Narra Lucia:
No sabía cuanto tiempo había pasado, tal vez semanas o tan solo días. Mi única compañía en semanas o tan solo días era Kate. Hablabamos por horas, compartíamos experiencias. Yo le contaba mi vida y ella a mí la suya.
Si pensaba que mi vida era miserable no tenía la menor idea de lo que eso significaba. Kate había pasado por cosas mucho peores que yo.
Asesinaron a su madre frente a ella cuando apenas tenía 10 años, además fue esclava personal de Richard Lombardo, el peor de los vampiros según ella. No me quiso contar lo que le hizo pero según su rostro y sus ojos llorosos sé que fue algo horrible. Yo, por mi parte me dediqué a contarle anécdotas alegres de mi vida, tratando, buscando la manera de hacerla olvidar por un rato. Buscando en ella la sonrisa soñadora de mi abuela. Y la encontré, luego de contarle mi último desayuno con mi madre pude ver un atisbo de sonrisa, una sonrisa sincera.
Kate me contó acerca de este mundo en el que ahora estoy metida. Me aclaró que no eramos sirvientes, eramos esclavos con todo el significado de la palabra. Una vez que los "amos" nos tuvieran en su poder podían hacer cualquier cosa con nosotros. Me duele saber que mi madre paso por esto, que no era una simple sirvienta como pensaba yo.
Mi abuela me contó un sin fin de cosas, me enseñó valores y me dio todo el amor posible, pero, camuflajeo la verdad. No me contó lo horrible que era esto en realidad, la vida que se lleva y como debía enfrentarlo. No la culpo, quería lo mejor para mí, aún así hubiera agradecido que me lo contará. De ese modo, poder enfrentar todo esto con más capacidad.
Un grito me saca de mis pensamientos y busco a la causante pero todas están igual de exaltadas que yo. A los segundos el guardia, el hombre que me trajo, entra a la habitación.
—Son todas las jóvenes que tenemos, no hay más—habla rápido y nervioso. Frunzo el ceño ¿A quién le habla?— pero déjeme decirle que son de buena calidad, obedientes y serviciales.
—Ya veo—una segunda voz habla, esta es ronca y áspera. Su tono de superioridad me resulta desagradable y causa escalofríos que recorren mi cuerpo entero.
Otro hombre entra a la habitación. Alto, cabello negro, piel palida y vestido de traje. Lo miro curiosa y extrañada. Él pasea su vista por toda la sala y es cuando noto que todas tienen su cabeza agachada. Vuelvo a alzar mi vista y ahí estaba. Mirándome con una media sonrisa. Otro escalofrío recorre mi espina dorsal.
—Esa—me señala y me irgo en mi lugar.
—Es nueva señor. No sabe nada, tengo mejores...
—¡Esa!— el grito golpeó de manera abrupta mi tímpanos y sin remedio doy un pequeño brinco.
—De acuerdo, disculpe mi insolencia señor.
El hombre que antes me había tirado aquí se acerca a mí y toma con brusquedad mi brazo y empieza a jalarme. Me remuevo pero de nada sirve, solo aumenta la fuerza de su agarre.
—¡Suélteme!— el guardia alza su mano para golpearme pero es detenido por otra, una varios tonos más clara y un poco más grande.
—No se atreva a golpearla—el guardia hace un gesto de dolor y me suelta. El hombre pálido me da una sonrisa ladina y toma mi brazo suavemente— Vamos— empieza a caminar en dirección a la puerta, sin embargo, yo me quedo quieta en mi lugar—Oh cariño, tú no me quieres ver enojado. — miro a Kate, le doy una última sonrisa llena de tristeza y me dejo llevar por el señor.
Salimos de la habitación y caminos por un angosto pasillo el cual nos lleva a un recibidor, elegante y sofisticado. Lleno de colores neutros y con un buen aroma contrario a lo que había en lo profundo de este lugar. De donde salí yo.
El señor intercambió unas cuantas palabras con la recepcionista para luego llevarnos fuera del lugar. Ya afuera no evite suspirar e inhalar el aire limpio. Miré los alrededores, nada se me hacía conocido.
¿Dónde estoy? Me pregunté silenciosamente.
Soy guiada hasta una camioneta, subo y apreció el vehículo, nunca he estado en uno. Al menos estando conciente. El señor se sienta mi lado y me observa mientras inspecciono con mi mirada curiosa todo el interior. Las ventanillas eran oscuras y desde el exterior era imposible ver hacia adentro. Para mi sorpresa, no pasaba lo mismo una vez en el interior del auto. Además, era cómodo y los asientos estaban cubiertos por cuero. Parecía muy caro.
Me pregunté ¿Cuál era la necesidad del cuero? Yo hubiera preferido algo más sencillo y cómodo. Pero yo era yo. Mi manera de pensar era totalmente distinta a la de estas personas.
El vehículo se pone en marcha y decido mirar por la ventana, incomoda por la frecuente y penetrante mirada del hombre a mi lado.
— ¿Cuál es tu nombre? —pregunta con tono monótono.
—No le interesa, Señor— respondo con todo el valor que puedo y sin apartar la mirada del paisaje. Ríe sin gracia y luego suspira.
— Es cierto, no lo hace —responde—pero necesito saberlo de todas maneras, ahora, se amable y contesta.
— ¿Para que me compró? —digo como si tuviera fuego en la boca y tuviera que escupirlo. Tenía los nervios a flor de piel pues no sabía como respondería. Llevarle la contraria a un ser cien veces más fuerte y rápido que yo no era una buena opción.
— Mi sobrino cumpleaños mañana, tú serás su regalo—la manera tan despreocupada en que lo dice me deja desconcertada, habla de mí como si fuese un objeto. No una persona sentada a su lado, hablándole y respirando el mismo aire— ahora, me dirás tu nombre completo y edad, estoy demasiado viejo para niñerias—me mira severo y con tal frialdad que me paraliza. Incómoda, me encojo levemente en mi lugar.
—Lucia McCall, tengo 19 años—asiente y mira su reloj. Aparto mi mirada y la centro de nuevo en a ventana. Soy un regalo, un objeto para estas personas. ¿Cómo llegué a esto?
Hace no más de algunos días creo, tenía familia, un hogar y amor sobretodo. Ahora no tengo nada mas que las ganas de vivir, ser libre. Una lágrima se resbala por mi mejilla y la saco rápidamente. No quería llorar más, no debía llorar más.
Luego de un tiempo largo e incómodo, llegamos a lo que parecia ser un palacio. Una estructura grande y lujosa se alzaba frente a mi. Aprecio con cuidado su aspecto imponente y elegante. Nunca había visto tal cosa.
El señor toma mi brazo y me lleva a el interior de la gran estructura. Miro desorientada y precavida a todos lados. Mujeres vestidas de lo que parecía ser el uniforme de limpieza andaban de un lado a otro limpiando y ordenando. Todas con un rostro neutro. Ni una alzo su mirada al pasar a su lado. Empezaba a creer que no tenían alma.
—Edward— salí de mi ensoñación y mire la persona frente a nosotros. Un hombre, alto, fornido, moreno y de cabellos castaños miraba a mi comprador.
—Luka— saludo de reverso el hombre frente a nosotros. Luego de intercambiar un asentimiento con Luka, quien supongo es mi comprador, Edward, el hombre frente a nosotros posa sus ojos sobre mí. Incomoda desvío mi mirada y la fijo en unos cuadros— ¿Ella es..?
— El regalo de tu hermano—trago saliva y cierro mis ojos fuertemente. Aún no digiero eso de ser un regalo.
— Ya veo...si me disculpan, me retiro— volví mi mirada a él, nuestros ojos se conectaron por unos segundos y fui capaz de ver simpatía. Apartó su mirada de mi y miro por última vez a Luka para luego marchar.
^Editado^
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Esclava de su palabra
Vampire"Eres un objeto más en esta casa, se puede hacer contigo lo que me dé la gana. Acatarás todas mis ordenes y te dirigirás a mí como Señor, me hablarás de usted y no harás nada fuera de lo normal, sino es con mi permiso. ¿Quedó claro?" "Sí... Señor" C...