Capítulo 13

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Ronie se apartó de la mesa.
-Tengo que ir al servicio.
Harry tendió la mano al instante para inmovilizar su muñeca contra la mesa antes de que ella pudiera ponerse en pie.
-Te esperas a subir al autobús.
Ronie le miró la mano, grande, bronceada y fuerte, que agarraba la suya, más pálida y débil. Luego le miró a los ojos.
-No, no puedo esperar. Tengo que ir ahora.
-Pues lo siento, morocha. Tendrás que esperar.
Ronie se levantó de un brinco, dando un palmetazo en la mesa con la otra mano mientras se inclinaba hacia Harry.
-Me he tomado dos vasos de té con hielo y uno de agua. Tengo que ir al baño. Porque como no vaya ahora, voy a hacer un charco aquí mismo. -Se acercó todavía más, hasta tener su cara a pocos centímetros de la de Harry-. Y como pase eso, Styles, como me haga pis en público, ya puedes estar seguro de que todo el mundo se va a enterar de que ha sido porque no me dejas ir al baño.
Las últimas palabras fueron un grito en su cara. Harry advirtió que desde todos los rincones del bar la gente volvía la cabeza en su dirección. Le soltó la muñeca. Le costó un esfuerzo recobrarse después de haber sufrido una derrota tan tremenda, pero de todas formas, apartó la mano.
-Dame el bolso.
Ronie se lo arrojó con tanta saña que casi lo tiró de la silla. Pero Harry se recuperó a tiempo para ver cómo se daba media vuelta y se alejaba como un basilisco. Se podía seguir su trayectoria por el camino de bocas abiertas que contemplaban aquellos furiosos movimientos apenas contenidos por un ceñido vestido rosa.
Si Ronie todavía tuviera el bolso de su hermana, lo habría tirado por los aires en cuanto entró en el servicio, y luego se habría ensañado a patadas con él. Apenas se reconocía en aquel estado, pero, joder, ¡Harry la ponía furiosa! ¿Quién demonios se creía que era, atreviéndose a decirle cuándo podía utilizar el servicio? Suerte tenía de que no le hubiera arrancado la piel de la cara a tiras.
Durante un instante vio su reflejo en el espejo, se detuvo bruscamente y se quedó mirando su imagen con la boca abierta. Hasta tendió la mano en un intento involuntario de tocar el cristal, pero inmediatamente la dejó caer, con los pelos de punta, al ver que la imagen del espejo imitaba su movimiento.
Por Dios.
Su rostro, normalmente muy pálido, estaba sonrojado y húmedo. El pelo estaba recogido en lo alto de la cabeza, tal y como se lo había peinado esa mañana, pero ahora se inclinaba pesadamente hacia un lado, y algunos mechones se escapaban en desordenados tentáculos hasta su nuca, su ceja derecha y su cuello. Tenía el cuerpo perlado de sudor, y parecía que en cualquier momento iba a reventar aquel vestido rosa. Era una imagen voluptuosa, salvaje y sexual. Parecía... por Dios, parecía...
Parecía su hermana. Era Kaylee la que la miraba desde el espejo pero de pronto sus razones para haber ido al servido cobraron protagonismo. Se apresuró a meterse en un cubículo, se subió bruscamente la falda y se bajó las bragas. Arrancó un papel protector de la caja de la pared, lo dejó sobre la taza y se sentó.
Dios, Dios. ¿Cuándo había tenido lugar esa transformación? ¿Y cómo había sucedido sin que ella se diera cuenta? Aunque seguía prefiriendo su propia ropa, ¿cuándo había dejado de avergonzarse de la de Kaylee? ¿Y cómo habían desaparecido los buenos modales sin una lamentación, para rendirse a una competitividad que ella ni siquiera sabía que formara parte de su carácter? Todo lo referente a Harry Styles debería ser un insulto a la buena educación por la que tanto había luchado.
Pero en lugar de eso, todo en él parecía tonificarla, tentarla, empujarla a lograr hazañas de las que jamás se hubiera imaginado capaz. Estaba deseando darle una bofetada, alejarse de él.
Besarle como una loca, arrancarle los pantalones y subirse a su regazo. Con un gemido se inclinó hacia delante para apoyar la frente sobre las rodillas.
No entendía nada. Debería sentirse horrorizada ante aquellos cambios que se habían producido en ella en tan poco tiempo. Pero el caso es que le gustaban. ¿Dónde demonios estaba su sensatez? Se golpeó con el puño una y otra vez contra el lado de la rodilla.
Luego se incorporó. «Ay, por Dios. Esto es patético. ¿No puedes encontrar otro sitio para sufrir una crisis de identidad? ¿Tiene que ser sentada en el retrete con las bragas en los tobillos?» Desde luego así no llegaría a ninguna parte, y si no volvía pronto al bar, Harry vendría a llamar a la puerta. Y lo cierto es que no se sentía con fuerzas de enfrentarse a él en ese momento.
Bueno, ¿y qué?, pensó, intentando encontrar cierta lógica en su descubrimiento. Se estaba divirtiendo un poco. Le habían robado un viaje, de manera que no tenía nada de malo sacar de aquella situación todo el placer posible. Y si continuamente le venía a la cabeza la idea de que aquello era muchísimo más divertido que patearse Europa ella sola, ¿qué importaba a la larga? La guerra de ingenio con Styles era estimulante. Y no era peligrosa. Nadie iba a resultar herido por ello.
Se puso en pie, enderezó la espalda y la ropa, tiró de la cadena y salió del cubículo para encontrarse de golpe con el cañón de una pistola clavado en su pecho.
Lanzó un chillido incoherente y retrocedió a trompicones hasta que el hombre metió el brazo en el cubículo y la sacó de un tirón. Ronie trastabilleó, pero el mostrador del lavabo bloqueaba su huida, y sus afiladas esquinas se le clavaban en las caderas. Echó los brazos hacia atrás y se apoyó con las dos manos.
-¿Qué...?
Era el mismo hombre que antes había interrumpido al desconocido que intentaba hacerle señas. Y era un alivio haber vaciado la vejiga, porque si no el cañón negro de aquella pistola habría producido un charco a sus pies.
-¿Qué... qué quieres? -Y abrió los brazos para indicar que no llevaba bolso-. No llevo dinero. -Luego se le ocurrió una idea terrible. «¡Dios mío! ¡Por favor, por favor, que sea un ladrón y no un violador!»
-No te hagas la tonta, Kaylee.
El corazón se le estrelló contra las costillas. ¿Aquel tipo creía que ella era Kaylee? De manera que no era un acto de violencia al azar. Estaba dirigido específicamente a su hermana. «Cielo santo, Kaylee. ¿Es que no bastaba con el cazarrecompensas? ¿Me tenías que enredar también con un matón armado?»



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