Capítulo 61.

12.2K 729 74
                                    

Dos semanas después:

Había sido detenido un sin fin de veces. Y nunca, nunca en mis tantas veces detrás de unas rejas me había sentido tan mal. Siempre lo tomaba tranquilo porque sabía que saldría lo más rápido posible.

Mis dos peores semanas las han sido estas detrás de las rejas. Mi cuerpo sigue aquí, pero mi mente permanece en otro lugar.

—El amor, el amor, el amor. —Canturreaba una voz cada vez más cerca. Levanté el rostro de entre mis piernas para verle.

—Es en serio, Marta te está haciendo cambiar. —Murmuré más apagado que antes. Berroa llevó su mano a su rostro y empezó a acariciar de este.

—¿Sabes, chamaco? —Se sentó en su silla volteando a verme. —A veces es bueno llevarse de los presos. Si no me hubieras dicho que ese bigote me quedaba horrible no me lo hubiera quitado. A Margarita le encanta verme sin él.

—Era hora, en serio ese bigote era horrible. No me imagino como Marta se sentía al besarte sintiendo esa cosa peluda. —Hice una mueca de asco y él sonrió ante eso.

—Nunca me lo dijo. —Se encogió de hombros. —Y dime, chamaco ¿algún otro consejo para este gordito enamorado? —Subió y bajó las cejas con diversión. Sin poder evitarlo dejé salir una pequeña sonrisa.

—Eres un asco, y no te pongas en diminutivo, porque eres realmente gordo con todo en mayúscula. —Le señalé con burla. Él soltó una carcajada y luego se puso a hacer algo con unos papeles.

En estas dos semanas puedo decir que mi relación con el gordo a mejorado, aunque nos sigamos insultando y enojando por cosas como cuando el me dice: Chamaco, o cuando yo le digo: Marta a su novia.

Zet siempre está aquí dándome noticias de Hayle al igual que Max. Dice, que los doctores están viendo mejoría por fin, y yo me quiero aferrar a esas palabras.

Volví a enterrar mi cabeza entre las piernas y me hundí como todos los días en mis pensamientos.

....

Tres semanas después:

—¿Qué creés que sea mejor? ¿rosas o chocolate? —Se giró en su silla para verme.

—¿Qué te parece ambas? —Contesté sin entusiasmo.

—¿Tú creés? —Frunció el ceño.

—Dios ¿cómo Marta te soporta? —Rodé los ojos al cielo. —Las chicas son locas con las flores, y no se diga con el chocolate. —Esta vez el que frunció el ceño fuí yo al recordar un detalle: Hayle odia las rosas. Bueno, quizás no todos son locas con esos detalles. —Si le llevas ambas cosas quizás te lo de. —Me encogí de hombros. Berroa me miró raro por mi última palabra entendiendo a que me refería. —Espera ¿no lo te lo a dado? —Pregunté para joderle. Su cara era un poema, un maldito poema rojo.

—Cállate. —Murmuró avergonzado. Sonreí sin mucha fuerza. Miró delante y luego se puso de pies. —Alguién a venido, ahora vuelvo. —Empezó a caminar hasta perderlo de vista. Dos minutos después escuché un escándalo y luego pasos correr con rapidez.

—¡Maldita sea ya quítese! —De inmediato reconocí la voz alterada de Zet. Casí ruedo los ojos por su actitud. Él si odia al gordo. —¡Ya me sé las putas reglas vengo todos los jodidos días! —Después de unos segundos aún escuchando como se peleaba con otros llegó corriendo como loco, su cuerpo estaba sudado, lo sé por su camisa pegada a su cuerpo y su cabello por igual. —¡Natanael! —Gritó como si fuera su salvación. Mi rostro se transformó en uno serio al escuchar como me había llamado, pero decidí no tomarlo importancia en estas circunstancias.

Lifes CrossedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora