba de tiritar, de manera que Ronie lo envolvió en mantas. Hacia las nueve, sintió un gran alivio al ver que Harry empezaba a sudar y se despertaba el tiempo suficiente para maldecir agitadamente por las mantas apiladas sobre él, tirándolas al suelo. Ronie le convenció para que comiera unas cuantas galletas, y cuando volvió a dormirse, pareció caer en un estado de inconsciencia más tranquilizador.
Sentada en la cama a su lado, Ronie apoyó la cabeza contra la pared. Por primera vez en horas le pareció que Harry iba a recuperarse.
Debería ponerse en marcha.
Pero la idea de coger el bolso y la maleta y trazar un plan de acción se le antojaba un esfuerzo enorme. Y la verdad es que no quería hacerlo. Por alguna razón, su vida de orden y seguridad en Seattle ya no tenía el mismo atractivo de antes. Por más que lo intentara, no tenía ningunas ganas de volver a ella.
Además, estaba segura de que se despertaría antes que Sam por la mañana, de manera que también podía descansar un poco y ver cómo se sentía con la luz del día. Ya pensaría algo entonces.
-Ay, Dios. -Su voz era débil y teñida con una cierta histeria.
Se golpeó la cabeza con la pared una, dos, tres veces. Estaba metida en un buen lío si no le quedaba otra defensa que la de Escarlata O'Hara. «Bah, Rhett. Ya lo pensaré mañana.»
Maldición. Era una mujer independiente. No necesitaba las justificaciones y racionalizaciones de una dama del sur de antes de la guerra. Ella sabía tomar decisiones bien meditadas y actuar en consecuencia. Ella...
«Bah, a la mierda.» Se tumbó en la cama junto a El. Estaba demasiado cansada. Sí, ya pensaría en algo al día siguiente.
En menos de un minuto dormía como un tronco.

Bounty / h.s ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora