Ross entró a la habitación empujando la puerta con el hombro. Sin dejar de besarla, dejó a Laura sobre la cama y rompió el beso mirándola fijamente a los ojos.
— Repítelo. — ordenó él.
— ¿Qué cosa?
— Dime que me quieres.
Ella sonrió.
— Te quiero.
Ross cerró los ojos, disfrutando de la deliciosa melodía de su voz al decir esas palabras que hacían latir su corazón cada vez más.
— Una vez más. Repítelo, por favor. Lo necesito. — pidió.
— Te quiero, te quiero, te quiero...
Laura deslizó sus pequeñas manos sobre el pecho de Ross. Lo acostó sobre el respaldo de la cama, y empezó a repartir besos sobre su cuello, subiendo hasta su oído, cada vez más, haciéndolo endurecer por el deseo.
— Te quiero, Ross Lynch. — susurró ella sobre su oído, su voz seductora y melódica. — Mucho.
Ross se sintió en las nubes al oír las palabras que más le gustaba escuchar. Lo quería. ¡Laura Marano lo quería!
— Eres tan hermosa...— murmuró Ross, acariciando suavemente su mejilla. — Y yo un idiota, ¿Cómo puedes querer a un hombre como yo?
— Simplemente porque lo hago. — tomó su mano y la colocó sobre su pecho. Ross pudo sentir su corazón, latiéndole a mil. — ¿Sientes eso? Eso es lo que provocas en mí, y mucho más.
— Te quiero... oh Laura, no sabes cuánto te quiero.
Laura acunó su rostro con sus manos y lo besó. Y él pudo sentir, ese ligero cosquilleo en su estómago que se le estaba haciendo cada vez más habitual cuando estaba cerca de ella. Cuando Ross se alejó un poco de ella para quitarse la camisa, de repente, Nico cruzó la puerta como un rayo y se lanzó sobre la cama, justo al medio de los dos, separándolos. Ross arqueó una ceja, incrédulo, y cuando intentó acercarse a Laura, él le gruñó. Valla, al parecer a Nico se le había pasado el miedo hacia Ross y ahora estaba más que dispuesto a morderlo.
— Muévete.— gruñó Ross. — Al menos de que quieras que te dé otra patada, y esta vez me aseguraré que sea en las bolas.
Lejos de intimidarlo, Nico le ladró ruidosamente y al parecer, no tenía la intención de moverse a menos de que su dueña se lo ordenara. Ross miró a Laura a los ojos, pidiendo ayuda, pero en vez de hacerle caso, ella se echó a reír.
— ¿De qué te ríes? — preguntó Ross, entrecerrando los ojos.
— Oh, vamos, dime que no te pareció gracioso. — rió, estirando una mano para acariciar a Nico. El perro respondió sus caricias moviendo la cola y al instante se relajó. —está celoso, eso es lo que pasa. Cree que me haces daño.
— Daño le voy a hacer yo a él si no mueve su cul...
— ¡Ross!
Ross puso los ojos en blanco y sin nada más que decir, se levantó y salió de la habitación. ¿Celoso? Oh, sí. Y por un jodido perro, que lo acaba de dejar con las ganas de follar. De repente, alguien lo abrazó por detrás. Suspiró, sintiendo como las cálidas manos de Laura empezaba a recorrerle el pecho, haciéndolo estremecer.
— No te enojes. — susurró ella, en un tono bajito. Besó suavemente su hombro sobre la tela de la camiseta. — Por favor.
Ross sonrió.