Parte lll

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impaciencia, deseando que aquel inútil moviera el culo de una vez-. ¡Venga, maldita sea! ¿Quiere usted espabilar? ¡Tenemos que sacarle!
El propietario era bastante gallito y se sintió picado ante aquel tono de voz, de manera que se irguió como si hubiera recibido una afrenta.
-A mí no me hable así, jovencita. ¿Qué se cree, que porque esto es un pueblo pequeño aquí somos todos unos catetos? Pues se equivoca. Ahora mismo estoy cenando y no tengo tiempo para aguantar las groserías ni los jueguecitos de la gente de ciudad. -Y con estas palabras se volvió de nuevo hacia la puerta que separaba la oficina de su vivienda.
Kaylee se plantó detrás del mostrador con las tres zancadas más largas que había dado en su vida. Agarró al hombrecillo del hombro, le hizo dar media vuelta y le cogió de la camisa para tirar de él con todas sus fuerzas. Con los tacones medía cerca de uno ochenta, y cuando el dueño del motel dejó de debatirse, tenía la nariz enterrada entre sus tetas. Kaylee lo sacó de allí, lo alzó hasta ponerlo de puntillas y bajó la cabeza para mirarle de cerca a los ojos.
-Escuche, mequetrefe, esto no es ningún juego. Mi novio está encerrado en su cámara frigorífica. No fue idea suya meterse allí, y como le ocurra algo porque usted se ha negado a sacar el culo de aquí para ir a comprobarlo y sacarlo de allí pienso montarle un pleito de tal calibre que va a estar enterrado entre papeles hasta el día del juicio final.
Entonces lo soltó y dio media vuelta pivotando sobre un tacón de aguja. Y sin mirar atrás, se encaminó hacia la puerta.
-¡Mueva el culo!
Y el hombre movió el culo.
Este sufrió de nuevo un ataque de rabia al ver el estado del pomo de la puerta, que Kaylee sospechó se debía a la artesanía de Jimmy Cadenas.
-¡Mire! -gritó el hombre-. ¡Mire! Pues esto me lo van a tener que pagar. Esto...
Pero algo debió de ver en la expresión de Kaylee, porque se tragó emérito el resto de su retahíla.
-Tendré que ir a por herramientas -murmuró.
-Pues dese prisa. -Kaylee se pegó a la puerta sin esperar a que se marchara-¿Bobby? Cariño, ¿me oyes?
Al no obtener respuesta, empezó a dar puñetazos.
-¡Bobby! Joder, por favor, por favor, contéstame.
-F-frío -le oyó decir con un hilo de voz.
-Aguanta un poco, mi vida. Vamos a sacarte de ahí en un minuto... dos, como mucho. -Kaylee miró frenética a su alrededor-. ¡Ay, Dios mío! ¿Dónde está ese inútil? -Echó hacia atrás la cabeza y se puso a pedir ayuda a pleno pulmón.
Fue sin duda por el estrépito que estaba armando lo que obtuvo tan rápidos resultados. El dueño del motel acudió corriendo con una caja de herramientas, a la vez que el personal de cocina de la cafetería salía a ver qué pasaba. Un instante después se acercó a la carrera también un hombre al que Kaylee tomó por un ranchero. Llevaba entre los labios un palillo de dientes mordisqueado.
Fue él quien tomó el mando de la situación, cortando el chorro de preguntas para preguntar con serena autoridad, dirigiéndose directamente al dueño del motel:
-¿Qué pasa aquí, Irv?
-Un tío de la ciudad, que se ha quedado encerrado en mi nevera -replicó el hombre con amargura, mientras trasteaba con el pomo doblado de la puerta, sin obtener resultados visibles.
Kaylee, que sabía reconocer a un tipo emprendedor, volvió toda su atención hacia el ranchero.
-Por favor -imploró-, sáquelo de ahí. No se ha metido ahí por gusto, y tengo miedo de que esté malherido.
El ranchero contempló la puerta.
-Supongo que podría abrirla de una patada.
Irv al instante hinchó el pecho, pero Kaylee interrumpió lo que imaginaba iba a ser una diatriba sobre la santidad de su propiedad.
-No -se negó de mala gana-. Podría hacerle todavía más daño. Me parece que está tirado en el suelo justo detrás de la puerta.
