El resto de la semana paso de forma lenta y rápida para la escritora. Entre Jay y Aarón, su casa se había vuelto increíblemente ruidosa; siendo honesta con ella misma, y aunque su amigo lo hubiese negado, estaba segura de que el estilista estaba planeando la forma de conquistar a su inquilino, lo cual era la explicación más razonable a su estadía completa en la casa.
El trabajo de Aarón iba de maravilla en sus primeros días, según le informó, pero seguía como un misterio para ella, lo cual la llevó a preguntarse seriamente si se trataba de asuntos ilegales; lo gracioso fue que él pareció notar sus dudas y se burló de ellas con tantas ganas, que incluso la hizo sentirse ridícula por pensarlo... y muchísimo más curiosa al respecto ¿Qué exactamente era lo que hacía?
Sin embargo, pese a que estos hechos agradables hicieron que los días pasaran volando; la idea de lo que tendría que enfrentar al finalizar la semana, provocaba que todo se moviera de forma lenta y pesada. Su ansiedad se movía entre sus pensamientos como león enjaulado, gruñendo, arañando, esperando por el momento preciso para escapar; no importaba cuanto se esforzaba en ignorarla, si al final, tratando de hacerlo no dejaba de darle vueltas a lo mismo. Era un maldito círculo vicioso.
Su hermana tuvo la sutileza de preguntarlo de forma casual. Apreciaba su fallido intento, pues resulto bastante obvio; aun así, y como siempre, le aseguro que estaría bien ¿Para que preocuparla si le hacía tan feliz diciendole que todo estaba en orden? la sonrisa que había puesto en su cara cuando la escuchó aceptar ir al partido, bien valía la pena su agonía.
Pero esa era justo la trampa de vivir con su enfermedad. No solo se trataba de fingir que estaba bien, de hecho, físicamente y ante los ojos de los demás, lo estaba; era su interior el que no quería entender tal cosa, poniéndola en una situación complicada.
Era precisamente por eso que esos días se había apegado a su rutina, como su tabla de salvación. Se levantaba, se alistaba, y se iba al trabajo sin importar cuantas ganas sintiera de ocultarse bajo su cama. Estando en la librería, no tenía mucho tiempo para pensar gracias a Sophia, Henry y los clientes; mientras que por las tardes en su casa, Jay y Aarón se encargaban la mayor parte de las horas de alejar los fantasmas. Ellos, su hermana, o los diversos mundos en su cabeza podían dejarla sin espacio para nada más.
Aun así siempre quedaban ratos libres en su agenda, o quizás simplemente la ansiedad era muy buena buscando pequeños huecos entre sus horarios; por ejemplo ese jueves, que se mantenía oculta en la bodega del negocio, tratando con todos los métodos de respiración que se sabía, recuperar la calma... ninguno de ellos parecía funcionar.
Esta vez los responsable de su estrés, eran un grupo de agradables parisinos; veinte para ser exactos. Uno de esos viajes organizados, donde van a todos lados juntos, los había llevado a terminar pidiendo el desayuno en la cafetería, al tiempo que se reabastesían de guías turísticas, libros de la historia de San Francisco, y un par de ellas, de novelas románticas para su tiempo libre. Natalie adoraba toparse con mujeres igual de viciosas que ella; pero seguía sin poder lidiar muy bien con las multitudes.
Lo primero fue el susto inicial. Si más de diez personas caminaban a su alrededor, sus alarmas se ponían en ámbar; necesitaba mantenerse tranquila, al tiempo que esbozaba su mejor sonrisa de vendedora. Luego estaba la calma que precede la tormenta; recomendar libros sumergía sus temores en el abismo del olvido. Pero entonces llegaba el pánico, ese mal nacido que sabía muy bien como desquitarse por ignorarlo.
Ahora que todos solicitaban su atención, ya fuera para pedirle más recomendaciones, o decirle que iban a comer, la ansiedad estaba en su punto más fuerte.
Era una pena, pues no siempre fue así.
La escritora respiró profundamente, mientras miraba el celular en su mano; habían pasado siete minutos desde que entrara a ocultarse, y seguramente Sophia no tardaría en ir a buscarla. Necesitaba tomar una decisión, el problema era que no podía. Los latidos de su corazón eran tan fuertes, que sus neuronas no eran capaces de formular un pensamiento coherente en medio de ese bum bum bum bum.
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Como en mis libros...
ChickLitCameron Cross, una famosa escritora reconocida mundialmente por sus historias que van desde fantasía épica, hasta romance paranormal, ha lanzado al mercado su nuevo libro, haciendo una entrada triunfal en el género de la literatura erótica. Ningún c...