—¿Qué? ¡No! Baekhyun, estás viendo demasiada televisión, no debí enseñarte —El gato infló los cachetes, culpable, porque sí, estaba pasando demasiado tiempo en frente del televisor y arrugó la nariz como queriendo cambiar de tema. Chanyeol lo entendió y se sonrió enternecido tomando una rama que había cerca y comenzó a jugar con él, moviéndola en la arena y luego en el aire, haciendo que el felino tratara de atraparla con las manos mientras movía la cola de forma ondeada y sus ojos se expandían de entusiasmo—. De todas formas, estoy feliz de que hayas venido conmigo. Eres demasiado adorable, ¿sabías? —Comentó cuando Baekhyun se cansó de jugar.
                          
—¿De verdad lo crees? —Respondió con la rama en sus manos, con ganas de morderla, pero el más alto se la quitó con delicadeza antes de que lo intentara, asintiendo como respuesta—. Bueno, entonces, toca otra canción en la guitarra, una que conozca y así la cantamos juntos de forma adorable. 
                          
Acabaron cantando toda la madrugada y al final Baekhyun ya no temblaba, olvidándose del frío y de todas las preocupaciones sonsas de antes, abandonándose a la atmósfera divertida y serena. Sin darse cuenta fue quedándose dormido en el hombro de Chanyeol para terminar con la cabeza apoyada en su regazo mientras él pasaba ligeramente sus dedos por su cabello, escuchando a veces el ronroneo y a veces jadeos, debía estar soñando algo.
                          
Se estaba haciendo bastante tarde, y su dueño después de apagar las llamitas y recoger la basura con cuidado de no despertar al gatito, lo tomó en sus brazos y con la guitarra al hombro se dirigió hasta la cabaña, cuidando de que Baekhyun no despertase. Pero no lo logró, porque abrió los ojos cuando entraron de vuelta a las calles de la cuidad, ofuscado por las luces de los faroles. Chanyeol se negaba a bajarlo, menos ahora que frotaba sus ojos con una mano, entrecerrándolos por el brillo y bostezando, era encantador verlo, y le preguntó suavemente de la nada:
                          
—¿Crees que la casa esté bien? 
                          
—Sí —Le respondió sosegado su dueño provisional casi en la entrada de la casita—. Kyungsoo es confiable, estará bien.



                          
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-Ah, más fuerte, Jongin, más fuerte ¡Ah, ahí, ngh! -Kyungsoo incitaba a su chico-gato para que continuara, apoyado contra la encimera de la cocina de la casa de Chanyeol que, se suponía, iban a revisar, prender luces y regar plantas. Pero ya no se podía confiar en esos dos.
                          
-¿Así te gusta, ah, así? -Jongin lo hacía más fuerte, con cuidado de no romper o ensuciar nada porque era una casa ajena y nadie debía enterarse de lo sucios que eran. -Creo que me voy después de esta, ahh.
                          
-No si yo me voy primero... -El dueño del gato tomó un respiro para volver a hablar-. Y te tiro de vuelta con la correa.
                          
-¡Me voy, me voy, me voy! -Y Jongin se fue, con cuidado de no manchar nada, así no tenían que limpiar después. No quería que le pusieran la correa, pero Kyungsoo sólo estaba bromeando.
                          
-¡Jongin, no te vayas! Aún quedan muchas nueces que romper y yo no sé hacerlo.
                          
Se les había ocurrido la idea más idiota al ver que su amigo mantenía la despensa y el refrigerador lleno: hacer postres, y tenían la cocina llena de merengue, helado y dulce; y ahora el chico-gato había descifrado una manera de partir nueces de macadamia sin que se rompieran por dentro. Estaban listos para hacer el mejor helado de sus vidas.
                          
Kyungsoo fue a buscar a su mascota con cuidado de no ensuciar nada, y lo encontró convertido en gato oculto en un rincón de la sala, o sea que de verdad lo había asustado. Se sintió culpable porque Jongin era tan lindo e inocente, además lo estaba ayudando, así que fue con cautela y lo tomó en brazos apoyando sus patitas delanteras en uno de sus hombros y sosteniendo las traseras con una mano, dejándolo mirando hacia atrás y lo abrazó acariciando por detrás de sus bigotes, como le gustaba, y no demoró mucho en ronronear.