12. Frustraciones y heridas

                                    

                                          


                          
NOTA: Si al empezar un capítulo no pongo nada a cerca del narrador es que es Jenn.
                          
Mi padre había pasado la noche conmigo. Vino un rato después de que se fuera Daryl, me dio la cena y después de un rato hablando los dos nos pusimos a dormir. Le dije que se echara conmigo en la cama ya que esta era bastante grande pero prefirió dejarme espacio y se quedó en el sillón. Carl y mi madre durmieron en nuestra tienda de campaña en el improvisado campamento que el grupo había hecho cerca de la casa. Estaba deseando que Hershel me dijera que podía levantarme para ver algo más que las cuatro paredes en las que estaba encerrada y el baño. 
                          
Noté que algo me tocaba la herida y al abrir los ojos vi que Hershel me la estaba curando. Mi padre no estaba así que supuse que no me quiso despertar.
                          
-Buenos días Jennifer.-Me habló Hershel cuando vio que me había despertado.- Tengo buenas noticias, podrás levantarte y salir a dar un paseo pero tienes que ir acompañada en todo momento por si te pasa cualquier cosa. No podrás coger peso ni hacer movimientos bruscos, si no se te volverán a saltar los puntos y la herida tardará más en curarse.- Asentí alegre por la noticia y el hombre me sonrió.- Maggie vendrá a traerte el desayuno y a ayudarte a levantarte. 
                          
Hershel se marchó y me puse a volver a leer los libros que había cogido en el CDC. 
                          
-¿Estudiabas neurobiología o algo parecido?- Alcé la mirada del libro que estaba leyendo y vi a Maggie con una bandeja entrando en la habitación.
                          
-No. Los encontré en el centro de control de epidemias y los cogí prestados...- Dije dejando el libro en la mesa donde estaba la rosa cherokee que Daryl me dio anoche. Maggie me tendió la bandeja y me puse a comer.- Tienes que decirle a Patricia que hace unos huevos revueltos estupendos.- Maggie se rió ya que debía de estar comiendo como una cerda.
                          
-Se lo diré. Oye, ¿sabes qué es lo que está pasando?- Miré a la hija mayor de Hershel con el ceño fruncido.- Cuando muerden a la gente...
                          
-Solo puedo decirte lo poco que nos contó el hombre del CDC y lo que he podido sacar leyendo y es que afecta al cerebro humano. Ataca solamente al lóbulo frontal que es el que controla el razonamiento, el lenguaje y las emociones. Al hacer esto provoca que la persona deje de ser humana ya que es la gran diferencia entre nosotros y los animales. La persona infectada no recuerda nada de su vida pasada y por eso ataca a la gente pensando que son comida, es como si fueran neandertales, como si volvieran a ser salvajes, no recuerdan nada de su humanidad.- Noté que Maggie tenía una expresión de tristeza, cualquiera podría ver que había perdido a seres queridos.- No puedo decirte mucho más. Lo siento.
                          
-No te preocupes.-Dijo secando una lágrima que se le había escapado. Se levantó de la cama, movió la bandeja pues yo ya había terminado de comer y quitó la sábana de encima de mi cuerpo.- Voy a avisar a Glenn para que me ayude a levantarte.- Le asentí y la chica fue a buscar a mi amigo. 
                          
Entre los dos consiguieron que me levantara sin hacerme daño. Maggie me dio una camiseta limpia, me cambié y salí con su ayuda de la habitación. Mi madre me esperaba fuera, pasó su brazo por mis hombros y salimos juntas de la casa dejando a Glenn y Maggie hablando en el porche. Carl vino corriendo hacia mí, me abrazó y le sonreí. Miré el paisaje que tenía delante y me sorprendí de lo bonito que era, mi padre tenía razón, este sitio me gustaba.
                          
Iba a preguntarle a mi madre por lo que me contó Glenn anoche pero Carl me cogió del brazo y me rogó que fuera con él. Mi madre se rió y seguí a mi hermano hasta el establo de la granja.
                          
-¡Mira Jenn!- Mi hermano daba brincos de alegría señalando a los caballos. 
                          
Miré en la dirección que señalaba y vi a una yegua con su potro. La yegua era blanca mientras que su cría era marrón con una mancha blanca en la frente. Me acerqué y con cuidado acaricié la cabeza de la yegua mientras veía como mi hermano estaba dudando en tocar la del potro.