El ranchero se agachó para rebuscar en la caja de herramientas. Cuando encontró lo que buscaba, se levantó.
-Apártate, Irv.
Irv se apartó y el ranchero ocupó su sitio. Al cabo de unos momentos había abierto la puerta todo lo que podía antes de que el cuerpo inerte de Bobby la bloqueara.
Kaylee entró en la cámara.
-¿Bobby?
Estaba tumbado boca abajo en el suelo, y un gemido de angustia escapó de sus labios al ver el hinchado chichón que tenía en la nuca, del tamaño de un huevo de ganso. En el centro se veía una honda brecha con una costra de sangre negra en los bordes.
-Joooder. -Kaylee cayó de rodillas a su lado y le tocó el brazo, que estaba helado-. ¿Bobby?
-¿Qué tal ahí dentro, señorita? -La rendija de luz que entraba por la puerta quedó eclipsada por el fornido cuerpo del ranchero, que en ese momento intentaba entrar-. ¿Está bien?
-No. Está helado, y no me contesta, y... -Kaylee se quedó sin aliento y le parecía que no le entraba aire suficiente en sus pulmones. Jadeando, notó que la histeria estaba a punto de dominarla. Tendió la mano hacia el ranchero-. Por favor -suplicó entre rasposos jadeos-. Por favor.
-Está bien. No se preocupe. -Asomó la cabeza por la puerta-. Que alguien me traiga una bolsa de papel. -Luego le agarró la mano con la suya, dura como el cuero, y la ayudó a levantarse-. Salga, señorita. Yo saco a su hombre para ver cómo está.
Un momento después, dejaba a Bobby sobre el asfalto caliente. Utilizó su inmaculado pañuelo para que la herida de la cabeza no tocara el suelo. Kaylee se agachó a su lado, deseosa de ayudar en algo. Por desgracia, se sentía tan inútil como el pobre Bobby tirado en el suelo. Respiraba entrecortadamente intentando coger aire. Un cocinero se acercó corriendo agitando una bolsa de papel. El ranchero se la arrebató de la mano, la abrió con una sacudida y se la ofreció a Kaylee.
-Póngasela en la boca y respire. No le pasa nada, solo está hiperventilando.
Kaylee obedeció, mirando por encima de la bolsa mientras el ranchero abría los párpados de Bobby para observar la reacción de las pupilas a la fuerte luz del mediodía. Luego presionó con dos dedos sobre la arteria bajo el mentón, y se sentó sobre los talones mirándola.
-Yo diría que tiene hipotermia, agravada por la pérdida de sangre debida al golpe en la cabeza. También parece sufrir una conmoción cerebral.
Kaylee bajó la bolsa.
-¿Hay por aquí un médico o una clínica?
-Algo parecido. Vamos a meterlo en su coche y le dibujaré un mapa.
-Gracias. -Tendió el brazo por encima de Bobby para tocar la mano al ranchero-. Ha sido usted genial.
En ese momento Bobby abrió los ojos y observó a su alrededor con mirada vacilante. Pasó de largo la cara de Kaylee, pero luego volvió a fijarse en ella. Torció la boca en una sombra de su vieja sonrisa encantadora; Kaylee se sintió conmovida hasta lo más profundo. Pero tras esa emoción, recibió un latigazo de culpa al acordarse de sus sospechas sobre él.
-Dios, Bobby, lo siento -susurró-. Siento muchísimo lo que he pensado. -Le agarró una mano lacia con las suyas y se la cubrió de besos. Luego la estrechó con reverencia entre sus pechos.
-Eh, no pasa nada -replicó Bobby con voz pastosa.
La miró parpadeando varias veces. Se le desenfocaba la vista. Por fin pareció poder centrarse en un punto de su cara, y allí la dejó clavada, con una floja sonrisa y un gesto de sorpresa en sus cejas enarcadas.
-¿Nos...?
Se quedó sin voz, pero luego pareció hacer acopio de fuerzas para repetir:
-¿Nos...?
De nuevo guardó silencio. Kaylee, sin soltarle la mano que tenía enterrada hasta la muñeca entre sus pechos, se inclinó sobre él para mirarle con ternura a los ojos.
-¿Qué quieres preguntar, cariño?
Él parpadeó de nuevo.
-¿Nos conocemos?

Bounty / h.s ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora