Cuando entre al sexto mes Paul hablo con el médico para que me pida licencia, no quería que nada nos pasara. Nos cuidaba mucho, a veces demasiado.
Mientras él estaba en el taller, yo aprovecha para acomodar su cuarto, guardar su ropita. Él ya la había pintado y acomodado los muebles a mi gusto... fue lo único que pude hacer.
Se iba por la mañana y venía al mediodía para almorzar conmigo y luego si iba otra vez hasta la tarde. Mientras estaba en el taller me llamaba por teléfono, si podía, para saber como estaba o si necesitaba algo.
Nuestra pequeña era muy tranquila mientras estábamos solas, pero cuando escuchaba la voz de Paul me era imposible mantenerme en pie de como se movía, se ponía muy inquieta y él feliz por el recibimiento que le hacia su pequeña.
A los siente meses ya tenía los bolsos listo, la ropa que le pondríamos para recibirla. Todo estaba listo, solo faltaba que llegara. La emoción que sentíamos no nos entraba en el pecho. Paul estaba muy ansioso, besaba y mimaba la panza yo moría de amor de solo verlo.
Él médico nos dijo que la pequeña inquieta estaba sana y su peso era el indicado. Solo faltaban unas semanas, ya estaba en posición desde el octavo mes por lo que no faltaba mucho... pero la ansiedad y la impaciencia nos estaba matando.
Paul había preparado algo muy íntimo y tranquilo para mis 32, unos pocos amigos y en casa. No quería que me moviera mucho ya que al estar en fecha podía llegar en cualquier momento, eso es lo que había dicho el médico y él tomaba todo al pie de la letra. Entre comidas y risas se paso la noche, una pequeña torta y las hermosas velitas.
Cuando todos se fueron Paul quedo limpiando y acomodando la cocina, así yo no lo hacía mañana... aunque sabía que no me dejaría hacerlo. Entre sueños sentí como la cama se movía, se puso detrás de mí y coloco su mano sobre la gran panza... era la única forma en que nuestra pequeña dormía y me dejaba dormir.
A los dos días me comencé a sentir mal, llamé a Paul al taller y se vino tan pronto como pudo. Entro a la casa y las contracciones eran no muy espaciosas por lo que decidió tomar los bolsos e irnos al Hospital. Realizo el ingreso mientras a mi me preparaban para dar a luz.
-Bueno Isabella esta todo listo para recibir a tu pequeña –me dijo el doctor.
Yo mire por toda la sala y lo busque a Paul, pero no lo veía.
-No sin Paul, vamos a esperarlo –dije como pude debido a la contracción.
-Acá estoy Isa –me dijo suave al oído y me dio un beso en la frente.
-Bueno ahora puja-dijo mi médico. Y puje todo lo que pude, sujete la mano de Paul con tanta fuerza que se la veía blanca y él jamás se quejo. Luego de 5 pujadas Rachel nació. Era hermosa. Me enamoré a penas la vi.
La limpiaron, le pusieron la ropita que habíamos elegido y Paul la trajo hacia mi, pude ver como unas pequeñas lágrimas caían por sus ojos y una hermosa sonrisa se formaba en cara... era la imagen perfecta.
No habíamos avisado nada a nadie, queríamos que esos dos días sean solo nuestros, solo de los tres.
Rachel se aferro a mi pecho con dulzura y desesperación, era una niña muy tranquila. Dormía todo el tiempo y solo lloraba cuando tenía hambre. Era nuestro propio sol. Paul no podía dejar de mirarla, mimarla y besarla. Le sacaba muchas fotos, decía que crecía muy rápido y quería guardar ese crecimiento eternamente.
Una de las tantas fotos que me gustaban era la que me había tomado cuando Rachel tenía unos 5 meses, con sus cachetes inflamados que daban ternura besarlo.
Después de almorzar, Paul le había armado su colchoncito con sus juguetes en el living para luego ayudarme con la cocina... mientras yo lavaba los platos, Paul los secaba y guardaba y miraba a Rachel jugar con esa sonrisa que era exclusiva para su hija.
-Isa mira –nuestra pequeña se encontraba de pie junto al sillón. Nos quedamos helados, sin saber que hacer... si íbamos rápido se iba a asustar y podía caer, por lo que optamos por esperar.
Rachel levanto su pequeño pie y lo coloco unos centímetros mas adelante que el otro, luego hizo lo mismo con el otro pie... se soltó del sillón y fue hasta donde su papá la esperaba con los brazos abiertos, una distancia que había acortado muy lentamente. Ese día Rachel nos regalo sus primeros pasos. Y para celebrar Paul le trajo un animalito de peluche a la vuelta del trabajo.
-papá –fue su primera palabra. Tenía una voz clara, era como el cantar de un ángel.
-mamá –dijo después. Ambos nos pusimos a llorar de la emoción.
Paul tenía razón, nuestra pequeña crecía rápido. Sana y fuerte, hermosa, llena de amor.
Pero algo me faltaba, tenía a Paul, a mi pequeña niña... pero por alguna extraña razón me sentía incompleta, rara... y no era la única, Paul comenzaba a estar nervioso, aunque lo disimulaba cuando Rachel estaba despierta... muchas noches lo escuchaba murmurar cosas sin sentido, se despertaba sobresaltado por algún mal sueño... y cuando le preguntaba que ocurría, me decía que ya lo entendería...
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La Solución está en tu Corazón - Finalizada -
FanfictionPrólogo. Forks era un hermoso pueblo, a pesar de que el sol a penas se animaba a regalar sus rayos, los días grises y sus nubes cargadas no le quitaban lo bello que era vivir ahí. Cuando las nubes daban paso al sol su belleza resplandecía, un pueblo...